Tishá B’Av: El dolor de la distancia

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El noveno día del mes de Av, Dios nos enseña lo doloroso que es cuando Él no está con nosotros.

Cuando comienza [el mes de] Av, disminuimos nuestra alegría” (Talmud Taanit 26b).

El mes de Av conmemora la destrucción de ambos Templos y otras incontables tragedias que han ocurrido en la historia judía. Es una época en la que disminuimos nuestra alegría.

El Talmud (Taanit 29b) ilustra este principio. ¿Cómo disminuimos nuestra alegría? Si un judío enfrenta una demanda judicial, debería postergarla. Este mes trae consigo mala suerte, por lo que es mejor postergarla.

Es un ejemplo muy curioso. Si fuésemos los autores del Talmud y quisiéramos ilustrar cómo uno disminuye su alegría, hubiésemos escrito: “Por lo tanto, no celebramos casamientos, no vamos a conciertos, no vamos a la playa, etc.”. ¿Por qué, de todas las cosas posibles, el Talmud menciona los juicios? ¿Acaso la definición de alegría del Talmud es ganar un juicio?

Veamos los orígenes de Tishá B’Av. El primer Tishá B’Av ocurrió en el comienzo de la historia judía, cuando el pueblo judío vagaba por el desierto. En ese entonces, enviaron doce espías a explorar la Tierra Santa, los cuales volvieron con su reporte. Ellos vieron gigantes que vivían en ciudades fortificadas y dijeron que la tierra era aterradora. “Es imposible conquistarla, ni siquiera vale la pena intentarlo”. El pueblo se deprimió y lloró toda la noche. Esa noche era la noche de Tishá B’Av.

Dios vio sus lágrimas y respondió: “[Por cuanto que] derramaron lágrimas gratuitamente, Yo estableceré para ustedes [en este día] una razón para que hayan lágrimas a lo largo de todas las generaciones” (Talmud Taanit 29a).

Claramente hay mucha justicia poética en la respuesta de Dios. Lloramos sin motivo, por lo que ahora Dios nos dará una razón para llorar. Pero si pensamos en esto, veremos que también hay mucha justicia real en las palabras de Dios.

A primera vista, el pecado de los espías no tiene sentido. ¿Por qué estaban tan asustados? ¿Por unos cuantos gigantes? ¿Por las ciudades fortificadas? ¿Acaso no acababan de atestiguar las Diez Plagas y la partición del mar? ¿No estaban subsistiendo a diario gracias a un pozo de agua que los seguía en el desierto y a maná que caía del cielo? ¿No sabían lo que todo niño pequeño aprende en la actualidad: que Dios es todopoderoso, que puede hacer cualquier cosa? ¿Realmente tenían miedo de que el Creador de los cielos y la tierra no pudiera luchar contra un puñado de gigantes a quienes Él mismo había creado?

La respuesta a estas preguntas se basa en una las mayores batallas que debe enfrentar el hombre en la vida. Obviamente el pueblo judío sabía que Dios es todopoderoso, pero razonaron de la siguiente manera: En el desierto estaban viviendo con la presencia de Dios, y vivir tan cerca de un Dios omnipotente es aterrador. Él podía ver cada uno de sus movimientos, y Su Presencia Divina era visible para ellos en el Tabernáculo. Por mucho que Dios nos cuide y ame, estar ante Su presencia es intimidante. ¿Cómo podríamos desobedecerle?

Si los judíos iban a ir por su cuenta, no tenían ninguna oportunidad.

Sin embargo, en la Tierra de Israel todo sería diferente (o así pensaron los israelitas). Ya no estarían viviendo gracias a un manantial sobrenatural y al maná que caía del cielo. Tendrían que arar la tierra y cosecharla, cultivar el pan con el sudor de su frente. Vivirían vidas naturales, vidas un poco más “alejadas” de Dios. Y por lo tanto, tendrían que ir a la guerra para conquistar la tierra. Obviamente un Dios todopoderoso podía hacer cualquier cosa, pero la Tierra Santa no sería un lugar de milagros abiertos como lo había sido el Éxodo de Egipto. Tendrían que luchar por la tierra y ocuparla ellos mismos; necesitaban enviar espías para determinar la mejor manera de conquistarla.

Pero había un problema. Si los judíos iban a ir por su cuenta, entonces no tendrían ninguna oportunidad de salir victoriosos. ¿Cómo podrían los débiles israelitas luchar contra los gigantes? Por lo tanto, lloraron. Querían sentirse vulnerables; querían entrar a la tierra de Israel. Pero si lo hacían, entonces no tendrían ninguna oportunidad de ganar. Tenían mucho por lo que llorar.

Dios respondió ante sus lágrimas: “¿Quieren sentirse distantes de Mí (es decir, quieren la vulnerabilidad de depender de ustedes mismos en este mundo)? Entonces les daré razones para llorar. Retiraré la protección Divina, que es el beneficio del fiel, y los dejaré sentir lo dolorosa que es la vida. ¿Tenerme cerca todo el tiempo es demasiado intimidante? ¡Su deseo se hará realidad! Quitaré Mi mano guiadora; verán lo dolorosa y vacía que se volverá la vida”.

Por lo tanto, el mes de Av es la época del año en la cual no podemos decir con facilidad que todo saldrá bien. No podemos ser tan optimistas de pensar que Dios se ocupará de nosotros. Es la época en la que Dios retira Su providencia Divina y nos permite experimentar el dolor de estar alejados de Él.

Ahora podemos entender la ilustración del Talmud sobre la disminución de nuestra alegría: no debemos ir a juicio porque la suerte no está a nuestro favor. ¿Esa es la definición principal de alegría? Sí. No hay alegría más grande que darnos cuenta que Dios está con nosotros y que, independientemente de si nosotros lo reconocemos o no, todo lo que hace es para nuestro bien. Este es el único momento del año en el cual Dios retira Su providencia Divina de nosotros. Para mostrarnos lo mucho que Lo necesitamos, Dios se retira de la escena sólo un poquito. Tú no querías estar demasiado cerca Mío, ¿verdad? Entonces siente la distancia; así reconocerás lo dolorosa que puede ser la vida sin Dios.

El Talmud continúa de esta manera: “Tal como cuando comienza Av disminuimos nuestra alegría, cuando comienza Adar aumentamos nuestra alegría”. Adar es el mes de la festividad de Purim. En la historia de Purim, Dios aparenta estar oculto. No hay milagros abiertos. Pero sin embargo, cuando la historia llega a su conclusión y ocurre la salvación, se hace claro que, incluso en Su ocultamiento, Dios siempre estuvo orquestando los eventos. Si la tristeza es no ver a Dios en nuestras vidas, entonces la máxima alegría es reconocer que, incluso cuando Dios aparenta estar ausente, en realidad siempre está allí, cuidándonos tras bambalinas. Si realmente aprendemos la lección de Av y anhelamos acortar la distancia que hay entre Dios y nosotros, entonces seremos capaces de reconocer que incluso durante Su ocultamiento, Él ha estado ahí todo el tiempo con nosotros.

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