Piensa global, actúa local

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A pesar de mi sincero deseo de salvar el mundo, nunca logré pasar de la retórica y el idealismo a la acción concreta. Luego comencé a aprender sobre judaísmo.

Cuando era una estudiante universitaria, estaba segura de que lo que fuera que estuviera haciendo en el mundo, sería algo grande – que involucraría políticas a escala nacional, o (este era mi sueño real) influenciando y finalmente trayendo paz y justicia al mundo entero.

Durante mi segundo año universitario, el embajador de los Estados Unidos para las Naciones Unidas, quien se había graduado en mi universidad, vino para dirigirse al cuerpo estudiantil. No recuerdo nada de lo que dijo. Sólo recuerdo como él representó la materialización de mi más alta aspiración – que algún día yo también regresaría a pararme tras ese mismo podio como una persona que había tenido éxito en hacer del mundo un lugar mejor.

Con ese fin, me especialicé en ruso y Gobierno, y soñaba con trabajar para el Servicio Diplomático y escalar hasta los altos escalones de la política internacional. Soñaba con introducir la democracia a Europa Oriental, y traer la paz y el entendimiento entre todas las naciones.

Al final, como pueden haber sospechado, mi vida ha seguido un camino muy diferente del que yo había previsto para mí misma.

Pequeño pero Grande

Mi vida como madre y dueña de casa no solamente no es grande – es absolutamente microscópica. Mi vida no se centra en torno a formar países, regiones o incluso ciudades, sino que alrededor de mis cuatro jóvenes hijas, en verlas crecer, lentamente, para convertirse en seres humanos increíblemente más maduros.

Considerando el cambio de rumbo en mi vida, ha sido refrescante aprender que el judaísmo no ve ninguna contradicción entre vivir una vida que el mundo considera pequeña, y hacer una gran diferencia en el mundo. Esto es porque las buenas acciones que realizamos en nuestras familias y comunidades locales, finalmente tienen un efecto benéfico para el mundo entero.

El judaísmo me enseñó que además de preocuparme por los huérfanos con SIDA en África, debo donar alimentos enlatados cada semana para alimentar a los huérfanos de mi comunidad.

Mi propia experiencia de vida me ha enseñado la sabiduría del enfoque judío de "Piensa Global, Actúa Local". Mirando hacia atrás, me doy cuenta ahora que en mis años de estudiante, a pesar de mi sincero deseo de salvar el mundo, nunca logré pasar de la retórica y el idealismo a la acción concreta.

Cuando me hice observante durante mi penúltimo año de universidad, el judaísmo me dio las herramientas para poner en práctica mis palabras. El judaísmo me enseñó que además de preocuparme por los huérfanos con SIDA en África, debo donar alimentos enlatados cada semana para alimentar a los huérfanos de mi comunidad. El judaísmo me enseñó que además de preocuparme por la difícil situación de las masas de Europa Oriental, debo actuar voluntariamente como traductora para los inmigrantes rusos en el hospital de mi ciudad. El judaísmo me enseñó que además de perder el sueño por el sufrimiento de miles de bebés nacidos de madres adictas a la cocaína, debo visitar a una vecina con un bebé en Cuidados Intensivos y ofrecerle a ella galletas de chocolate hechas en casa.

La Preparación para las Altas Fiestas

Este enfoque de piensa global, actúa local, ha revolucionado también, en los últimos años, mi forma de ver la preparación para las Altas Fiestas.

Durante los primeros años después de hacerme religiosa en mi penúltimo año de universidad, me costaba mucho la introspección del alma requerida en la preparación para las Altas Fiestas. El concepto de "ARREPENTIMIENTO" se me hacía tan teórico y enorme, que me rendí con la introspección de alma tan rápidamente como me rendiría en el intento de tragar una sandia completa.

Todo esto cambió cuando hace varios años atrás aprendí de las enseñanzas de nuestros Maestros de Ética sobre como descomponer el ARREPENTIMIENTO (justo como había hecho con la JUSTICIA SOCIAL) en pedazos digeribles.

En otras palabras, los Maestros de Ética nos enseñan que la manera más efectiva de mejorar a lo grande nuestra preparación para las Altas Fiestas, es mejorarnos en una escala pequeña.

Esto significa que durante los años pasados, mis resoluciones previas al año nuevo judío, han incluido sólo dos pequeñas buenas acciones en las que me gustaría concentrarme durante los días que nos llevan a Iom Kipur – una mitzvá que incluye como trato a las demás personas, y una mitzvá que se relaciona con como sirvo a Dios.

El año pasado, por ejemplo, decidí decir una bendición al día totalmente concentrada (sí, sólo una).

Mientras que esto probablemente suena insignificante, el judaísmo nos enseña que cada pequeñita mitzvá que hacemos nos lleva naturalmente a muchas otras buenas acciones, como una cadena de dominós botados por un movimiento de tu dedo índice.

"La Solución del Uno Por Ciento"

Este Elul, he estado intentando implementar otro enfoque judío del "Piensa Global, Actúa Local" llamado "La Solución del Uno Por Ciento" que escuché del Rabino Dovid Gross.

Cualquier buena acción que ya estés haciendo, hazla ahora con un uno por ciento más de enfoque, interés y preocupación.

Este enfoque sugiere que cualquier buena acción que ya estés haciendo, hazla ahora con un uno por ciento más de enfoque, interés y preocupación.

Lo único que es requerido es que recordemos hacerlo, y que recordemos que somos capaces de hacer una diferencia en el mundo.

Así que, durante las últimas semanas, mientras cuido a mis hijos, hablo con mis vecinos, atiendo el teléfono, y paso mi día, he intentado hacer todo un uno por ciento mejor.

El miércoles pasado, por ejemplo, cuando mi vecina que tiene una enfermedad crónica pasó por mi casa cuando yo estaba apurada para salir a una boda, mi instinto fue hablarle lo más rápidamente posible. Pero esta vez, intenté hacerlo un uno por ciento mejor, así que me tomé cinco minutos para conversar con ella, e incluso me las arreglé para hacerla reír un poquito.

El Shabat pasado, durante una cena festiva para una pareja de amigos recién casados, mi instinto fue sentarme a conversar con los otros invitados. Pero intenté ser un uno por ciento mejor, así que me paré para ayudar a nuestros anfitriones a limpiar la cocina, permitiéndoles a ellos regresar a la mesa a tiempo para el postre.

Ayer en la mañana, luego de una noche sin dormir por un bebé enfermo, mi instinto fue gruñirles a mis hijas, quienes me pidieron que cambiara sus peinados. Pero intenté ser un uno por ciento mejor, así que las mande a la escuela con trenzas en el pelo y sonrisas en sus caras.

Al dedicarnos a las monótonas y no glamorosas ocupaciones diarias para convertirnos en personas más amables y bondadosas, podemos parecernos más a Dios, creando colectivamente miles de pequeñas olas, que lenta pero seguramente, aumentan el nivel de agua de toda la humanidad.

Hoy, 15 años después de que el embajador de la ONU agitó mi corazón, todavía tengo una profunda admiración por las personas que dejan todo atrás para establecer clínicas médicas en Malawi, o programas de entrenamiento laboral para los indigentes en Calcuta.

Lo que ha cambiado es que hoy he desarrollado una profunda admiración, también, por mis hermanos judíos que trabajan dura e incansablemente tras bambalinas, para alimentar a un vecino hambriento, consolar a un pariente enfermo, y hacerse amigos de una solitaria viuda – el tipo de héroes humildes y olvidados, quienes generalmente sólo reciben reconocimiento de los que se benefician de su bondad, y de Aquel que lo Ve todo.

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