Recordando al Sargento Liel Gidoni

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Liel tenía 20 años cuando fue asesinado en un tiroteo con terroristas que salieron de un túnel en Gaza.

El Sargento Primero Liel Gidoni tenía tan sólo 20 años cuando fue asesinado el viernes 1 de agosto de 2014 mientras servía como comandante de un escuadrón Guivatí. Fue asesinado en un intercambio de fuego con terroristas que salieron de un túnel en Rafah, al sur de la Franja de Gaza. Liel dejó atrás a sus padres y a sus tres hermanos.

Liel, me paro en la cima de la colina junto a miles de personas mientras el sol desaparece detrás de las copas de los árboles, escurriendo una luz etérea en el aire. Hay filas y filas de lápidas brillando en el crepúsculo, al tiempo que las voces de tu funeral hacen eco en las majestuosas montañas de Jerusalem.

Primero habla tu padre. Dice algo sobre jugar fútbol contigo cuando eras un niño pequeño. Recuerda levantarte en el aire. Aún puede oír el eco de tu risa y ver la sonrisa en tus ojos. Recuerda que la última vez que saliste de casa te negaste a despedirte de él, porque dijiste que volverías de inmediato, y porque siempre odiaste las despedidas.

Pero él te dio un abrazo inmenso igual, un abrazo tan grande que pensó que nada podría herirte.

Tu madre trata de hablar, pero su voz se quiebra después de unas cuantas palabras. “No puedo creer que no estés, no puedo…” dice ella, y sus sollozos retumban en nuestros corazones mientras un suave viento acaricia cuidadosamente su rostro.

Luego habla tu hermano. Él habla sobre el último día que pasaron juntos. Dice que siempre sonreías, que siempre estabas lleno de esperanza. Que hablaron sobre los lugares que aún querías conocer. Sobre lo que soñabas hacer. Sobre los libros que querías leer. Y dice que le habría gustado poner más atención en esa última charla. Te dijo lo mucho que te amaba y te pidió perdón antes de que fuera demasiado tarde. ¿Cómo podría haber sabido? ¿Cómo puede contactarse contigo ahora?

“¿En dónde están todos tus sueños?”, pregunta él. “¿Adónde han ido? ¿Quién nos dará esperanza ahora que tu sonrisa radiante ya no está aquí para iluminar el mundo?”.

Alguien solloza a mi lado. Giro y veo un grupo de soldados. Todos lloran. Sus rostros miran hacia el piso y todos están abrazados.

Deben haber sido tus amigos. Deben haber luchado junto a ti hasta el final. Liel, nunca nos conocimos. Sólo sé tu nombre. Pero sé que diste tu vida para proteger a Israel, y vine a tu funeral a agradecerte.

Debería agradecerle también al grupo de soldados que está junto a mí. Por las noches que pasan cuidando nuestros muros. Por arriesgar sus vidas para proteger a nuestro pueblo. Por los sueños que postergan. Por las despedidas que no pueden articular con palabras.

Ahora recitan Kadish. Las palabras se entremezclan alrededor nuestro y ascienden hacia el cielo que se ennegrece. Después, camino entre las tumbas y leo los nombres. Las fechas. Son todos tan jóvenes. Hay fotos en algunas de las lápidas. Niños jugando a la pelota. Niños rezando en el Kótel. Niños corriendo hacia los brazos de sus padres.

¿Quién los sostendrá ahora? Algunas de las tumbas son nuevas y tienen tierra fresca apilada sobre ellas. Demasiadas tumbas son nuevas.

Más tarde, esa noche, subiré a un avión y volveré a mi hogar en Estados Unidos. Volveré a trabajar y a llevar a los niños a la escuela y a la liga de fútbol. Leeré sobre tus amigos en las noticias y rezaré por su seguridad. Trataré de recordar el desconsolador eco del llanto de tu madre. Trataré de recordar las palabras de tu padre y cómo las ramas de los árboles parecían llorar con el Kadish mientras este ascendía hacia el cielo.

Recuerda, me digo a mí misma, debes recordar.

Estos soldados están dando sus vidas a diario por el pueblo judío. Estas son las madres y los padres que noche tras noche envían a sus hijos a la zona de batalla para que el resto de la nación pueda dormir. Estos son los hermanos y las hermanas que miran hacia afuera, hacia el cielo estrellado, y se preguntan si su hermano aún puede oírlos. Estos son los jóvenes que no saben cómo decir adiós. Que gritan el Shemá Israel con su último aliento.

Estos son los niños a los que debemos agradecer y que debemos recordar.

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