Presumir con las calcomanías del auto

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Tenemos que enseñarles a nuestros hijos que la autoestima se genera internamente.

Hace poco leí y releí un excelente artículo llamado: “Sé en vez de presumir”, por Elizabeth Richardson Rau. La Srta. Rau analiza las presuntuosas calcomanías que adornan la parte trasera de los autos de muchos padres. “Mi hijo es un estudiante de honor en…”. Ella afirma que los niños deberían sentir placer por el logro y no por la alabanza de otras personas (¡especialmente de los extraños que ven la información a través de sus parabrisas!).

Estoy totalmente de acuerdo. Queremos enseñarles a nuestros hijos que la autoestima se genera internamente y no llega desde el exterior. No queremos que se acostumbren a depender de los elogios de los demás, porque, ¿qué harán esos mismos niños cuando llegue el día terrible en el cual alguien los critique, en el cual no ganen la elección para el consejo de estudiantes o no consigan el internado que tanto deseaban? No tendrán la capacidad de enfrentar el desafío. Los habremos decepcionado. Esta es una desventaja significativa de estas proclamaciones públicas.

Pero el tema no termina allí. Nadie es perfecto. Los adultos y los padres no somos perfectos, ¡y sin ninguna duda tampoco lo son los adolescentes! Elizabeth Rau menciona la clase de calcomanías honesta que ella pondría en su auto: “¡La habitación de mi hijo huele como el armario de un gimnasio!” o “Suspendido por tener cigarrillos en la mochila”. Todos podemos aportar nuestras propias frases, comenzando con: “Esta mañana mi hija ignoró los deseos de sus padres”, “Se puso los jeans que le dije que estaban demasiado rotos para la escuela”, “Cuando le hablo contesta con un gruñido en vez de palabras”, “Intenté hablarle y se salió de sus casillas”.

Es cierto, en verdad no pondríamos eso en nuestra miniván y sí, es bueno enfocarse en lo positivo y no en lo negativo, pero todos necesitamos reconocer la realidad. Que las personas que nos rodean sean percibidas como “perfectas” es algo dañino tanto para mí como padre como también para mi hijo. ¿Acaso mi hijo es el único complicado? ¿Es mi adolescente el único que responde mal, da portazos y no hace su tarea? Por supuesto que no. Pero esas calcomanías se impregnan en nuestro subconsciente y afectan la manera en que juzgamos a nuestros hijos y a nosotros mismos. Y eso es dañino.

Hay otro problema más con estas calcomanías. ¿Quién dijo que estar en la lista de honor es un logro, por lo menos para el niño en cuestión? Para algunos definitivamente lo es. Trabajan duro, estudian, repasan y vuelven a estudiar. Si tienen éxito se debe a la gran inversión de tiempo y energía y por cierto merecen el reconocimiento de sus padres y maestros (pero vuelvo a repetirlo: no necesariamente de los extraños que viajan detrás de ellos en la ruta). ¿Pero que hay del niño que no se esfuerza, que recibió un don y obtiene excelentes calificaciones con el mínimo esfuerzo? ¿También él merece una calcomanía alabando sus logros? Sin ninguna duda en menor medida.

Y, finalmente, creo que el otro problema grave de esta moda es que presumir no es una buena cualidad personal; no es algo que queremos inculcar a nuestros hijos. Sus logros deberían ser celebrados en privado, con un sentido de dignidad y humildad. Ellos deberían apreciar los regalos que Dios les dio y nosotros deberíamos darles el crédito por aprovecharlos para bien. Pero todo ese esfuerzo disminuye cuando se transforma en jactancia.

Si trabajamos duro y tuvimos éxito, queremos detenernos y agradecer a nuestros padres que nos ayudaron y a Dios que nos dio la capacidad de esforzarnos y tener éxito. Queremos que nuestros hijos reconozcan que la vida no se limita a ellos mismos y que él éxito académico es un regalo y un privilegio. Eso solamente puede transmitirse en privado y con un sentido de gratitud al Creador. Queremos que nuestros hijos aprendan lo que es la humildad y que caminen por el mundo con un sentido de valoración y empatía. En la tradición judía, elogiamos la bondad que se hace sin pensar en el reconocimiento. Alabamos las contribuciones benéficas entregadas de forma anónima, sin ningún foco en el donante. Este sentido de humildad debería estar presente en todos nuestros actos. La única alabanza que deseamos es la del Creador… ¡Y Él no usa calcomanías para comunicarse con nosotros!

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