Una serie de eventos fortuitos

2 min de lectura

Durante nuestro viaje a Suiza vimos la mano de Dios.

Los judíos creyentes saben que Dios maneja el mundo. Su mano está en todo lo que ocurre. Y si bien esto siempre es cierto, a veces es más evidente.

Y así fue en nuestro reciente viaje a Suiza. Habíamos hecho una reservación en un hotel casher para Shabat, pero, cuando llamamos unos días antes de nuestro viaje para confirmar, nos dijeron que el hotel había cerrado (¡¿alguien nos iba a informar?!).

Pueden imaginar nuestra frustración. Habíamos planeado nuestro viaje esperando ansiosamente un ambiente apropiado para Shabat, sin mencionar algo de comida caliente. Apretamos los dientes y comenzamos a buscar una solución.

Recordamos que habíamos visto un anuncio en una popular revista judía y buscamos en nuestra casa una copia de ella (¡hay veces en las que botar las revistas viejas es una desventaja!). Encontramos el hotel casher en Wengen ¿Dónde? Nunca habíamos escuchado acerca de este lugar, pero dadas las circunstancias, no teníamos muchas opciones. Así que desviamos nuestro viaje y reservamos nuestro hospedaje para Shabat, impulsados solamente por el prospecto de la anteriormente mencionada comida caliente.

Aquí es donde la intervención de Dios se hizo evidente. Wengen es sin duda el lugar más hermoso en el que he estado, o que he visto. Está en la parte alta de un hermoso valle, sobre la ciudad de Lauterbrunnen que tiene una infinidad de cascadas que corren por los escarpados acantilados, y está rodeado por los majestuosos Alpes. Pensamos todo el tiempo que se veía demasiado bueno como para ser verdad y que estábamos viviendo dentro de algún tipo de fantasía de postal.

Y lo mejor de todo, podíamos contemplar todo esto desde el balcón de nuestro hotel (casher). El hotel era una magnifica propiedad antigua que en su más reciente encarnación había sido un Club Med. Ahora era rentada por judíos observantes durante ocho semanas en el verano. Mientras miraba el cuarto lleno de hombres de negro y mujeres vestidas modestamente, no podía evitar maravillarme ante el contraste. Si los Club Med están siendo infestados por judíos religiosos, ¡el Mesías debe estar en camino!

Antes de Shabat, bajamos al valle y recorrimos algunas de las cascadas. Observamos hermosas puestas de sol y contemplamos asombrados en silencio. En Shabat, caminamos para arriba y para abajo para arriba y para abajo (¡tengo los adoloridos músculos de las piernas para probarlo!) por numerosos senderos, observamos el maravilloso entorno desde todos los ángulos, era impresionante.

No queríamos que terminara Shabat, y aquí Dios fue igualmente servicial ¡ya que no se acabó sino hasta cerca de las 10:30 p.m.!

Nos fuimos al día siguiente hacia la ciudad de Lucerna, también hermosa a su manera. Los increíbles paisajes permanecen en nuestra memoria y sentimos una enorme gratitud tanto por el espectacular panorama como por la fortuita serie de eventos (aunque no parecía así en un principio) que nos llevaron allí.

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