Reparando los Lazos

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El rezo es una poderosa herramienta para reparar nuestra relación con Dios y con el hombre.

Estamos en Tamuz. Con sólo escuchar el nombre de este mes se me hace un fuerte nudo en el estómago. Por más de 2000 años, los judíos han sabido que las tres semanas desde el 17 de Tamuz hasta el 9 de Av son un tiempo desfavorable para su nación. Es un tiempo en el que Dios retira el cuidado benevolente y compasivo que usualmente tiene sobre nosotros. Nuestra historia está llena de tragedias y exilios que comenzaron y tuvieron lugar durante este período, en el que cada año somos forzados a escuchar el mensaje: “Mis hijos, se han alejado de mí. Se han desviado. Sientan la distancia y lo que ésta genera, y vuelvan”.

El miedo que Tamuz inspira en mí es algo bueno. Tiene el objetivo de ser un catalizador de la acción, para curar y corregir. Se supone que debemos contemplar la conexión dañada entre Dios y nosotros, y tomar medidas tangibles para repararla.

Las relaciones necesitan constantemente palabras de amor y apreciación para mantenerse fuertes y desarrollarse. Nuestra relación con Dios no es diferente.

La clave para toda relación es la comunicación. Uno de los ingredientes más importantes para un matrimonio saludable es la habilidad para expresarle a nuestra pareja lo que hay en nuestro interior, ya sean sentimientos de gratitud, enojo o ansiedad. Los distanciamientos son oportunidades para trabajar juntos y llegar a un entendimiento. Al igual que una planta requiere agua y luz del sol para crecer, nuestros lazos, para mantenerse fuertes y desarrollarse, necesitan constantemente palabras de amor y apreciación.

Nuestra relación con Dios no es diferente; también requiere comunicación. Los rezos sistemáticos sirven como una guía crucial para expresarnos y conectarnos con nuestro Creador. Además de esto, en el corazón de cada ser humano existe una habilidad natural para hablar con Dios, en cualquier minuto del día. Donde sea que estés, tienes la habilidad para simplemente abrir tu boca y hablarle a Dios, tu Padre Celestial, Quien te ama.

Brian acostumbraba a ponerse extremadamente nervioso antes de las reuniones importantes de negocios. Se preocupaba mucho durante los días previos y no podía dormir la noche anterior. Los negocios fueron tomando velocidad y esas reuniones estresantes fueron cada vez más frecuentes. Brian se percató de que ya no podía seguir. Un día, vio una calcomanía en el parachoques de un auto que decía, “NO LE CUENTES A DIOS QUÉ TAN GRANDES SON TUS PROBLEMAS, CUÉNTALE A TUS PROBLEMAS QUÉ TAN GRANDE ES DIOS”. Decidió intentarlo.

Por primera vez en su vida, comenzó a hablarle a Dios. Explicaba por qué estaba nervioso por este negocio en particular, formulando todos los detalles de la otra compañía y sus decisiones. Expresaba su miedo por los beneficios y los riesgos que el negocio le sumaría a su propia compañía. “Dios, si es bueno, haz que esto funcione. Si no, haz que fracase”. Brian se sentía calmado cuando le expresaba estas cosas a Dios. Y pronto comenzó a tomar un minuto para agradecerle después de cada reunión, sintiendo la abundancia de bendiciones en su vida.

Las luces rojas del semáforo son un momento perfecto para reconectarse con Dios.

“¡Buenos días, Dios!”. “¡Dios, gracias por hacer arrancar mi auto!”. “¡¡¡Por favor Dios, ayúdame a llegar a la oficina antes que el jefe!!!”.

Una oración puede construir un puente entre tú y Él.

Amando a Otros Judíos

Estas tres semanas también son el tiempo para trabajar en reparar los lazos entre nosotros. El Talmud nos enseña que el Templo Sagrado fue destruido por el odio injustificado y la falta de respeto entre judíos.

Rezar por otro requiere de la apertura de tus ojos a su dificultad y dejar que su dolor fluya por tu corazón.

También esto puede ser reparado por medio de la plegaria. Hay un concepto que enseña que si alguien está en necesidad de algo y quiere desesperadamente que sus plegarias sean respondidas, debe rezar por otra persona que está en necesidad y de esta manera le responderán a él mismo primero. No es un intercambio comercial, es un cambio en el carácter. Para rezar por alguien más, necesito abrir mis ojos para ver su dificultad y dejar que su dolor fluya por mi corazón. Sus problemas se vuelven realidad, se vuelven míos y me instan a rogar por su rescate. Dios escucha este llanto de hermandad y se conmueve porque ve que yo mismo me he conmovido. Me he vuelto una persona más compasiva, y por consiguiente más merecedora de la intervención Divina en mi propia vida.

El rabino Levi Yitzhak de Berditchev tenía una política: si alguien lo lastimaba, rezaba por esa persona. Su teoría era que si alguien estaba equivocado, no había razón para enojarse con él, sino que se apiadaba de él. Le pedía a Dios que ayudara a esta persona a aprender y a cambiar, para que eventualmente tuviera una vida más satisfactoria.

Todos conocemos a alguien con escasas habilidades sociales. Puede ser realmente irritante cuando dicen la cosa equivocada en el momento equivocado, o cuando insisten en que las cosas sean hechas a su manera. Pero si pudiéramos detenernos y pensar en la triste vida que esta persona lleva producto de esta desventaja social, podríamos llegar a sentir compasión e interceder en su beneficio.

Es Tamuz. Mostrémosle a Dios que queremos estar cerca de Él. Convirtamos nuestra vida cotidiana en un escenario para conectarnos con Él. Utilicemos la plegaria para acercarnos a nuestros seres queridos y a los no tan queridos. Quizás este sea el último Tamuz que pasemos en el exilio, lejos de Dios.

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