Pésaj en el infierno

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La historia del Séder de Pésaj de mi abuelo mientras se escondía de los nazis en el gueto de Cracovia.

Entre los años 1939 y 1945 ardió un gran fuego en Europa que destruyó prácticamente por completo a la judería europea. Mendel y Moshé Brachfeld, mi tío abuelo y mi abuelo, fueron dos hermanos que tuvieron que caminar juntos entre los fuegos y las cenizas del Holocausto. Después de que el resto de su familia fuera asesinada por los nazis, pactaron permanecer juntos a toda costa. Sobrevivieron juntos, crecieron juntos y se fusionaron. Esos dos hermanos superaron a la maquinaria nazi permaneciendo con vida, permaneciendo cuerdos, permaneciendo juntos y permaneciendo fuertes en su cumplimiento de mitzvot. Sobrevivieron a la guerra y reconstruyeron sus vidas, criando generaciones de judíos comprometidos, y ahora están enterrados uno junto al otro en el Monte de los Olivos en Jerusalem.

Muchos sobrevivientes nunca pudieron hablar sobre los horrores de los que fueron testigos. Mi abuelo nunca hablaba de los asesinatos y las torturas, pero siempre que podía contaba historias de crecimiento espiritual en las más espantosas de las situaciones. Contaba cómo él y su hermano mayor lograron ponerse tefilín —con gran sacrificio— casi todos los días en ese infierno. Cómo contrabandearon los tefilín de un campo a otro. Cómo escaparon de prisión facilitando que otras cien personas también lo hicieran. Cómo encontraron una mikve antes de Iom Kipur y cómo sobrevivieron un Pésaj sólo con papas. Muchas historias, todas con el mismo tema: no de horror, sino de heroísmo.

Hay una historia que era repetida año tras año en el Séder de Pésaj: cuando mi abuelo y su hermano celebraron Pésaj en el gueto de Cracovia en 1943.

Escapando en Cracovia

Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis establecieron más de 400 guetos con el objetivo de aislar a los judíos de la población gentil y de las comunidades judías vecinas. Los alemanes consideraban el establecimiento de guetos como una medida provisional para controlar y segregar a los judíos. Con esto pretendían evitar que los judíos —a quienes los nazis consideraban una raza inferior— se mezclaran con la raza aria superior y la degradaran.

Los altos oficiales nazis también creían que los judíos sucumbirían a las condiciones de vida desfavorables del gueto, incluyendo la falta de comida, agua y espacio habitable. Más aún, los guetos sirvieron como centros de agrupamiento que facilitaron posteriormente el exterminio de una parte importante de la población judía. Los hermanos Brachfeld vivían en el Gueto de Cracovia, uno de los más grandes de Polonia (1), el cual había sido establecido en marzo de 1941. En marzo de 1943, cinco semanas antes de Pésaj, los alemanes liquidaron el gueto, matando o removiendo de allí a todos los judíos que quedaban. La grandiosa ciudad de Cracovia, que había sido un hogar para los judíos durante 700 años, fue declarada oficialmente judenrein, libre de judíos.

Los hermanos decidieron esconderse.

Los dos hermanos entendieron que seguir las órdenes de los alemanes implicaría una muerte segura, por lo que decidieron esconderse. En las cinco semanas previas a la festividad de Pésaj fueron atrapados con otros cien judíos, pero lograron escapar de la prisión. Iban de ático en ático, tratando desesperadamente de permanecer con vida mientras intentaban conseguir documentos que pudieran utilizar para escapar.

Con Pésaj acercándose, los hermanos querían encontrar una manera de comer matzá en la primera noche de Iom Tov. Necesitaron de mucha creatividad y sacrificio (ser atrapados significaba ser asesinados), pero encontraron un poco de harina y construyeron un horno improvisado (2). Encontraron una placa de metal y un poco de pintura inflamable. Prendieron fuego a la pintura y pudieron así casherizar la placa y obtener de esa manera un horno casher para Pésaj, en el cual hornearon unas pocas matzot para el Séder. Cómo es que el olor de la pintura quemándose no fue detectado por los alemanes puede haber sido o un milagro, o quizás fue algo natural pues el hedor de los cadáveres en el gueto era tan fuerte que el de la pintura quemándose era insignificante.

Calle Jozefonsky 23, el edificio en donde hicieron el SéderCalle Jozefonsky 23, el edificio en donde hicieron el Séder

Cuando llegó la noche de Pésaj, se sentaron para tener su Séder improvisado, celebrando el Éxodo de Egipto en un ático escondido de la calle Jozefonsky en el gueto de Cracovia. En el pasado se habían sentado a una hermosa mesa con la platería más fina y en compañía de sus familias. Hoy estaban en un ático oscuro, solos en el mundo, huyendo de los nazis, con sus vidas en peligro y un poco de matzá por la cual habían arriesgado sus vidas. No necesitaban maror, tenían suficiente con sus propias vidas.

¿Qué libertad?

Mi abuelo, que entonces tenía 21 años, le dijo a su hermano mayor: “Es imposible que tengamos un Séder esta noche. El Séder es para celebrar nuestra libertad, nuestra salida del exilio, pero nosotros estamos aquí, nuestras vidas corren peligro, toda nuestra familia murió, nuestros padres, nuestra hermana y sus hijos fueron asesinados, la ciudad está en llamas. Los nazis, con sus perros salvajes, nos están buscando, no estarán contentos hasta que todo judío haya muerto. ¿Acaso no es esto peor que la vida que tuvieron los judíos en Egipto? ¿¡Qué clase de libertad estamos celebrando!?” (3).

¿¡Qué clase de libertad estamos celebrando!?

Su hermano respondió: “Todas las noches, en la plegaria nocturna, alabamos a Dios por habernos sacado de Egipto a ‘una libertad eterna’. La libertad eterna que ganamos y por la cual estamos agradecidos no es física; la libertad física es sólo un subproducto de lo que obtuvimos esa noche. La libertad por la cual agradecemos es la espiritual. Pésaj celebra el nacimiento de una nación, cuando dejamos de ser esclavos en Egipto para ser una nación judía, una nación que Dios podía llamar suya. Cuando nos sentamos al Séder, celebramos algo más grande que la vida: una salida de la esclavitud hacia el abrazo de nuestro Padre Celestial, convirtiéndonos en una nación santa. Esto es algo que nadie puede quitarnos; no importa cuánto golpeen y torturen nuestro cuerpo físico, nuestra alma siempre será libre para servir a Dios”.

Con esas palabras, mi abuelo y su hermano mayor se sentaron a celebrar un Séder que consistió de matzá preparada peligrosamente y un poco de borscht en lugar de vino.

Mi abuelo solía decir que ese fue el Séder más espléndido que celebró en su vida.


Notas:

1. Los judíos habían vivido en Cracovia desde el siglo XIII. Muchos de los grandes rabinos de nuestra historia vivieron en Cracovia, incluyendo a Rav Hershel de Cracovia, el Ramó y el maestro jasídico Meor Veshomish.

2. Mi abuelo murió el 9 de nisán de 2008, casi 66 años después de hornear esas matzot.

3. Es interesante notar que mi abuelo repetía esta historia con orgullo. Nunca se avergonzó ni de repetir su pregunta ni de su negación inicial a participar del Séder. Una pregunta sincera que lleva a una respuesta profunda no tiene absolutamente nada de malo.

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