Nunca me rendiré

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Viviendo como un soldado de las Fuerzas Especiales.

Nunca me rendiré. Yo persevero y progreso en la adversidad. Mi nación espera que sea físicamente más duro y mentalmente más fuerte que mis enemigos. Si me derriban, me levantaré, cada vez. Utilizaré cada gramo de fuerza restante para proteger a mis compañeros de equipo y para cumplir nuestra misión. Nunca estoy fuera de la pelea”.

Marcus Luttrell cita este código de las Fuerzas de Operaciones Especiales de la Marina de Estados Unidos en el prólogo de su libro, Lone Survivor (Sobreviviente solitario). No leí los detalles de la batalla en la cual él fue el único sobreviviente, pero lo que sí leí fue la descripción del riguroso proceso de entrenamiento que atravesó. No podemos ni siquiera imaginar las demandas que les hacen a estos jóvenes, tanto físicas como mentales. Y ellos tampoco.

Y ese es todo el punto. Ellos no se dan cuenta de lo mucho que son capaces de lograr. Sólo este riguroso (en realidad “riguroso” en este caso es un término demasiado suave) entrenamiento les permite vislumbrar su potencial, su fuerza y su determinación.

Al tener éxito, a pesar del agotamiento y a pesar de ser presionados aparentemente más allá de sus límites, pueden vislumbrar su poder real, la verdadera posibilidad inherente que hay dentro de ellos. Y esto es un gran regalo.

Son adoctrinados con el mantra (y lo interiorizan en un nivel muy profundo) de que ellos nunca se rendirán, sin importar lo que pase (y “lo que pase” puede ser bastante brutal).

Son motivados para tener éxito, y rendirse no es una opción. No es un debate interno; simplemente siguen esforzándose.

La mayoría de nosotros no podemos ni siquiera imaginar lo que ellos deben atravesar. Nos falta el aire cuando subimos demasiadas escaleras. Abandonamos proyectos cuando nos enfrentamos al primer obstáculo. No tenemos el coraje o la determinación y no entendemos nuestro propio potencial. Podemos aprender eso de las Fuerzas Especiales de la Marina.

Pero creo que también podemos aprender algo más profundo. La mayoría de nuestras pruebas no son físicas. Rara vez se nos pide hacer 80 abdominales, zambullirnos en agua congelada para rescatar llaves desde el fondo de la piscina, correr dos millas, etc., etc., etc.… Nuestras pruebas son emocionales, psicológicas, espirituales.

Y es ahí donde los soldados de las Fuerzas Especiales de la Marina son más exitosos. A pesar de que cada recluta exitoso ha vivido con un severo régimen físico, su éxito se debe menos a su proeza física y más a su estado mental. Él se ha dicho a sí mismo que nunca se rendirá.

Y eso es lo que debemos decirnos a nosotros mismos cuando la vida nos presenta desafíos, cuando nos sentimos desanimados, cuando queremos rendirnos. “Yo nunca me rendiré”. “Yo tengo la fortaleza física necesaria para sobrepasar este desafío, e incluso para salir fortalecido al final”

A través de las pruebas, duchas congeladas y carreras, los soldados de las Fuerzas Especiales de la Marina descubren sus verdaderas fortalezas. Lo mismo ocurrió con nuestro patriarca Abraham. Él se enfrentó a diez pruebas, no de naturaleza física sino de naturaleza espiritual. Ellas le permitieron probar su coraje espiritual, descubrir cuáles eran sus prioridades, emplear su energía y determinación para servir a Dios. Se convirtió en un ser humano más completo, cuya confianza en Dios se vio profundizada y materializada a través de estas pruebas.

Muy pocos de nosotros somos o seremos alguna vez de las Fuerzas Especiales de la Marina, y ninguno de nosotros es Abraham. Pero ambos nos enseñan sobre nuestro propio potencial latente. Tenemos la habilidad de ser igualmente determinados, igualmente motivados, de luchar hasta el final. Debemos tomar ese poder y usarlo para desarrollar nuestra relación con Dios y con el pueblo judío. Sí, tendremos desafíos en el camino, algunos de ellos serán realmente duros y dolorosos. Pero me gusta pensar que puedo ser como uno de los soldados de las Fuerzas Especiales de la Marina. No permitiré que los desafíos me quiebren. Los utilizaré para fortalecerme. Como los soldados de las Fuerzas Especiales de la Marina, no me rendiré. Me mantendré en la pelea. Sacaré mi fuerza para trabajar en mi relación con Dios y con el pueblo judío, para crecer y ser mejor. No son las montañas de Afganistán, pero es mi campo de batalla.

A veces pienso que es demasiado. Quiero decirle a Dios, “No soy quien crees que soy. Esta prueba es demasiado difícil para mí”. Pero entonces leo sobre las Fuerzas Especiales de la Marina. Y si ellos pueden aplicar todos sus recursos para servir a su país bajo las circunstancias más adversas, entonces, yo ciertamente puedo hacer lo mismo para servir a mi Creador.

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