No le des sermones a tus hijos

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Habla poco, generalmente un pequeño gesto o una sola palabra es la mejor manera de comunicarse con los niños.

Nuestros sabios enseñan, “Di poco y haz mucho” (Ética de Nuestros Padres 1:15). Este es un principio muy efectivo para comunicarnos con nuestros hijos también. (*)

Sermonearlos, enseñarles moral y hablar hasta que nuestro rostro se torna azul no ayuda a que nuestros hijos mejoren su comportamiento. Una concisa declaración de nuestras creencias y después un silencio, pueden lograr todo lo que queremos en términos de educación. Las mejores lecciones son las silenciosas. Así como un gesto o una sola palabra muchas veces alcanzan para entregar nuestro mensaje.

Podemos evitar los largos discursos acusatorios:

¡Debes dejar de molestarla por su pelo! ¡El otro día tú también estabas enojada por lo mismo, pensé que serías un poco más sensible al respecto!”.

No es lindo comer con las manos. Debes tener buenos modales. Ese tenedor no esta ahí de adorno”.

Cuando queremos que nuestros niños dejen de molestar, podemos simplemente poner nuestro dedo en nuestros labios. Si queremos que nuestros niños se comporten en la mesa, podemos simplemente señalarles el tenedor. Levantar una sola ceja también es un gesto muy efectivo para detener un comportamiento irrespetuoso.

Podemos utilizar también una sola palabra. Un área muy útil y apropiada para utilizar esta técnica es cuando existe algún tipo de peligro. Cuando mis hijos juegan peligrosamente cerca de las velas de Shabat, en vez de decir: “¿¡Acaso están locos!? ¡Eso es muy peligroso! ¡Pueden provocar un incendio! ¡Pueden quemarse gravemente!”, yo simplemente exclamo: “¡Velas, las velas!”. Lo mismo si están jugando agresivamente cerca de las escaleras (“¡Las escaleras!”) y a veces, cuando sólo están jugando agresivamente (“¡Tu hermana!”).

También utilizo esta técnica como una forma suave de reproche. Por ejemplo, cuando uno de mis hijos no quiere compartir sus golosinas, en vez de optar por una extensa cátedra sobre comportamiento apropiado como: “Por favor, deberías compartir tus golosinas. No es lindo lo que estás haciendo. ¿Acaso no quieres ser bondadoso con tu hermana...?” yo simplemente digo “¡Jésed! (bondad)”. Si mis hijos están peleando, en vez de: “¿¡Podrían dejar de pelear de una vez por todas?!” yo digo “¡Shalom bait! (paz en el hogar)”. Las frases en hebreo son efectivas y sucintas, pero el método funciona incluso cuando las palabras no encapsulan un valor judío específico.

¿Qué pasa si tu hijo olvida siempre su almuerzo? Señala su bolso con el almuerzo y dile “Almuerzo”. ¿Se olvida de recoger la ropa sucia? Señala el montón de ropa sucia en el piso y dile “Ropa sucia”. ¿Habla irrespetuosamente? Levanta un ceja y dile “Kibud av vaem (honorar al padre y a la madre)”. Está bien, esas son tres palabras, pero entiendes la idea, ¿verdad? Tienes que darle un mensaje conciso.

Di poco. Utilizar un gesto y una sola palabra ahorra tiempo y energía. Y un bono agregado: les enseña a los niños a utilizar su sentido de intuición; los estimula a pensar y los hace actuar por voluntad propia.

Los niños pequeños pueden pensar: “¿Ella está apuntando las velas y está diciendo “las velas”? ¿De qué está hablando? Oh, yo estoy muy cerca de las velas y eso es peligroso. Mejor me muevo de aquí. Los niños más grandes pueden pensar “¿Jésed? ¿Acaso estoy siendo egoísta?”.

A los niños —especialmente a los adolescentes— les gusta esta técnica. La brevedad siempre es apreciada, particularmente cuando ellos saben que están actuando de manera inapropiada. También nos ayuda a nosotros los padres a mantener nuestra dignidad; es más fácil conseguir el respecto de nuestros hijos cuando evitamos los sermones, las lecciones de moral y los gritos que acompañan todo eso.


(*) Esta idea fue tomada del libro How To Talk So Kids Will Listen, de Adele Faber y Elaine Mazlish.

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