Januca y la belleza verdadera

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¿Por qué el judaísmo presentaba una amenaza tan grande para la antigua Grecia?

Crecí en un barrio judío de Miami en donde Navidad simplemente no es una festividad envidiable. ¡Las luces de Navidad no se ven bien en las palmeras!

Ahora vivo con mi esposa y mis tres hijos en Denver, Colorado, que en esta época del año se asemeja a las típicas películas de Navidad que aparecen en TV. Todo cubierto con una capa blanquísima de nieve recién caída y, donde sea que vas, las casas y las calles están hermosamente decoradas y brillan con resplandecientes luces.

El año pasado íbamos camino a un encuentro de Januca cuando mi hijo de 4 años me preguntó para qué eran las luces. Pensé en inventar una historia que dijera que las luces eran especiales para Januca, pero me detuve al darme cuenta de la ironía.

Las decoraciones de Navidad se yerguen frente a las titilantes menorot de las ventanas de los hogares judíos.

Sin dudas, la popularidad de la festividad de Januca entre los judíos occidentales se debe a que ésta coincide con la temporada de navidad. Pero Januca no es “la navidad judía”. La ironía es que Januca representa la victoria de la espiritualidad por sobre el materialismo y por sobre la obsesión con todo lo que brilla. Las decoraciones de esos barrios no sólo no eran luces de Januca, sino que representaban exactamente lo opuesto a las llamas titilantes de las janukiot en los hogares judíos.

Se dice que toda festividad judía puede ser resumida diciendo: "Trataron de destruirnos, pero al final, vencimos. ¡Ahora comamos!". Pero esto no es cierto en relación a Januca. A diferencia del Faraón en Egipto y de Hamán en la historia de Purim, los greco-sirios del período del Segundo Templo no querían erradicar a los judíos; querían erradicar el judaísmo.

Enfoque superficial

¿Por qué el judaísmo presentaba una amenaza tan grande para la antigua Grecia? ¿Por qué podían tolerarnos a nosotros, pero no nuestro estilo de vida?

La respuesta yace en una disputa filosófica elemental.

Los valores griegos emanaban de una obsesión con la fachada exterior de la belleza. Rabí Yehudá Haleví advirtió: “Cuídate de la sabiduría de Grecia, porque no tiene frutos, sólo flores”. Los frutos nutren y sustentan, mientras que las flores ofrecen solamente una belleza estética. El fruto tiene un propósito nutricional, las flores tienen un propósito superficial temporal.

La sociedad griega valoraba lo externo, lo superficial. Creían que sólo las experiencias sensuales eran reales. Según ellos, la realidad estaba limitada a lo que podemos saborear y tocar, o a lo que nuestras mentes pueden entender.

Esta es la antítesis del pensamiento de la Torá, el cual considera que hay mucho más debajo de la superficie: Capas infinitas de profundidad más allá de lo que el ojo puede ver. Esto se opone por completo a la opinión de la antigua Grecia.

Entonces, ¿qué es realmente la belleza?

Belleza es armonía, la combinación de dos opuestos que pasan a complementarse y coexistir. Mezclar dos cosas similares crea una entidad más grande; sólo con partes diferentes puede ocurrir una síntesis armoniosa.

La belleza sinfónica se da cuando instrumentos diferentes tocan notas diferentes, todos al mismo tiempo.

La impactante belleza de una cadena montañosa es producto de las alturas majestuosas de las cimas en relación a la profundidad de los valles y el cielo que hay por encima. Un acorde musical es el resultado de varias notas que son tocadas simultáneamente. La belleza de una sinfonía es la incorporación de instrumentos diferentes tocando notas diferentes, todos al mismo tiempo.

Por lo tanto, la belleza suprema se define como opuestos que se unen y complementan entre sí. Esto hace que nos preguntemos: ¿Cuáles son las dos cosas que están más lejos una de la otra?

Lo físico y lo espiritual.

Y cuando coexisten en armonía, se logra la belleza verdadera.

En contraste, cuando lo físico contradice o eclipsa a la espiritualidad, el resultado es la fealdad.

El Talmud dice que diez medidas de belleza descendieron al mundo y que Jerusalem recibió nueve de ellas. Jerusalem es conocida como la ciudad de la conexión, en donde se unen el cielo y la tierra. El Templo Sagrado de Jerusalem fue un hermoso edificio en el mundo físico que representó lo espiritual y desde el cual emanaba toda la belleza.

Es por eso que los griegos atacaron el Templo, lo profanaron y sacrificaron cerdos en su altar.

El milagro del aceite

El libro de Proverbios hace una declaración que parece contradecir a la Torá: "La gracia es falsa y la belleza es vana". Esto pareciera indicar que la belleza no es algo alabable. Por otro lado, la Torá se toma el trabajo de describir la belleza de las matriarcas, implicando que la belleza sí es alabable.

La respuesta es que cuando lo físico complementa lo espiritual, cuando la belleza exterior refleja la belleza interior de los valores y la ética, se produce la belleza verdadera. Sin embargo, cuando lo físico oculta lo espiritual, el resultado es falso y vano (la palabra hebrea para feo, mejoar, viene de la misma raíz que ‘nubloso’ u ‘opaco’).

La belleza verdadera debe resaltar la esencia natural, no cubrirla.

Imagina ir a cenar a un restaurante muy lujoso y pedir kétchup para acompañar la carne. Un gastrónomo se espantaría. Un buen pedazo de carne necesita sólo sal y pimienta para resaltar su sabor natural; el kétchup por otro lado, cubre y esconde el sabor original. De la misma forma, la belleza real debe resaltar la esencia natural, no cubrirla.

Cuando los macabeos recuperaron el Templo, no sólo no tenían aceite de oliva a disposición, sino que muchos de los utensilios del Templo habían sido saqueados, incluyendo la Menorá. Cuando los macabeos finalmente encontraron un pequeño frasco de aceite, fabricaron una menorá improvisada con espadas y encendieron el aceite que sólo alcanzaba para un día. Dios hizo un milagro increíble y el aceite duró ocho días.

¿Por qué el milagro fue a través del aceite? ¿Por qué Dios no creó milagrosamente una Menorá?

La esencia de Januca es recordar la esencia oculta, la belleza basada en el interior, no en la fachada exterior. Por eso el milagro fue con el aceite y no con la Menorá misma. Ellos tenían mucho aceite, lo que les faltaba era ‘aceite espiritualmente puro’.

Cada instante en la vida contiene ambos aspectos: lo físico y lo espiritual. Decidir cuál enfatizar en cada momento es un desafío constante que dura toda la vida. El hecho de que el milagro haya sido con el aceite nos muestra el énfasis en el aspecto espiritual.

Sí, lo físico es importante y necesario. Pero no lo es todo.

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