Madres Judías en el Holocausto

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No hay palabras para describir su coraje, solamente plegarias.

Fue un tiempo inimaginable. Impensable. Un tiempo incomprensible para cualquier madre – y para cualquier ser humano.

Sentada aquí, casi 70 años después, todavía escucho los ecos de aquellas madres. Veo las sombras y siento el horror de la locura que se había desencadenado. Pero también siento un amor desenfrenado y una admiración por esas mujeres quienes, hombro a hombro, enfrentaron a aquella monstruosa bestia con coraje, convicción y fe incomparable.

Fueron muchas las que sufrieron, pero en este Día de la Madre, le rendimos tributo a estas especiales mujeres.

El Máximo Sacrificio

Cuando se trataba de proteger a sus hijos, no pueden existir héroes más grandes que estas madres judías. Y no hay mejores palabras para describirlas que las palabras de ellas mismas.

Cuando los Nazis congregaron a los judíos de Piotrekow para deportarlos, el pequeño Israel, de 4 años, iba supuestamente a acompañar a su madre, Jaya, a Ravensbruck. Este era el famoso campo de “mujeres” de Himmler, donde la muerte por hambruna, golpes, tortura, ahorcamiento, disparos y experimentos médicos era parte de lo grotesco de la vida diaria. Jaya apartó a Israel de su lado, permitiendo así que su hermano, que estaba siendo enviado a Buchenwald, un campo más “seguro”, pudiese esconderlo en una bolsa de lona, donde ella creía que tendría una mayor posibilidad de sobrevivir.

Ella no sobrevivió. Pero su hijo creció para continuar una cadena de 38 generaciones de rabinos en su familia, convirtiéndose en el Rabino Jefe de Israel y en uno de los judíos mas venerados del mundo: Israel Meir Lau.

En el libro "Respuestas Judías a la Persecución Nazi", escrito por Isaiah Trunk, vemos el siguiente testimonio de una madre judía a punto de ser llevada a un campo de concentración, fechado el 23 de septiembre de 1943:

Bronia... te ruego: hazte cargo de mi hijo. Sé una madre para él. Tengo miedo que se enferme: está tan débil y enfermizo. Él es muy inteligente y tiene un muy buen corazón. Estoy segura que te querrá. Bronia, esta carta es un llanto del corazón. Mijael debe comer, fortalecerse y ser capaz de soportar los sufrimientos. Por favor, es necesario vestirlo con ropas abrigadas, que use calcetines. No puedo seguir escribiendo. Incluso mis lágrimas se han secado. Que Dios los proteja a los dos. Genya.

Eventualmente él fue capturado. Tanto la madre como el hijo murieron en los campos.

Otra carta del mismo libro describe eventos en 1932.

Froh Golde Graucher irrumpió en nuestro hogar llorando. Ella había conseguido un pase para ir a la tierra de Israel, pero de qué le servía si dos de sus hijos habían sido atrapados. Yo podía escuchar a mi madre llorando mientras hablaban: “Nuestros días están contados. ¡Pero al menos salva a mi hijo menor!, regístralo como el hijo que te arrancaron”.

Ellas se abrazaron, sollozando. Era terrible ser el único que se iba, pero mi madre me hizo creer que ella me seguiría.

El tren comenzó a moverse. Yo tenía que forzarme a mí mismo a llamar a Froh Graucher, “Mami”. Contuve mis lágrimas, porque ante mis ojos yo veía a mi querida madre. Quién sabía si la volvería a ver".

Durante agosto y septiembre de 1942, los judíos de Kowel, Polonia, fueron aprisionados en la sinagoga; luego, 18.000 de ellos fueron ejecutados. Conociendo su destino, muchos escribieron en las paredes en hebreo, idish y polaco utilizando cualquier cosa, incluso sus uñas. Aquí hay dos escritos:

Reuven Atlas, que sepas que tu esposa Gina y tu hijo Imush murieron aquí. Nuestro hijo lloró amargamente. Él no quería morir. Anda a la guerra y venga la sangre de tu esposa y de tu único hijo. Estamos muriendo, a pesar de que no hicimos ningún mal.

¡Perdóname! Madre, quiero que sepas que me atraparon cuando salí a buscar agua. Si vienes para acá, recuerda a tu hija Yente Sofer, quien fue asesinada en 14.9.1942

Lo siguiente fue escrito por Vladimir Shteinberg, el 14 de noviembre de 1944:

Querida hermana, hoy es el aniversario de la muerte de nuestra querida madre. Ella fue asesinada por los criminales Nazis el 14 de noviembre de 1941. En ese día, a las 5 de la mañana, ellos empezaron a masacrar a los judíos de nuestro pueblo. Cuando cayó la noche, habían matado a 9.000 judíos – hombres, mujeres y niños. La imagen de mi querida madre está gravada en mi mente. Ella pensó en sus hijos hasta el amargo final. Un amigo de la familia, quien también fue llevado al pozo con ella, más tarde escapó y nos contó que ella había hablado de nosotros todo el tiempo. Sus últimas palabras fueron, "Gracias a Dios mis hijos están vivos. Ellos no están acá".

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Protección Maternal

Rudolf Hoess, el brutal comandante de Auschwitz, escribió en su autobiografía que "una y otra vez" él "fue testigo de madres entrando a las cámaras de gas con niños que reían o lloraban en sus brazos". El recuerda a una mujer joven quien, mientras estaba en la cámara de gas, dijo: "Deliberadamente evité ser elegida para trabajos forzados porque quería cuidar a mis hijos y atravesar esto con plena conciencia de lo que está pasando. Espero que no tome demasiado tiempo".

En el libro Los Rollos de Auschwitz, es descrita una escena trágica. En 1943, unos niños se estaban desvistiendo en la antesala de una cámara de gas. Cuando los guardias trataron de apurarlos, una niña de 8 años se resistió, llorando: "¡Sal de aquí, asesino de judíos! No pongas tu mano cubierta de sangre judía sobre mi dulce hermano. Yo soy su madre ahora y él va morir en mis brazos".

En este día de la madre, mientras celebramos con flores, desayunos, tarjetas y palabras de amor – encendamos una vela por estas mujeres; no hay palabras para describir su valor, sólo plegarias.

Esta plegaria está basada en las palabras de Alexander Kimel, un sobreviviente del holocausto:

Dios todopoderoso, lleno de amor. Recuerda a todas estas madres, que cargaron a sus bebés hacia su ejecución, que dejaron a sus hijos en las cámaras de gas o que presenciaron su muerte. Dios todopoderoso, haz que su angustia, dolor y tortura nunca sean olvidados. En nuestra memoria vivirán por siempre jamás.

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