Lo mejor de...

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Qué podemos aprender de las listas de ‘Top 10’ de fin de año.

Otra vez es la época… No, no me refiero a la época de las resoluciones o de las celebraciones desenfrenadas de fin de año. Cada año, cuando se acerca el 31 de diciembre, escritores y reporteros de todo tipo comienzan a compilar sus selecciones del año anterior, las mejores fotografías, las top 10 atajadas de fútbol americano, los 10 mejores libros, el hombre del año; la lista es interminable (¡haz clic aquí para ver la lista de AishLatino.com!), y lo que todas las listas tienen en común son los superlativos. Cada lista refleja los ‘top’ o los ‘mejores’ o los ‘favoritos’ o los ‘mejor evaluados’…

¿Por qué tiene que haber un sentido de ‘competencia’ en esto? Por qué no podemos solamente hacer listas de cosas que disfrutamos particularmente; recetas que me gustaron y quiero compartir, libros que disfruté leer y creo que tu también disfrutarás, fotografías que me gustó ver y creo que vale la pena que tú las veas, y así. ¿No sería eso mucho mejor? ¿No sería eso más relajante?

Vivimos en un mundo donde ya hay tanta presión; ¿Por qué agregar presión sugiriendo que cada experiencia tiene que ser la mejor? ¿No puede solamente disfrutarse? ¿Ser placentera? ¿Interesante? ¿Acaso el placer no puede estar en el hecho de compartir la experiencia con un ser querido en vez de tener que tachar un ítem de la lista de imperdibles de alguien?

Siempre me pongo nerviosa cuando alguien me dice cuán fantástico será un viaje en particular; eso eleva las expectativas, lo cual es proporcional al riesgo de decepción.

Y cuando todo tiene que “ser lo mejor” perdemos el sentido de discernimiento. Cuando voy a un espectáculo de Broadway siempre hay una ovación de pie. Créanme; no cada espectáculo o presentación la merece. Pero ya nos han preparado. Ya nos han dicho que estamos en el mejor espectáculo con los mejores actores con tantas nominaciones al premio Tony… por supuesto que vamos a seguir aplaudiendo. Es la mejor experiencia, ¿no?

Una de las lecciones de Januca (¿ya se nos olvidó?) y un principio fundamental del judaísmo es que no creemos en la competencia en el mundo físico, sino que solamente usamos la competencia en el mundo espiritual como una motivación para el crecimiento. No estoy compitiendo contra ustedes o contra cualquier otra persona. Ustedes no están siendo evaluados en relación a mí o a sus hermanos o a sus padres… y las parejas están construyendo algo juntos, ¡no tratando de ver quien llega ahí primero!

Es difícil escapar de esta competencia, liberarse. Está por todos lados, está a nuestro alrededor, y es la esencia de tantos programas de Reality Show de la televisión; desde el famoso “Survivor” hasta los programas de cocina contemporáneos y todos los programas de talento estilo American Idol. La competencia reina y, frecuentemente, de la peor manera.

El judaísmo, por el contrario, nos dice que nuestros logros en relación a los de otra persona son completamente irrelevantes. Dios solamente nos evalúa individualmente para determinar si estamos viviendo a la altura de nuestro potencial único. Él no compara nuestras acciones con las de nadie a nuestro alrededor. No sabemos cuáles son sus desafíos y ellos no están al tanto de nuestros demonios internos y luchas personales.

Si otra persona piensa que estamos intentándolo lo suficiente o que somos exitosos, en realidad no importa (¡me encantaría regresar y decirle eso a mi maestra de cuarto grado!). Lo único que cuenta es nuestra propia motivación, empuje y esfuerzo.

Así que sí, es tiempo de listas. Y a veces es divertido leerlas. Pero no queremos darles más importancia de la que merecen. Tenemos que reconocer que, al final de cuentas, las listas no tienen ningún sentido. Lo “mejor” de cada uno, sólo lo conoce el individuo y su Creador.

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