Matzá: Saliendo rápido de Egipto

3 min de lectura

¿Por qué Dios nos sacó de Egipto con rapidez?

No queda tiempo para ti
En mi camino rumbo a cosas mejores
No queda tiempo para ti
Encontraré alas para mí
No queda tiempo para ti
Caminos distantes me están llamando

No tengo, tengo, tengo, tengo tiempo

-The Guess Who

El símbolo indiscutible de Pesaj es la matzá, el pan no leudado. Todo el proceso de preparación de la matzá, desde el mezclado de la harina con el agua hasta su horneado, debe ser hecho en menos de 18 minutos, antes de que pueda leudar o fermentar. Nunca verás judíos moviéndose con tanta rapidez como lo hacen cuando hornean matzá (salvo cuando atacan en un kidush).

La Hagadá nos enseña el significado oculto de la matzá:

¿Cuál es la razón de esta matzá que comemos? Ya que la masa de nuestros ancestros no tuvo suficiente tiempo para leudar antes de que Dios se revelara ante el pueblo judío y lo redimiera, como está escrito (en la Torá): “Hornearon la masa que sacaron de Egipto como matzá porque no leudó, porque fueron sacados de Egipto y no pudieron demorarse”.

Por lo tanto, la matzá se asocia al apuro y la rapidez con la que la nación judía dejó Egipto. Pero, ¿por qué Dios tuvo que sacarnos de Egipto con rapidez? Ya habíamos estado allí durante 210 años. ¿Qué daño hubieran hecho uno o dos días más para que empaquemos y planeemos correctamente el viaje, además de pasar por el supermercado y comprar algunas delicias para el camino?

En realidad, la forma en la que los judíos dejaron Egipto expresa una lección integral y fundamental sobre la experiencia de libertad y redención de Pesaj. La rapidez fue un componente necesario y decisivo en ese crucial evento histórico y sirve de paradigma para todas las redenciones futuras, tanto personales como nacionales.

En la vida de toda persona, en un punto u otro, surgen eventos sin previo aviso, e incluso si hay alguna clase de indicio de que llegarán, después de que efectivamente llegan continúa habiendo una cierta sensación de incredulidad. Uno puede planear una boda con muchos meses de anticipación, saber que nacerá un bebé o, tener cierta certeza de que el fallecimiento de un ser querido se vislumbra en el horizonte. Pero de todas formas, cuando ocurre el evento esperado, nos enfrentamos a una cruda realidad para la cual ningún preparativo o arreglo previo puede prepararnos realmente.

Esos eventos son tan dramáticos que nos obligan a ver y vivir la vida de una manera diferente. Se vuelven experiencias tan reveladoras y nos sacuden con tanta intensidad que, en ocasiones, ni siquiera nos podemos relacionar con la persona que éramos antes de que ocurriesen. En un sentido muy real, hay momentos en los cuales nos “liberamos” de una vida previa.

A eso se refiere el judaísmo con gueulá, ‘redención’. Somos redimidos y liberados del estrecho y limitante estilo de vida y filosofía que previamente nos había dominado y definido. En esencia, cada persona deja Mitzráim (Egipto), que proviene de la palabra metzar en hebreo y significa: tierra de limitación y estrechez. Dejamos el lugar que aprieta y sofoca la vida de todos quienes viven allí. Nos liberamos y nos convertimos en una nueva persona.

La matzá es el símbolo de la redención porque el apuro es inherente a la redención. No importa la velocidad a la que ocurra la redención, siempre será demasiado repentina; por su naturaleza misma, es algo que nunca puede ser entendido por completo hasta haber llegado al destino. Es algo que nunca podremos anticipar ni pretender entender hasta que haya llegado. Si bien puede haber una serie de pasos que lleven a ella, no hay un proceso de redención; la redención es un evento momentáneo que altera las cosas para siempre y que ocurre en una fracción de segundo. La redención puede llegar a través de la pena y el dolor o por medio de la alegría, pero nunca se da en el momento esperado.

El apuro está asociado con la matzá, el símbolo de la redención, porque la naturaleza de toda redención es que es una experiencia surrealista, extra corporal y atemporal en la que somos conducidos por fuerzas más grandes de lo que pudimos imaginar, conocer o esperar. Lo único que podemos hacer es seguir la corriente.

Este Pesaj, mientras estemos sentados en la mesa del Seder con nuestra familia y amigos relatando la Hagadá y comiendo matzá, tengamos esperanza y recemos para que pronto llegue la redención final y nos catapulte a nuevas y elevadas alturas, ya sea que estemos listos para ellas o no.

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