Una Lección Sobre Autoestima

5 min de lectura

Enseñándole a nuestros hijos quiénes son y qué los hace especiales.

Querida Slovie:

Mi hijo de 12 años, Zack, está en séptimo grado. En su escuela hay una pandilla de niños “populares” que han comenzado a tener fiestas de Bar/Bat Mitzvá. Mi hijo, a pesar de ser amable, divertido, inteligente y cariñoso, siempre tiene problemas para hacer amigos porque es tímido en sociedad. Le resulta difícil ser social y no es invitado a la mayoría de esas fiestas. La mayoría de los niños regalan remeras en sus fiestas. El lunes, después de las fiestas, todos los niños que participaron en ellas llegan a la escuela vistiendo las remeras. Muchos lunes mi hijo vuelve a casa triste.

El último sábado por la noche, mi hijo fue a una fiesta de un niño cuyo padre hace negocios con mi marido (lo que es el motivo real de la invitación, ya que el chico no habla con mi hijo). Cuando llegó el lunes a la mañana vino mi marido y le dijo a Zack que no podía usar la remera en la escuela porque él recordaba las lecciones que tú nos enseñaste sobre inculcarles compasión a nuestros hijos. Le dijimos que así como sus sentimientos fueron heridos tantos lunes, otros niños serán heridos ahora. Y además, sería jactarse de haber participado en el Bar Mitzvá de un niño popular. Él escuchó pero no estaba nada feliz. Cuando volvió a casa dijo que todos los niños que vistieron sus remeras ya habían hecho que los otros se sintieran mal, entonces ¿Por qué él no podía usar la suya? Le dije que más allá de lo que hicieron los otros él sabía que no les había causado dolor a los demás.

 Siento que fue una experiencia de las que moldean el carácter, una experiencia constructiva que algún día entenderá. Pero por favor, hazme saber si hice lo correcto.

 Amy.

 Cuando leí este e-mail, tuve que pausar por un momento. Estaba increíblemente conmovida por la valiente determinación de esta madre a enseñar a su hijo una lección sobre compasión. Después de todo, ¿no querrían todos los padres que sus hijos finalmente “sean aceptados” y usen la “remera correcta”? Pero la verdad es que esta madre no sólo le enseñó a su hijo a abrir su corazón, sino que también le dio el regalo de la autoestima.

Esa noche, más tarde, Amy y yo hablamos.

“Lo primero que quiero que hagas”, comencé, “es sentarte con tu hijo para conversar. Dile lo orgullosa que estás por cómo respetó tu decisión, a pesar de que acatarla era muy difícil para él”. Muy a menudo criticamos a nuestros hijos pero nos rehusamos a decirles lo orgullosos que estamos de ellos.

“Luego, me gustaría que le expliques a Zack que cuando él se sienta herido por otros, debería tratar de recordar siempre ese sentimiento para que nunca le cause dolor a otros. Sería mucho más fácil, por supuesto, simplemente olvidar a los niños que están tristes y seguir adelante. ¿Pero qué pasa luego? Estás actuando como los que te lastiman a ti. El objetivo de atravesar una experiencia no es volverse insensible, sino crecer a partir de la misma y convertirse en un ser humano más amable y compasivo. De esa manera, sabes bien adentro que has tomado el camino más elevado, y ese es el mejor camino para tomar”.

“Esa es exactamente la lección que quería darle a Zack”, dijo Amy.

¿Eres solamente tan bueno como la marca de tu camisa?  

 

“Pero ésta es la lección más importante de todas”, agregué. “Piensa sobre ésto y pregúntale a Zack. Si esos chicos están siendo agradables con él y lo incluyen solamente cuando usa la remera “de onda”, ¿Qué clase de amigos son? ¿Qué pasa la semana siguiente, cuando vuelve el lunes a la mañana sin la remera correcta? ¿Lo van a dejar de lado de nuevo porque no estuvo en la fiesta del fin de semana? Si alguien es tu amigo sólo por la marca de tu camisa, ¿es un amigo verdadero? Y luego, si pierdes la etiqueta de la marca, ¿Pierdes tus amigos? ¿Pierdes tu sentido de identidad? ¿Eres solamente tan bueno como la remera que llevas puesta? Pregúntate: sin esta camisa, ¿Quién soy?”.

“Nunca lo vi desde ese punto de vista”, respondió Amy.

Ángeles en la Tierra

 “Escucha, Amy, quiero contarte una historia, y quiero que relaciones la historia con Zack. Cuando mis hijos eran pequeños íbamos seguido a la casa de mis padres para Shabat. Mis hermanos también venían, con todos sus pequeños, y aunque no había mucho espacio, la casa se llenaba con muchísimas risas y amor. El viernes a la noche, después de terminar la comida, todos los primos se reunían y le pedían a mi madre que contara una historia. ‘Abu, ¿puedes contarnos de cuando eras pequeña?’, decían.

No importaba cuán exhausta estuviera, mi madre se sentaba con sus nietos alrededor, esperando escuchar uno de los cuentos de la abuela.

Una de las historias más pedidas por mis hijos era la descripción de mi madre de Shabat en Bergen-Belsen. Cada semana, mi Zeide, mi abuelo, separaba su miserable porción de pan duro. Cuando llegaba el viernes a la noche, Zeide juntaba a sus hijos cerca de él, juntos con Mami, mi abuela.

‘Cierra tus ojos, kinderlaj’, suspiraba Zeide. ‘Imagina que estás en casa y que las velas de Shabat están encendidas. Las flamas bailan y la jalá de Mami está caliente. La casa está llena de luz’. Zeide sacaba sus migas escondidas y las compartía con nosotros.

Después, Zeide comenzaba a canturrear ‘Shalom Alejem’, la plegaria que decimos para darles la bienvenida a los ángeles a nuestra casa. Durante esos pocos minutos estábamos de nuevo en casa, lejos de la oscuridad. En una ocasión, mi hermano pequeño gritó: ‘¡Tati, estás dándoles la bienvenida a los ángeles pero yo no veo ningún ángel aquí!’ Zeide comenzó a llorar. Nos miró y dijo: ‘Ustedes, mis preciosos hijos, ustedes son los ángeles’.

No es tu remera, tu i-Pod ni tu automóvil lo que te define. Son tu corazón, tu alma y tus acciones.

‘¿Y saben qué, mis hijos?’ preguntó mi madre. ‘Cada mañana tenía que pararme con un frío glacial para cuando pasaban lista. Estaba vestida con trapos, con la cabeza afeitada, cubierta de piojos. Estaba famélica. Miraba a los guardias nazis parados delante de mí con sus botas brillosas y sus uniformes elegantes, todos prolijos y perfectos. Pero para mí no tenían nada y yo tenía todo. Jamás hubiese querido ser uno de ellos. Prefería estar descalza y congelándome pero seguir siendo yo, la hija de Zeide y Mami, un ángel aquí en la tierra’”.

“Amy”, dije, “Ésta es tu oportunidad para enseñarle a Zack una increíble lección para la vida. No es tu remera, tu iPod, tus zapatillas o tu auto lo que te define. Son tu corazón, tu alma, tus acciones y cómo impactas en los demás lo que dice quién eres. Especialmente ahora, cuando todos estamos sintiendo la ‘crisis económica’, y no podemos darle a nuestros hijos tantas de las cosas que hubiésemos dado por sentado, necesitamos dar a nuestros hijos un sentido verdadero de lo que realmente importa en la vida. En realidad, ¿quién eres y qué es lo que te hace especial?”.

“No veo la hora de hablar con Zack”, dijo Amy. “Hay tanto que quiero compartir con él. Tienes razón, hemos estado sintiéndonos estresados por todas las presiones económicas… y sé que si le doy a Zack una idea de quién es, le estaré dando el regalo más grande que un padre le puede dar a un hijo”.

Recientemente recibí un email de Amy.

Querida Slovie:

 Acabo de dejar a Zack en la escuela. ¡Es lunes! Mientras se estaba bajando del auto, se dio vuelta y dijo: Mira mamá, allí están los niños con esas tontas remeras; y luego rió. Y yo también reí. Gracias por ayudarme a enseñarle a mi hijo una de las más grandes lecciones de su vida.

 Amy.

Depende de nosotros, los padres, que nos preguntemos: ¿Quién soy? ¿Qué es lo que me define? ¿Cómo se definen a sí mismos mis hijos? Si podemos descubrir nuestra identidad más allá de los vehículos que manejamos y de las etiquetas en nuestras espaldas, entonces podremos impartir a nuestros hijos un sentido de identidad. Ellos serán fuertes para escalar las montañas que traen los desafíos de la vida. Y esa es la ‘verdadera’ autoestima.

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