Evaluado

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¿Es mi hijo normal?

La escuela de mi hijo quiere que él sea evaluado.

En la escuela, cuando tocas la cara de tu amigo, es inapropiado. Cuando abres y cierras los cajones, no se llama “hacer música”; se llama insolencia. Cuando no puedes permanecer sentado y estás más interesado en contar tus propias historias que en escuchar las del profesor, se llama problema.

Ellos piensan que él está perturbado. Ellos me dicen que él vive en un mundo de fantasía.

Pero en casa, cuando pone su cara cerca de la mía y presiona su nariz contra la mía, yo estoy encantada. Cuando escurre sus manos en mis mangas y aprieta mis brazos, yo lo levanto en mi regazo e intercambiamos historias. Me maravillo con su imaginación, y entró fácilmente en su mundo de gente extraña y lugares lejanos, un mundo en el que el misterio está incrustado en cada roca.

Yo llamo a eso “creatividad”.

En la casa, él abre y cierra todos los cajones. Él está constantemente explorando. Mi esposo lo llama “manos curiosas”. Él esta fascinado con cómo funcionan las cosas y constantemente nos pregunta acerca de la electricidad, cómo las baterías hacen que anden las cosas, y si los aviones utilizan gasolina.

En la mesa, cuando él juega con el pelo de su hermana y patea su silla, nosotros le decimos que tiene hormigas en sus pantalones. A veces, también da vuelta su jugo. Nosotros llamamos a esto “tener cinco años de edad”.

Al final del año preescolar, recibí un sobre gordo con el reporte de la escuela. Según ellos, yo veo un niño diferente. Mi corazón se calcifica, y cada respiro requiere un esfuerzo.

La escuela de mi hijo quiere que él sea evaluado. Ahora cada interacción es medida. Yo estoy asediada de dudas. Me pregunto a mí misma repetidamente “¿Es esto normal?”. “¿Es esto normal?”.

Yo recuerdo la camiseta que me regaló mi tía abuela, tenía inscrita las palabras “normal es aburrido” ¿Acaso fui yo la que corrompió a mi hijo con mi propio desagrado por lo ordinario? Tal vez yo también estoy distorsionada porque yo también me fascino con sus historias. Tal vez todos lo estamos. Tal vez todos en nuestra familia han caído bajo un peligroso hechizo, y estamos embrujados por sus encantos.

No estoy preparada para ver a mi hijo desde afuera y darle una etiqueta.

Yo quiero creer en la verdad de mi propia experiencia con mi hijo. Pero la petición de la escuela ha roto el hechizo. Mi boca está llena de un sabor químico y extraño. Las palabras de los profesores me abruman. No estoy preparada para ver a mi hijo desde afuera.

Cada parte de mí se revela en contra de realizar esta evaluación. Pensamientos locos se cruzan por mi cabeza. Voy a proteger a mi hijo de ser etiquetado. Voy a enseñarle en mi casa y no en el colegio. Voy a renunciar a mi carrera, una carrera que es más llamadas que trabajo.

Sin embargo este niño pertenece al mundo. Se va de la casa fácilmente, sin siquiera mirar atrás. Él quiere tomar su lugar en el colegio. Es mucho más que sólo el bebé de mamá.

Sólo que en el colegio no se queda quieto. Golpea su silla. No mantiene sus manos cerca de él. Tiene problemas para hacer amigos, porque no todos los niños aprecian su afecto descontrolado. La mayoría de los niños de cinco años no ponen sus brazos alrededor de los hombros de sus amigos y los llevan a jugar.

Me gustaría crear de alguna manera una realidad alternativa – un lugar en el que los niños de cinco años pudieran jugar libres como ellos elijan. Sin embargo, la única cosa que aprendí como madre es que sólo puedo crear el mundo dentro de nuestro hogar. Una vez que mis hijos salen de la casa, deben estar preparados para enfrentarse a una realidad diferente.

Sin esta evaluación, él será un objetivo fácil para la frustración de un profesor. Él siempre será considerado obstinado y revoltoso.

Entonces hice un par de llamadas telefónicas, buscando a un profesional que pudiera distinguir entre las payasadas de un niño talentoso y amante de la diversión, y de uno perturbado. Esta investigación es mi regalo para él. Yo quiero encontrar a alguien cuyos ojos aún brillen con la magia de la niñez. Yo quiero encontrar a alguien que lo vea como mucho más que un problema. Sólo así pediría una hora.

A fines de este verano, él se sentará frente a un extraño que le hará pruebas, y cada una de sus palabras decidirá qué cuadrado es chequeado. Al final de su reunión, se le dará otro nombre, un nombre que no podremos elegir nosotros.

Yo te prometo hijo mío que en nuestra casa, este nuevo nombre no se utilizará. No voy a permitir que una evaluación cambie la manera en que percibo a mi hijo. En nuestro hogar, él siempre será respetado. Voy a continuar viendo sus payasadas como alegría, y su toque gentil como amor.

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