Bein Hametzarim: una introducción a las 'Tres Semanas'

11/06/2023

4 min de lectura

Una breve introducción al período de tres semanas de duelo nacional.

El período de las Tres Semanas, que abarcan desde el momento del sitio inicial de la antigua Jerusalem hasta la destrucción de la ciudad y su Templo, se llama Bein HaMetzarim (en un sitio estrecho), por un versículo del libro de Lamentaciones. La expresión también se traduce como “entre los pasos estrechos”, para indicar el lugar vulnerable entre dos porciones de tierra que connota desolación, exposición y dificultades.

Por estos espacios estrechos debemos cruzar para llegar de un lugar a otro, pero por lo general no se consideran un lugar de destino. Ellos aluden al exilio y al destierro, un lugar que no está aquí ni allí, un área que prácticamente carece de su propia identidad. Sin embargo, en la mente rabínica este lugar estrecho no está en el espacio sino en el tiempo.

Para poder llevarnos de regreso en la imaginación a ese período de tiempo, los sabios del Talmud establecieron varias leyes para crear el marco y recrear la experiencia de la tragedia. De la misma manera que el duelo por el fallecimiento de una persona se divide ritualmente en diferentes períodos de duelo (el tiempo previo al entierro, el día del entierro, la semana después del entierro, el mes después del entierro, el año de duelo y luego el recordatorio anual del fallecimiento), así también la ley judía divide el duelo nacional en diferentes segmentos. El duelo comienza con el ayuno del 17 de tamuz, a mediados del mes hebreo de tamuz. Se trata de un ayuno menor, un ayuno que comienza al amanecer y no la noche previa.

La primera mención de este ayuno se encuentra en el libro de Zejariá 8:19. Aparece dentro de una serie de días de ayuno que recuerdan las tragedias, los que en la era mesiánica se transformarán en ocasiones de júbilo. Oficialmente, es el comienzo de la estación de duelo porque ese día comenzó el sitio de las murallas de Jerusalem en la época del Segundo Templo. Pero los Sabios talmúdicos identifican otras cuatro tragedias que ocurrieron este día: Moshé quebró las tablas que contenían los Diez Mandamientos; colocaron un ídolo en el lugar más sagrado del Templo, se interrumpió la ofrenda diaria que se ofrecía en el altar del Templo y el líder romano Apostomus quemó un rollo de la Torá (Mishná Taanit 4:6).

El hecho de que todas estas tragedias recayeran sobre el pueblo judío durante el mismo período del año, desde el punto de vista religioso es significativo. Ciertos días o estaciones son peligrosos o inoportunos. A menudo evitamos los días difíciles del calendario o tememos cuando se aproximan no porque estamos seguros que serán difíciles en el futuro, sino porque ya fueron problemáticos en el pasado. Estos aniversarios de calamidades nos llenan de ansiedad. El día que marca la pérdida de un ser querido, de un accidente casi fatal o del diagnóstico de una enfermedad muy grave, podemos elegir intencionalmente no hacer algo alegre porque se puede sentir como una traición al pasado o un insulto personal a la persona que hemos perdido. No se trata de superstición; es un respeto por el paso del tiempo y los eventos que le dan color.

Las Tres Semanas no son una excepción. Entremos en un estado mental sombrío. La ley judía nos aconseja evitar comportamientos riesgosos durante los nueve días previos a Tishá BeAv, y más todavía durante la semana en que cae Tishá BeAv, porque la historia no fue amable con los judíos en esas fechas. Algunas personas evitan hacer actividades que ellas personalmente consideran peligrosas.

En este período sombrío, se evitan los eventos alegres.

Naturalmente, en este período sombrío, se evitan los eventos alegres. Las celebraciones públicas, fiestas y otras actividades festivas no se planifican para estas tres semanas. No se celebran bodas. Está prohibido asistir a conciertos. No se compran casas ni ropa nueva. Mucha gente no escucha música que pueda alegrar su estado de ánimo. Tal como al guardar duelo por un pariente cercano, los hombres no se afeitan y tanto hombres como mujeres no se cortan el cabello. Asimismo, durante los nueve días, cuando se acerca el ayuno, se acostumbra a no lavar ni planchar la ropa a menos que esté particularmente sucia y necesite ser lavada de inmediato. En conmemoración de la pérdida de los sacrificios del Templo, tampoco comemos carne. Ciertas prácticas sefaradíes limitan estas restricciones a la semana misma en que cae Tishá BeAv.

En conjunto, estas prácticas tienen el objetivo de marcar los aspectos mundanos de la vida cotidiana: lo que vestimos, cómo comemos, con quién estamos y por qué. En cierta medida se minimiza la limpieza, la frescura, la saciedad y la novedad para ayudarnos a alcanzar el difícil estado de ánimo de la estación, el sentido de pérdida.

La prohibición de cosas “nuevas” requiere una explicación. El judaísmo celebra la novedad y el asombro. La bendición de Shehejeianu marca momentos especiales del tiempo o la adquisición de un nuevo ítem. Dado que la recitación de esta bendición resalta un elemento de renovación y alegría, por lo general durante las Tres Semanas evitamos cualquier actividad o compra significativa que pueda engendrar alegría y merezca esta bendición. Por ejemplo, no comemos una fruta nueva (una fruta que no se ha probado durante más de treinta días) ni compramos ni estrenamos una prenda nueva. Evitamos compras importantes y renovaciones en la casa. Estos proyectos implican una expectativa y un cambio positivo. Nuestra tarea espiritual durante este breve período es ser más moderados en nuestra expresión de felicidad.

El Talmud dice que tal como incrementamos nuestra alegría (nuestra simjá) en el mes de adar, donde tiene lugar Purim, así también debemos minimizar nuestra alegría cuando comienza el mes de av. Hay una expresión jasídica atribuida a Rav Menajem Mendel Schneerson que reinterpreta la máxima del Talmud: “Mi shenijnas av, mematim - besimjá”, “cuando comienza av disminuimos - con alegría”. El simple hecho de introducir una pausa, cambia toda la lectura. Minimizamos el ser, pero incluso eso lo hacemos con alegría.

Si bien todas las conductas que nos ordena el Talmud mitigan la alegría, también nos ayudan a entender la definición de alegría desde una perspectiva legal judía. La felicidad no es sólo ni primordialmente medida por el éxito material, los logros personales o el estatus; sino que se encuentra en los pequeños actos de belleza y compasión que componen una vida. Hoy, en una época de excesivo consumo, es difícil emocionarnos por comprar un traje o un vestido, por sentir el sabor de una fruta exótica después de uno o dos meses sin haberla comido o por el sonido de la música compartida con amigos. Nuestro sentido del asombro se ha perdido.

Pero este período nos recuerda que en definitiva esos pequeños placeres son la medida de la felicidad en la vida, el mosaico de placer que nos mantiene a flote día a día. Quizás sólo valoramos su maravilla cuando están ausentes.


Extracto del libro: In the Narrow Places: Daily Inspiration for the Three Weeks

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