La fórmula mágica para educar a tus hijos

Los más vistos

2 min de lectura

¿Cómo pasar de ser padres hiperactivos a ser padres tranquilos?

Desde la “educación sobreprotectora” a la más reciente “educación hiperactiva”, desde el Dr. Spock al Dr. Brazelton y más, desde la “educación permisiva” de los años sesenta a las “madres tigre”, siempre ha habido tendencias en la educación de los hijos.

Y la mayoría de estas tendencias comparten dos similitudes importantes. (1) Son frecuentemente llevadas a extremos y usadas en exceso, por lo general dañando emocionalmente al niño y simplemente agotando a los padres, y (2) A menudo son productos del deseo de un pensamiento mágico.

Si puedo encontrar la estrategia de educación adecuada (la única, la verdadera, la mejor), entonces mis hijos serán perfectos en carácter, en obediencia, en calificaciones escolares y aceptación en la universidad, en cumplir sus (¿mis?) aspiraciones profesionales y en casarse bien y educar a mis nietos soñados.

Puede que no lo verbalicemos así, pero esta es la forma en que muchos de nosotros nos lo imaginamos. Esto es lo que se esconde debajo de la nueva clase, libro, disco o seminario de educación, el deseo de encontrar un gurú en educación de niños a cuyos pies podamos sentarnos, cuyas palabras podamos absorber y cuya estrategia podamos utilizar con éxito.

Yo no estoy sugiriendo que las clases o libros de educación no tengan sentido. Todos podríamos usar algunas herramientas para enfrentar las noches en vela, los berrinches, el entrenamiento para ir al baño, el primer día de escuela (¡y todos los que siguen!), y ese tormento conocido como “adolescencia”.

Pero tenemos que recordar que son sólo herramientas, no pociones mágicas.

No existe una fórmula mágica, y hay mucho que simplemente no está bajo nuestro control.

 

Aquí va el secreto: No hay una estrategia de educación perfecta que asegure que todo lo que queremos para nuestros hijos se materializará exactamente de la forma en que lo queremos. No podemos protegerlos de los desafíos y las decepciones de la vida, y muchas veces no deberíamos rescatarlos ni siquiera cuando sí podríamos hacerlo. Cualquiera que te diga lo contrario es un charlatán.

Pero la verdad es que, aunque no lo creas, aceptar esta realidad puede ser liberador y puede mejorar nuestra forma de educar en lugar de empeorarla. Al hacerlo dejaremos de obsesionarnos con áreas sobre las cuales no tenemos control (¡básicamente todas!). Dejaremos de controlar excesivamente. Aprenderemos a ceder. A aceptar. Incluso es posible que nos relajemos (¡¿lo estoy llevando demasiado lejos?!). Seremos más amables con nuestros hijos. Pasaremos más tiempo de relajo con ellos, y menos tiempo orientado a hacer tareas determinadas.

Pero, ¿cómo podemos lograr esto? El primer paso es tomar conciencia, reconocer que nuestro control es limitado. Y el segundo paso es aprender a vivir con ello.

Una vez leí un articulo del New York Times sobre este tema, escrito por Pamela Druckerman (A Cure for Hyper-Parenting, Una cura para la educación hiperactiva), en el cual mencionaba una forma de ver la educación supuestamente inspirada en el budismo: “Compromiso total con el proceso, serenidad total con el resultado”. Yo no sé nada sobre budismo, pero esta filosofía ciertamente refleja el pensamiento judío. Yo tan sólo lo haría un poco más profundo, recordando que la serenidad es una consecuencia de saber que el resultado final está en manos de Dios. Él está a cargo.

Una vez que reconocemos esto, ya no necesitamos ese mágico libro de educación, sino sólo rezos y aceptación. Podemos cambiar y pasar de una “educación hiperactiva” a una educación tranquila. Esa es la única cosa que podemos controlar.

EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.