¿Por qué Rabí Akiva es mi héroe?

9 min de lectura

10 lecciones de un gigante en el que todos nos podríamos convertir.

El período de la cuenta del Omer es también un período de duelo nacional. El Talmud (Yevamot 62b) relata que Rabí Akiva, uno de los más grandes sabios de la Mishná, perdió 24.000 estudiantes debido a una plaga durante este período. El mundo estaba “desolado” hasta que Rabí Akiva tomó cinco estudiantes que fueron capaces de devolver la Torá a su máxima gloria en aquel oscuro período.

La vida de Rabí Akiva es una fascinante historia de inspiración, de un hombre de orígenes humildes que lo superó todo para alcanzar la grandeza. Me gustaría describir algunos de los principales momentos de su vida y demostrar por qué creo que él es un modelo a seguir para todos nosotros.

1. Provenía de orígenes humildes

Rabí Akiva comenzó su vida como un pastor. Era completamente analfabeto hasta la adultez. Tampoco tenía un linaje judío del cual presumir (Talmud, Brajot 27b). Descendía de conversos. Pero mientras se encumbraba hacia la grandeza en su adultez, nunca olvidó quién era o de dónde venía. Su principio favorito era “ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19:18). Rico o pobre, simple o erudito, alto o bajo, fuerte o débil: todos somos hijos de Dios. Dios y su Torá no son un monopolio de los sabios o de quienes tienen buen pedigrí. Todos somos especiales para Dios.

2. Se inspiró y actuó en base a ello

El midrash (Avot de Rabí Natán 6:2) relata el punto de inflexión de la vida de Rabí Akiva. Un día, a la edad de 40 años, Akiva pasó junto a un pozo. Allí vio una roca con un agujero. Preguntó quién había perforado el agujero en la roca y le respondieron que el agujero había sido perforado por el lento pero constante gotear del agua.

Akiva entonces razonó: Si una sustancia suave como el agua puede perforar una roca con un goteo lento pero constante, así también la Torá, que es dura como el hierro, puede penetrar mi corazón de forma lenta pero segura. Y este fue el punto de inflexión de la vida de Rabí Akiva. Entonces se decidió a estudiar Torá, ¡de forma continua por 24 años!

Muchas veces en nuestras vidas nos sentimos conmovidos por palabras o eventos inspiradores. Sabemos que nos hablan a nosotros, que Dios tiene un mensaje para nosotros. Sin embargo, la inspiración se diluye antes de que hagamos algo al respecto, y la vida sigue su curso. Pero ese no fue el caso de Rabí Akiva. Él aprovecho el momento y cambió su vida para siempre.

3. Él comenzó pacientemente desde abajo

Cuando Akiva fue a estudiar no contrató un tutor privado ni se unió a un grupo de estudio de adultos. Tampoco se unió a un curso anónimo en Internet. El midrash describe como él, junto con su hijo pequeño, fueron al jéder a aprender el abecedario junto con los niños más pequeños. Y salió a relucir su humildad. No se inmutó por lo incómoda de la situación; no le importaba su propia dignidad, simplemente se sentó a aprender.

4. No era un súper genio

No es como si Rabí Akiva hubiera tenido un CI de 180 todo el tiempo sólo que estaba desaprovechando su potencial como pastor. Él tuvo que trabajar realmente duro para elevarse hasta donde llegó.

El Talmud relata un encuentro que tuvo Rabí Akiva con un gran erudito para discutir sobre un tema en el que estaba en desacuerdo sobre la ley judía. El otro erudito era un genio, nadie podía con él en un debate… ni siquiera Rabí Akiva, que para ese entonces era el reconocido líder de la generación.

El otro erudito, luego de que Rabí Akiva no logró convencerlo, no tenía más que comentarios insidiosos sobre el supuesto líder de la generación. Pero el Talmud continúa su relato y dice que esto no perturbaba a Rabí Akiva en lo absoluto. Él todavía era el pastor que se había transformado en erudito. No se creía superior que el resto.

5. Hizo todas las preguntas difíciles

Rabí Akiva, a pesar de su inicio tardío, tenía una ventaja distintiva sobre sus colegas. A diferencia de ellos, quienes habían comenzado sus estudios cuando pequeños, él comenzó los suyos cuando adulto. Y como resultado, él se acercó a la Torá con ojos maduros. Nada era tomado por sentado o mirado como “bueno, así es como son las cosas”. Rabí Akiva investigó cada uno de los aspectos del judaísmo, y descubrió verdades donde otros ni siquiera miraban.

Rabí Akiva descubrió verdades donde otros ni siquiera miraban.

Así, encontramos que Rabí Akiva hace algunas de las preguntas más profundas de la vida. En Pirkei Avot (3:19) forcejea con la contradicción entre el libre albedrío del hombre y el conocimiento de Dios del futuro. Si Dios ya sabe lo que voy a hacer mañana, ¿realmente tengo libre albedrío para decidir? Asimismo, también discute (3:20) sobre cómo Dios gobierna y juzga el mundo. El Midrash (Avot de Rabí Natán 6:2) describe a Rabí Akiva como un estudiante persistente, que no dejaba ningún asunto sin explorar. Sus compañeros lo caracterizaron con el comentario: “Las cosas que están ocultas para la gente normal, Akiva las ha traído a la luz”.

6. Todo se lo debía a su esposa, y él lo sabía

Gran parte de la grandeza de Rabí Akiva se debía a su devota esposa Rajel. Ella lo “descubrió”. El era el pastor de uno de los hombres más ricos de ese entonces, Kalba Savua. La hija de Kalba se fijó en el humilde pastor, a quien ella encontraba modesto y refinado. Ella le propuso que se casaran, con la condición de que él estudiara Torá. Él aceptó y entonces se casaron en secreto. Kalba entonces desheredó a su hija y durante varios años la pareja vivió sumida en la pobreza (Talmud, Ketubot 62b).

Si no hubiera sido por Rajel, Akiva sin lugar a dudas habría continuado como un pastor anónimo sin mucho futuro. Pero ella creyó en él. Rajel dejó una vida de grandes riquezas para formar un hogar con Akiva, pues ella sabía que el podía alcanzar la grandeza, y ella tenía la fe y la paciencia para verlo materializarse. Y cuando estuvo listo, ella lo motivó a dejar la casa para ir a estudiar; él concordó y estudió de forma continua durante 12 años.

Pero eso es sólo la mitad de la historia. El Talmud (Ketubot 62-63) relata que al volver, siendo ya un exitoso erudito, Rabí Akiva estaba a punto de ingresar a su casa, cuando de pronto escuchó al pasar una conversación. Un anciano reprendía a Rajel: “¿Cuántos años vivirás como una viuda estando vivo tu esposo?”, a lo que ella respondió: “Si [mi esposo] me escuchara, ¡se quedaría otros 12 años en Ieshivá!”. Luego de ese evento providencial, Rabí Akiva regresó a estudiar por otros 12 años.

Al final, luego de 24 años, Rabí Akiva regresó a su pueblo siendo el líder de la generación y teniendo un séquito de 24.000 alumnos. Su esposa, quien aún estaba vestida con ropas simples, salió a recibirlo. Ella cayó frente a sus pies; imagina la escena, una mujer abalanzándose frente a un gran rabino rodeado por grandes cantidades de devotos alumnos. Los alumnos se apresuraron a sacarla del camino, pero Rabí Akiva los detuvo y pronunció una frase que desde entonces se hizo famosa: “Déjenla. Lo mío y lo de ustedes, es de ella”.

7. Nunca olvidó sus orígenes

Rabí Akiva “lo logró” todo. Para el final de su vida era el líder espiritual indiscutido de la judería mundial. Amasó grandes riquezas. Era reverenciado y admirado por todos. Su opinión era consultada y considerada en todos los asuntos judíos. Pero a pesar de todo esto, nunca olvidó de donde venía. Todavía era uno más de la masa. Sabía cómo se siente ser pobre, ser desconocido y ser analfabeto.

Y su amor por la humanidad era enorme. Su versículo favorito era Levítico 19:18: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Sifrá 4:12). En Pirkei Avot (3:18) él declara: “Amado es el hombre pues fue creado a imagen [de Dios]” y “Amados son los hijos de Israel pues son llamados hijos de Dios”. Todos somos especiales para Dios. No hay favoritismo en los cielos.

Rabí Akiva de hecho recordaba perfectamente su antiguo odio hacia los eruditos de Torá (Talmud, Pesajim 49b). Él sabía lo que era ser ignorante. Y recordaba el resentimiento —y el odio— que sienten las clases menos privilegiadas. Él tenía amor y paciencia con todos, pues él mismo había sido uno de ellos y sabía cuán difícil era cambiar de parecer.

8. Lo perdió todo, pero siguió avanzando

Luego de alcanzar la fama, Rabí Akiva se transformó en el maestro y mentor de una asombrosa cifra de 24.000 estudiantes. Como relata el Talmud (Yevamot 62b), cada uno de ellos murió en un extremadamente corto período de tiempo —durante las semanas que hay entre Pesaj y Shavuot— debido a una epidemia. Y como dice el Talmud, el mundo quedó desolado. La tragedia humana era devastadora, la perdida para el mundo de Torá era inimaginable.

Pero además de todo eso, Rabí Akiva atestiguó cómo todo el trabajo de su vida se iba por la cañería. Tantos años de formar a las grandes mentes de la siguiente generación habían sido perdidos, sin que nada quedara para la posteridad.

Si hay alguien que podría ser perdonado por pasar sus últimos años sintiendo lástima por sí mismo sería Rabí Akiva. ¿Podría haber una señal más clara del cielo de que Dios no estaba interesado en los trabajos de Rabí Akiva, que su preciado legado era algo que no debía existir? ¿Cómo es posible que un ser humano no quede paralizado por la miseria e indecisión en ese momento?

Pero Rabí Akiva se levantó y comenzó de nuevo. Como relata a continuación el Talmud, encontró 5 nuevos estudiantes, cinco para reemplazar a 24.000. En lugar de intentar tener estudiantes sin límites, se enfocó en 5 valiosas almas, quienes en conjunto restaurarían la gloria de la Torá.

No dejó que su inhabilidad para explicar se interpusiera en el camino de lograr cosas.

No hay dudas de que Rabí Akiva nunca se recobró del dolor de su pérdida. Como vimos, el pensaba constantemente sobre las preguntas más complejas de la vida. Sin embargo, no dejó que su inhabilidad para encontrar respuestas se interpusiera en la misión de su vida. Todos tenemos preguntas en la vida que no podemos resolver. Incluso con su gran intelecto —o quizás a pesar de él— Rabí Akiva no era la excepción. Pero las preguntas y dudas no lo detuvieron. Él siguió avanzando y finalmente logró perseverar.

9. Siempre veía lo positivo

Mirando en retrospectiva su difícil vida, Rabí Akiva vio la bondad de Dios en todo lo ocurrido, no sólo en su vida personal, sino en todos los eventos del mundo. Se volvió famoso por el dicho: “lo que sea que Dios haga, es para bien”.

El Talmud (Berajot 60b) relata cómo Rabí Akiva una vez estaba viajando y llevaba con él una lámpara, un gallo y un burro. Llegó a una aldea para buscar hospedaje, pero no consiguió un lugar. Impávido, la reacción natural que pasó por su mente fue: “Lo que sea que Dios haga, es para bien”. Armó un campamento en las afueras de la aldea. Durante la noche, el viento apagó su lámpara, un zorro se comió a su gallo y un león devoró a su burro. Rabí Akiva se lo tomó todo con calma.

Se levantó a la mañana siguiente y se enteró que durante la noche unos bandidos habían saqueado la aldea donde no consiguió albergue. El rabino no sólo habría sido capturado junto a los otros residentes si se hubiera quedado allí, sino que incluso estando en su campamento, su lámpara, gallo o burro lo podrían haber delatado.

El Talmud (Makot 24b) relata que una vez Rabí Akiva y algunos colegas pasaron por la antigua ubicación del Templo de Jerusalem (vivieron poco después de su destrucción), y vieron un zorro entrando al lugar donde estaba el Santo Santuario. Sus colegas comenzaron a llorar ante la patética imagen, pero Rabí Akiva sin embargo se rió. Entonces les explicó a sus sorprendidos colegas: “Tenemos tanto la profecía de Uriá como de Zacarías. Uriá dijo: ‘Zion será arada como un campo’ (Mija 3:12); Zacarías dijo: ‘Nuevamente los ancianos y ancianas se sentarán en las calles de Jerusalem…. Y las calles de la ciudad estarán llenas con niños y niñas jugando’ (Zacarías 8:4-5). Mientras la profecía de Uriá no se había cumplido (completa y literalmente), yo temía que la profecía de Zacarías tampoco se cumpliría. Ahora que la profecía de Uriá se ha cumplido, me queda claro que la profecía de Zacarías también se cumplirá, hasta su último detalle”.

Rabí Akiva pasó por todo, pero nunca perdió la esperanza. Las mismas imágenes que hicieron llorar a otros y derramar lágrimas de desesperación, a él lo llenaron de esperanza. Todo lo que ocurre en este mundo, tanto lo bueno como lo malo, emana de un Creador que es infinitamente bueno. Pero la vida no siempre es fácil de entender. A veces simplemente debemos ser pacientes y esperar.

10. Tuvo una muerte de héroe

Uno podría esperar que luego de vivir una vida tan complicada y heroica, Rajel y Rabí Akiva al final se asentarían y vivirían felices para siempre. Pero eso también les fue negado.

El Talmud (Berajot 61b) describe el amargo final de Rabí Akiva. Fue encarcelado y juzgado por los romanos por su “crimen” de enseñar públicamente Torá. Fue encontrado culpable y sentenciado. Lo torturaron hasta la muerte, rasgando su piel con peines metálicos afilados.

Rabí Akiva pasó sus últimos momentos en la Tierra recitando el Shemá, aceptando sobre sí el yugo celestial. Sus estudiantes le preguntaron: “Maestro, ¡¿hasta este punto?!”. Él les respondió: “El Shemá nos enseña a amar a Dios con toda nuestra alma (Deuteronomio 6:5), lo cual yo entiendo que significa: ‘Incluso si están sacando tu alma’. Toda mi vida agonicé por este versículo. ¿Amaría a Dios incluso si mi alma me estuviera siendo arrebatada? Al fin tengo la oportunidad de demostrar esto. ¿Cómo podría no aprovechar la oportunidad?”. Y así Rabí Akiva recitó “Dios es uno” y su alma dejó su cuerpo.

Rabí Akiva es contado como uno de los diez mártires que fueron torturados por los romanos, los diez gigantes de Torá que fueron asesinados durante la destrucción del Segundo Templo y en los años posteriores. Sobre la mayoría de estos sabios, a pesar de su grandeza, probablemente ni siquiera escuchaste hablar a menos que seas un erudito en Torá. Pero ese no es el caso de Rabí Akiva. Él era uno de “los nuestros”: su historia es nuestra historia, su vida es nuestra vida. Él comenzó sus días de manera humilde al igual que muchos de nosotros, pero a pesar de eso, se convirtió en el líder de la generación, enseñándonos que también nosotros podemos alcanzar grandes alturas y sacar a relucir todo nuestro potencial. Sea su memoria para bendición.

EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.