El Amor no es un Lujo

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El amor por nuestros hijos – y nuestra habilidad para expresar ese amor – es lo que finalmente los construye o los destruye.

Mi hija llega hambrienta del jardín de infantes; le doy de comer. Mi otra hija está llorando; la levanto y me abrazo con ella en el sofá. Mi hijo de tercer año de primaria entra corriendo desde el jardín con una rodilla raspada; le pongo un poco de crema antibiótica, la cubro con un parche curita y sello todo con un beso.

Si echaras un vistazo a la lista de tareas de madre que realizo durante el curso de un día promedio, podrías pensar que soy totalmente reemplazable. Contrata una niñera conciente, un chef relativamente bueno, una sirvienta, y una enfermera amorosa para las emergencias y mis hijos estarían bien.

Por 50 años, el movimiento kibutziano israelí intentó hacer justamente eso. Los niños de un kibutz comían cenas nutritivas en un comedor comunitario, eran cuidados después de la escuela por un devoto y cuidadosamente entrenado grupo de miembros del kibutz y dormían en una "casa de niños" comunitaria, equipada con un intercomunicador de última tecnología, para que ellos pudieran alertar al miembro del kibutz de turno, si tenían una pesadilla en la mitad de la noche.

Los resultados fueron trágicos. Decenas de estudios académicos hechos a niños de kibutz han revelado que más de la mitad de ellos han crecido para llegar a ser adultos que sufren de traumas y serios desordenes psicológicos.

¿El diagnóstico? Severa falta de amor.

El Rabino Lawrence Kelemen, especialista en educación de la Universidad de Harvard y autor del aclamado libro "To Kindle a Soul: Ancient Wisdom for Modern Parents and Teachers" (Leviatan Press) detalla como la intangible emoción del amor y cercana relación que genera entre padres y sus hijos, influencia a los niños dramática y permanentemente.

El Rabino Kelemen cita una gran cantidad de estudios académicos que demuestran que el amor de un padre es un prerrequisito básico para un sano desarrollo humano. Más que su coeficiente intelectual, o sus amigos, o las escuelas a las que los enviamos, al final es nuestro amor por nuestros hijos y nuestra habilidad para expresar ese amor lo que los construye o los destruye.

Un caballo o gato recién nacidos, por ejemplo, pueden caminar muy poco después de su nacimiento. Pero para alcanzar el nivel de autosuficiencia que la mayoría de los animales posee al momento de su nacimiento, los seres humanos necesitan nueve meses adicionales fuera del vientre materno.

En 1998, el Dr. Michael Orlans, miembro fundador y ejecutivo de la Asociación Americana de Psicoterapia, explicó que durante estos nueve meses el factor más importante en el desarrollo del cerebro es "rutinas interactivas entre cuidador e infante".

O, como lo explica el Rabino Kelemen, "los niños hacen su conexión final cuando los queremos".

El impacto de nuestro amor en el desarrollo de nuestros hijos, expresado a través de la atención y el afecto que les proveemos, no debe disminuir cuando nuestros bebes crecen para ser niños y los niños crecen a adolescentes. Nuestros hijos seguirán anhelando la sensación de seguridad y confianza (conocida como "apego seguro") cultivada por la atención cuidadosa de un padre a sus necesidades, ya sea a través de dar una mamadera de leche tibia a nuestro bebé, leer una historia a nuestro hijo de seis años, o dejar de hablar por teléfono para escuchar las aventuras de tu hijo en la escuela.

Proveer la gran cantidad y calidad de atención que los niños necesitan nos consume mucho tiempo, es demandante y a menudo requiere una completa reestructuración de prioridades.

Además, vale la pena hacerlo. Una atención de calidad es uno de los regalos más importantes que le darás alguna vez a tu hijo.

Estudios recientes en prestigiosas universidades confirman que niños criados por padres sensibles y atentos a sus necesidades tienen seis veces más probabilidad de evitar serios desordenes psicológicos mas adelante en su vida, tienen el doble de probabilidades de ser adultos con la autoestima elevada, y tienen también mayor probabilidad de ser adultos independientes, confiados, y prósperos.

Enviar a Alguien Tu Amor

El próximo ingrediente en la creación de niños sanos es el afecto: los abrazos, los besos, las adorables miradas que expresan cuanto quieres a tu hijo.

Varias investigaciones han mostrado que niños que son criados en ambientes familiares afectuosos tienen mayor probabilidad de convertirse en personas afectuosas, empáticas y generosas. Tienen un 30% más de probabilidad de casarse y mantenerse casados. Lo más impactante de todo, la psicóloga Joan McCord, quien fue presidenta de la Sociedad Americana de Criminología, fue capaz de predecir con un impresionante 92% de exactitud, si un niño al crecer sería o no un criminal, basándose exclusivamente en el nivel de afecto que cierto niño había recibido de su madre.

El Rabino Kelemen afirma acerca de todos estos hallazgos, "El amor no es un lujo. Si juntamos los ingredientes básicos del amor – atención y afecto – ellos pueden constituir los factores más importantes en el desarrollo humano".

En el libro "To Kindle a Soul" encontramos hallazgos impresionantes que se relacionan con las consecuencias de salud a largo plazo del amor de los padres a sus hijos. En los años 50, investigadores de la Universidad de Harvard pidieron a estudiantes que clasificaran la relación que tenían con sus padres como "Muy Cercana", "Cálida y Amistosa", "Tolerante" o "Tensa y Fría". 35 años más tarde, los investigadores descubrieron que un sorpresivo 100% de las personas que habían calificado la relación con sus padres como "Tensa y Fría" sufrían de condiciones críticas de salud (tales como enfermedades al corazón, úlceras intestinales y alcoholismo). Esto contrasta con sólo un 47% de las personas que calificaron la relación con sus padres como "Muy Cercana" o "Cálida y Amistosa" que sufrieron alguna condición de salud. El equipo investigador concluyó que sentirse querido por los padres promueve funciones inmunológicas que durarán toda la vida, y además una buena salud.

Por lo tanto, la próxima vez que tomes a tu bebé en brazos cuando esté llorando, prepares alguna de las comidas para tus hijos o cubras una rodilla raspada con un parche curita y la selles con un beso, recuerda que estás haciendo algo de tremenda importancia. Estas pequeñas y diarias expresiones de amor, atención y afecto hacia tus hijos tienen un impacto positivo de larga duración.

Es cierto – nunca pondrías estas responsabilidades que tienes como madre en tu Curriculum, harías alarde de ellas con tus colegas o incluso con las madres que te encuentras en el parque donde llevas a jugar a los niños. Pero los momentos, los días, y los años que dedicas a tus hijos, están entre los más importantes de tu vida.

Son con certeza la inversión más segura que harás en la vida, con la mayor posibilidad de recompensa. Un próspero ser humano.

 

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