La Judía Sin Hogar

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Para la hija de un matrimonio que terminó en divorcio, llorar en Tishá B'Av es fácil. Encontrar esperanza es el verdadero desafío.

El verano pasado fue el primer Tishá B'Av que no estuve en la sinagoga escuchando Eijá, el libro bíblico de Lamentaciones. Estuve en casa mientras mi hijo de un año dormía plácidamente en su cuna. Me senté en el piso y leí la traducción en inglés de Eijá.

En años anteriores siempre me habían sorprendido las horrorosas imágenes descritas por el profeta Jeremías – imágenes de luto y destrucción; imágenes de personas tumbadas desamparadas en las calles y de niños rogando por comida.

Este año se sintió diferente. Comí la cena de pan y cenizas. Me cambié mis zapatos de cuero. Pero por alguna razón el aire no trajo la misma pesada tristeza que había traído anteriormente. Esta vez, el doloroso anhelo y duelo aún estaba allí, pero una sensación de esperanza y de vida se movía en lo más recóndito de mi mente.

"Dios no rechaza para siempre", explica el profeta Jeremías. "Primero Él aflige, y luego tiene piedad de acuerdo a su abundante bondad…".

Como hija de un matrimonio que terminó en divorcio, entiendo lo que es la destrucción de un hogar.

Tishá B'Av ha sido descrito como un desafío – un desafío de ver que "no es solamente un día para llorar, sino también un día lleno de esperanza". En años anteriores siempre había sentido la tristeza de Tishá B'Av. Como hija de un matrimonio que terminó en divorcio, entiendo lo que es la destrucción de un hogar. En Tishá B'Av, esto es precisamente lo que lamentamos – la destrucción del hogar judío, el Santo Templo de Jerusalem. Y si bien yo no me tuve que enfrentar a la miseria ni a la horrible muerte, entendía el dolor de andar errante demasiado bien. Yo también había perdido mi hogar. Yo también sentía como si hubiese vivido en el exilio. Ciertamente, en algunas situaciones el divorcio es necesario y la Torá lo permite. Pero aún así tiene consecuencias.

Hitos familiares que de otra forma hubiesen sido razones para celebrar ahora estaban cargados de tensión. ¿Con quien celebraríamos mi graduación de la secundaria? ¿Con la familia de mi madre o de mi padre? Ocasiones felices eran ahora ejercicios de diplomacia. La seguridad de ser una niña me había sido arrebatada ya que me había transformado rápidamente en la negociadora, la mediadora y el sostén de mis padres.

Tanto mi madre como mi padre eventualmente encontraron nuevas parejas y siguieron adelante con sus vidas. Aunque yo sabía que mis padres me querían y se preocupaban por mí, a menudo me sentía como el remanente de un matrimonio que había salido mal. Sí, tenía una madre y un padre amorosos, pero el sentimiento de pertenencia que viene con tener una familia y un hogar se me escapó durante mucho tiempo. Sentí este dolor más intensamente después de un verano en particular cuando me había ido a vivir con mi padre. Su nueva esposa y yo no estábamos de acuerdo en la mayoría de las cosas. Y si bien hacíamos nuestro mejor esfuerzo para mantener un ambiente civilizado, nuestras personalidades chocaban. Dejé la casa de mi padre al final de ese verano sintiéndome herida y abandonada. Su esposa y yo éramos como agua y aceite. Sentí como si una extraña se hubiera mudado a mi casa. Sabía que podíamos trabajar en nuestra relación y que lo más probable es que llegaríamos a un lugar de paz relativa, pero el "hogar" ya no sería más mi "hogar".

Hubo varios dolorosos y solitarios años. Como una adulta joven soltera, sentí que no tenía una base a la que regresar. Salí con varias personas con la esperanza de construir mi propio hogar, pero cita tras cita nada parecía estar funcionando. Finalmente me involucré en varias actividades judías. Disfruté de la experiencia de Shabat, una comunidad amorosa, la conexión espiritual. Sin embargo fue en mi primer Tishá B'Av real que hice el compromiso a un estilo de vida de Torá. Leer Lamentaciones esa vez, y ver a aquellos sentados a mi alrededor con lágrimas en sus ojos por la destrucción del Templo, tocó una fibra en mí. Me di cuenta que el judaísmo debe ser algo realmente real para emocionar a las personas de una forma tan profunda y significativa. Era claramente mucho más que comer comida judía. La Torá abarca todas las experiencias y emociones humanas. Me sentí comprendida en Tishá B'Av. Habíamos perdido nuestro hogar nacional, nuestra conexión más cercana a Dios. Esto era algo con lo que yo podía relacionarme.

Sin embargo, este año que pasó, Tishá B'Av fue diferente para mí. No estuve sentada en la sinagoga, finalmente tenía mi propio hogar. Ahora como esposa y como madre, el capítulo de mi exilio personal había terminado.

Sí, aún estoy de duelo por el Templo y lamento el hecho de que la nación judía aún está en exilio. Aún siento ese dolor.

Pero también sé que hay esperanza. Tengo un esposo maravilloso y un hijo hermoso. Hubo muchos años difíciles, y durante ese periodo nunca imaginé que algo bueno saldría de mi situación. Pero enorme bendición sí llegó. Si no hubiese luchado a través del divorcio de mis padres, a través de esos años solitarios y difíciles, no creo que hubiera buscado ni encontrado las riquezas que tengo hoy en día. Vivir el divorcio de mis padres me forzó a darme cuenta que el matrimonio requiere más que "amor romántico". El divorcio se ha vuelto desgraciadamente tan prevalerte hoy en día. Sin embargo, a medida que me involucré más en la comunidad observante, encontré más y más familias intactas con matrimonios saludables.

Así como mi exilio personal terminó, así también nuestro exilio nacional llegará a su fin.

Ciertamente, el mundo ortodoxo no es inmune a las dificultades maritales o al divorcio, pero yo encontraba que las personas a mi alrededor tenían las herramientas para lidiar mejor con los desafíos que vivían en el matrimonio. El énfasis en shalom bait (armonía en el hogar) y la creencia de que tu pareja es la que Dios determinó para ti, fueron conceptos poderosos que me impactaron profundamente. También me di cuenta que salir en citas solamente por salir no me ayudaría a conseguir el hogar, el amor, o la seguridad que yo estaba buscando. Yo necesitaba salir con un propósito. Yo necesitaba encontrar a alguien con metas similares y valores similares. Y le agradezco a Dios cada día por haber encontrado finalmente a esa persona.

Mis experiencias me dieron la fuerza para enfrentar los desafíos que tengo hoy en día. Incluso si algo parece "malo", yo sé que Dios tiene un plan y que lo que sea que estoy enfrentando hoy, finalmente será para mi bien.

A medida que me acerco a Tishá B'Av este año, intento interiorizar estas lecciones. El sufrimiento que experimentamos no es en vano. Es verdaderamente parte de un plan Divino. Y yo sé que así como mi exilio personal terminó, así también nuestro exilio nacional llegará a su fin. Que sea rápidamente en nuestros días.

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