La cambiadora oficial del rollo de papel higiénico

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¿Por qué soy la única persona en nuestra casa que hace esto?

Las mujeres usan muchos sombreros. Podemos ser cocineras, enfermeras, maestras, administradoras, mediadoras… ¡Y esto ni siquiera empieza a cubrir el trabajo que hacemos fuera de la casa!

Junto con todos esos sombreros, parece haber un trabajo que nadie más en mi familia (y como muestra mi experiencia reciente, en el mundo en general) parece poder manejar. No es un trabajo difícil ni complicado o que consuma mucho tiempo. No requiere habilidades ni destrezas especiales. A pesar de eso, en mi familia nadie más parece haber dominado la habilidad para cambiar los rollos de papel higiénico. No creo que sea “casualidad” que cada vez que entro al baño el rollo está vacío. Pero a nadie más parece importarle…

Iba a dejar de darle importancia al asunto. No estaba segura si era material para el blog (hice una apuesta con mi editor) pero entonces tuve dos experiencias que me hicieron repensarlo. Di una clase en un restaurant kasher local y me encontré en la posición de cambiar el rollo de papel higiénico vacío en el baño. Luego di una clase en la casa de una amiga y nuevamente pasó lo mismo… aunque no quise revisar sus cajones y en verdad, lamentablemente, lo dejé sin cambiar…

¿Hay algo en mí que dice “cambiadora de rollo de papel higiénico”? Obviamente no. Pero puede haber algo de mí que dice: “No te preocupes; yo me encargaré de eso por ti”. ¿Estoy enseñándoles a mis hijos una buena o mala lección? Por un lado, quizás ellos deberían tomar más responsabilidad. Por otro lado, no hace falta ser físico nuclear para hacerlo y sin duda cuando tengan sus propios hogares serán capaces de hacer lo que sea necesario. Por otro lado, es un acto de bondad para la siguiente persona y, como tal, cualquiera en la familia debería querer cumplirlo. Así mismo, ¿Por qué quiero que alguien me quite esta oportunidad?

Puedo escoger sentir resentimiento porque este trabajo parece quedar siempre para mí. Y a veces elijo esto. O puedo decirme a mí misma que así como preparar la cena, limpiar la casa y llevar los niños enfermos al doctor son parte de mis responsabilidades, esto también lo es. E incluso más. En los libros de cuentas Celestiales se registran todos nuestros actos de bondad. No pasa lo mismo aquí abajo, en este mundo. Aquí, los actos más públicos reciben todo el reconocimiento. O los actos más grandes. Si tenemos suerte, nuestra familia dice gracias por la cena o por comprarles ropa o por cuidarlos de alguna otra forma. Nadie dice: “Muchas gracias por cambiar el rollo de papel higiénico. Realmente lo aprecio”. Y así, por más tonto que parezca, este es en realidad un acto de bondad más grande. Porque no hay valoración pública, ni siquiera privada. Y, sin embargo, es un acto de bondad para todos los miembros de la familia (y para todos los asistentes al restaurante mencionado anteriormente).

Se nos enseña que el pueblo judío es una nación que se caracteriza por ser bondadosa. Esto se manifiesta en todas las formas en que damos a los demás. Si tenemos una celebración familiar, podemos pedir prestadas sillas, mesas, manteles, centros de mesa o vestidos. Si alguien acaba de dar a luz, le preparamos comida y le compramos alimentos o pañales. Si alguien hace shivá, hay una organización que lleva sillas y libros de rezos mientras que otros les preparan la cena. La lista continúa. Debido a que hay tanta bondad, podemos olvidarnos de las cosas pequeñas: las sonrisas, los saludos amigables, un deseo de feliz cumpleaños, una llamada o un email para saludar. E incluso cambiar el rollo de papel higiénico…

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