Las viudas entre nosotros

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Se nos advierte que debemos ser especialmente sensibles y atentos con las viudas. ¿Lo somos?

“Todas las mujeres justas fallecieron antes que sus esposos para que pudieran salvarse de la degradación de ser viudas”, sugiere uno de nuestros comentaristas después de la muerte de Sara, la esposa de Abraham.

No sé si hoy en día hay menos mujeres justas o si esta bendición ya no tiene aplicación, pero por lo general ahora las mujeres viven más que sus esposos y frecuentemente soportan todo el dolor, la soledad y otros sufrimientos de la viudez.

Hay muchos aspectos desafortunados del estado de viuda. El Midrash se refiere particularmente a la degradación, la humillación.

¿Qué implica esto y cuál es nuestra responsabilidad? Se nos advierte que debemos ser especialmente sensibles y atentos con las viudas. ¿Lo somos?

Hay algo seductor y poderoso de la vida en pareja. Las parejas buscan otras parejas. Las parejas a menudo definen la experiencia social. Salimos en grupos de números pares (¡Desde la Inglaterra victoriana en donde esto era de rigor para una cena festiva exitosa!). Incluso tenemos una expresión para esto: “Dos es compañía, tres son multitud”. No son exactamente palabras de bienvenida para las viudas en nuestras vidas.

¿Alguna vez no detenemos a pensar cómo se sienten todos los solteros que viven a nuestro alrededor —quienes aún no se casaron, los divorciados y las viudas? He escuchado historia tras historia, cada una más horrible que la anterior, de dolores tanto grandes como pequeños. Desde la viuda del rabino a quien la sinagoga desalojó de la casa, hasta la viuda a quien una supuesta amiga le dijo explícitamente en respuesta a una invitación para salir, que a ellos les gustaría salir con otra pareja. “Es que es mucho más cómodo para nosotros”.

Es increíble que las personas puedan ser tan crueles y desconsideradas. Pero las historias continúan: la viuda a la que le dijeron que no podía unirse a un paseo porque no querían ir apretujados con ella en el asiento trasero, y aquella a quien su desesperación la dejo a ella (y a los ahorros de toda su vida) susceptible a las artimañas de un estafador.

Sí, están los desprecios sociales que pueden llevar a una mujer a elegir quedarse en casa (¡imagina la cantidad de cenas pasadas a solas!) en vez de arriesgarse a un constante rechazo; y están las humillaciones financieras: descubrir que su situación no es tan prometedora como se había imaginado, la necesidad de acudir a otros para recibir ayuda, las respuestas nada serviciales, la pérdida de casas, estilos de vida, oportunidades.

Dentro de nuestra comunidad, hay algunas organizaciones maravillosas que luchan ayudando a las viudas. Pero a veces cuando hay una institución disponible para ayudar, como individuos nos sentimos menos obligados, menos responsables, menos inclinados a participar. No cumplimos nuestra parte individual. No podemos confiar en que una organización invite a una viuda a cenar o a pasar Shabat, a ir a una obra de teatro, a un concierto o una caminata por el parque. Para esas actividades necesitas tiempo individual y, todavía más importante, preocupación individual. Necesitas una amiga.

Ahora que las mujeres viven más años y significativamente más que sus esposos, de nosotros depende no sólo cumplir la prohibición de la Torá en contra de oprimir a una viuda sino dar pasos activos, ser amables, acercarnos a ellas antes de que ellas tengan que llamarnos, hacerlas parte de nuestras vidas y de nuestras familias. Y, más que nada, nunca hacerlas sentir “multitud”. Esta es una oportunidad para dar, y como con toda entrega, nosotros seremos los que más nos beneficiaremos.

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