Mi Milagro Personal de Purim

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Nunca olvidaré el momento en el que fui solamente un objeto de utilería en un drama cósmico mayor.

¿Por qué yo estaba ahí precisamente en ese momento?

He pensado en eso innumerables veces desde que ocurrió. Fue un momento crucial en mi vida. Y cada vez que celebro la festividad de Purim, el momento vuelve a mí vívidamente.

Hace muchos años, poco después de que asumí mi primer púlpito y comencé mi carrera rabínica, un miembro de mi comunidad vino a mí con una petición. "Hay una mujer anciana en la ciudad", me dijo, "que no es miembro de su congregación pero que necesita desesperadamente hablar con un rabino. Ella tiene dificultad para caminar y le resultaría imposible venir hasta acá. ¿Estaría usted dispuesto a tomarse el tiempo de ir a su casa y ayudarla?".

"Por supuesto", respondí. Tomé la dirección de la mujer y me dije a mí mismo que iría en la primera oportunidad que tuviera. Me avergüenza admitirlo, pero todos los deberes de un nuevo rabino consumieron tanto de mi tiempo que puse mi prometida visita en espera, diciéndome a mí mismo varias veces que pronto lo haría y cumpliría mi compromiso.

"Está congelado afuera. ¿No puedes posponerlo para mañana?". Pero yo sabía que tenía que ir inmediatamente.

Pasaron dos semanas y una noche repentinamente me di cuenta que aún no había ido a ver a la mujer que dijo que necesitaba desesperadamente hablar con un rabino. Era una amarga y fría noche de invierno pero estaba dominado por la culpa y decidí que no podía posponer mi visita. "¿Pero como vas a encontrar la dirección en la oscuridad?", preguntó mi esposa. "Está congelado afuera. ¿No puedes posponerlo para mañana?".

Pero yo sabía en el fondo de mi corazón que tenía que ir inmediatamente.

Busqué la dirección y finalmente encontré la casa de la mujer. Caminé hacia la puerta principal y estaba a punto de apretar el timbre cuando la puerta se abrió repentinamente. Un joven estaba parado frente a mí con su sombrero y su abrigo, obviamente saliendo. Yo lo había interceptado y había aparecido frente a él inesperadamente.

"Sí", dijo él, "¿qué puedo hacer por usted?".

"Mi nombre es Rav Blech", le expliqué, "y estoy aquí para ver a la Sra. Cohen".*

El joven comenzó a temblar. Yo no podía entender su reacción. ¿Cómo podía el simple acto de decir mi nombre e indicar a quien quería ver causar tan obvia consternación?

Perplejo, esperé, y luego de unos momentos el joven dijo, "La Sra. Cohen es mi madre y voy a decirle que usted está aquí". Entramos y pronto su madre se unió a nosotros en el salón. Ella me dijo cuan contenta estaba de que yo hubiese venido y que ella necesitaba desesperadamente hablar conmigo. Lo que fue extraño es que su hijo, quien estaba claramente yéndose en el momento en que yo llegué, ahora estaba sentado y parecía inseguro de irse. Su madre estaba sorprendida de que él se había quedado en la habitación y parecía no querer decirme lo que estaba pensando hasta que él se fuera – pero él dejó en claro que no tenía ninguna intención de hacerlo.

La madre entonces me explicó la razón de su petición de verme. "No quería hablar de esto frente a mi hijo pero quizás tiene que ser así. De hecho, la razón de mi necesidad de un rabino tiene que ver con él. Verá, yo vengo de una casa judía religiosa. Mis padres y abuelos estaban profundamente orgullosos de su patrimonio y vivieron sus vidas de acuerdo a la tradición judía. Pero ahora temo que sus valores llegarán a su fin en nuestra familia. Verá mi hijo está saliendo con una mujer no judía y parece estar considerando seriamente casarse fuera de la religión. Y eso me destruiría".

Su hijo comenzó a llorar amargamente y casi no podía hablar. "Tengo una confesión que hacer".

Con eso, su hijo comenzó a llorar amargamente y casi no podía hablar. "Tengo una confesión que hacer", dijo él. Esa noche era Navidad, sin embargo, yo no lo había notado. Pero pronto me enteré que eso tenía mucho significado para el joven que estaba intentando retomar el aliento en medio del llanto.

"Sí rabino, he estado saliendo con una mujer no judía y nos hemos puesto muy serios. Durante un tiempo ella me ha presionado para que yo me convierta al cristianismo y podamos casarnos. Sólo porque la amo finalmente accedí y esta noche se suponía que sería el cumplimiento de su plan. Le dije que iría a Misa de Navidad con ella y después de eso, me reuniría con el cura junto con ella para hacer arreglos para mi conversión. Yo sabía que sería un golpe devastador para mi madre y que probablemente significaría que yo ya no sería bienvenido en nuestra casa. Pero había tomado la decisión y estaba preparado para seguir adelante sin importar nada.

"Cuando iba saliendo esta noche no solamente estaba saliendo de la casa, estaba dejando mi familia, mi pasado y toda conexión que tenía con el pueblo judío. Este iba a ser mi quiebre con el judaísmo y abrí la puerta para comenzar mi camino hacia una nueva vida. Pero entonces me sorprendí de encontrar a alguien parado en mi camino. No tenía idea, rabino, quien era usted, pero luego se introdujo. Estaba estupefacto. No he visto a un rabino desde mi Bar Mitzvá. Y en el preciso momento en que estaba a punto de desechar mi religión, un rabino se paró delante mío bloqueando mi camino. Entendí que esto no podía ser una simple coincidencia. Me di cuenta que era la forma de Dios de decirme que no me atreviera a hacer lo que había contemplado".

Fue en ese momento que comprendí la reacción del joven cuando nos vimos por primera vez. Y fue entonces que estuve conmovido por el pensamiento de que, para mí desconocimiento, yo no era nada mas que un mensajero desempeñando un rol con un propósito divino. Yo no escogí el momento; el momento me escogió a mí. Podía haber ido a visitar a la angustiada madre en cualquier momento, pero de alguna manera Dios se aseguró de que llegara precisamente en el momento en que mi presencia sería vista como una señal para el joven.

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Milagros Escondidos

Que revelación para mí como joven rabino. Momentos en mi vida que asumí que eran simplemente el resultado de elecciones personales podrían ser en realidad la realización de un plan mayor. Me hizo darme cuenta de que pueden haber milagros que toman una forma diferente que la apertura del Mar Rojo. Hay milagros que están escondidos, que se expresan en eventos que pueden parecer naturales, pero son tan improbables estadísticamente que no son otra cosa que el dedo escondido de Dios escribiendo un guión en el cual Él nos involucra como actores involuntarios. Ellos son los milagros en los cuales Dios escoge mantenerse anónimo pero indicar claramente Su presencia tras bambalinas.

Hay milagros expresados en eventos que parecen ser naturales, pero son tan improbables estadísticamente que no son otra cosa que el dedo escondido de Dios.

Estos son los milagros de Purim. Están documentados en un libro llamado la Meguilat Ester – el único libro de la Biblia en el cual el nombre de Dios no aparece ni una sola vez. La presencia de Dios está escondida, enseñándonos la mayor lección de esta festividad: estudien los eventos cuyas coincidencias trascienden el entendimiento y la posibilidad humana y entiendan que Dios también puede escoger hacer milagros escondidos, en los cuales el autor está escondido de la vista.

Imagina cuán improbable era para Ester elevarse a su exaltado estatus. Tantas cosas inverosímiles tenían que pasar para hacer eso posible. El rey tenía que enojarse con su esposa por no obedecer sus órdenes y desecharla. Él tenía que seguir el consejo de sus consejeros y terminar escogiendo como su reina a una joven doncella judía que lo satisfizo por sobre todas las demás. Para que el grandioso plan de Dios se hiciera realidad, el tío de Ester, Mordejai, tenía que estar precisamente en el lugar apropiado en el momento apropiado para escuchar un complot en contra del rey el cual fue después documentado en los registros reales. Esa historia tenía que ser escuchada por el rey para lograr la ruina de Hamán, así que por alguna extraña razón hubo una noche en la que el rey no podía quedarse dormido, le pidió a uno de sus sirvientes que le leyera algo – que coincidencia – el sirviente abrió el libro y la página que estuvo a mano fue precisamente la que relataba cómo Mordejai lo había salvado del asesinato.

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Las coincidencias se apilan una arriba de la otra. Una persona tonta podría desecharlas pero la historia de Purim nos recuerda que estas coincidencias también son milagros dignos de conmemoración y celebración. Como Mordejai le dijo a la reina Ester, explicándole porque ella debía actuar en representación de su pueblo, "Quién sabe si no es por un momento como este que lograste tu posición real".

Quién sabe, me digo a menudo a mí mismo después de mi historia de Navidad, si en varios momentos de mi vida no debería reflexionar que "fue por un momento como éste que conseguí mi estatus de rabino".

Por cuanto ese joven entendió que Dios le envió un mensaje, él no dejó la casa esa noche. Hablamos durante varias horas y luego yo me fui. No me enteré de la conclusión hasta el día siguiente.

El joven me llamó por teléfono y me contó lo que pasó después. Su novia lo llamó y enojada demandó saber dónde estaba y por qué no había llegado a la Misa de Navidad como había prometido. Ella le gritó por haberla avergonzado con su cura al forzarla a cancelar la reunión. El joven trató de explicar que la inexplicable aparición del rabino cuando él estaba a punto de salir lo hizo detenerse y reconsiderar.

La joven estaba furiosa y no podía ser apaciguada. Ella le dijo que se acababa todo entre ellos y concluyó con despreciativos comentarios sobre el judaísmo y los judíos. "Soy muy afortunado", me dijo el joven, "de que Dios intervino antes de que yo cometiera un terrible error que hubiese arruinado mi vida".

Él trató de agradecerme pero yo no acepté su gratitud. Después de todo, yo tuve muy poco que ver con la impresionante coordinación de mi visita que ayudó a cambiar la vida de este hombre. Yo fui solamente un objeto de utilería en un drama cósmico mayor. Los agradecimientos le correspondían solamente al Autor celestial que escribió el guión.

Desde entonces me he vuelto más atento para notar los pequeños milagros que nos rodean tan a menudo en la vida. Ellos son los que nos deberían hacer reflexionar sobre por qué estuvimos precisamente en cierto lugar en un determinado momento. Ellos son los que nos deberían recordar que hay ocasiones en las cuales somos meros mensajeros en una historia divinamente orquestada, presenciando los milagros ocultos de Dios.

*Los nombres han sido cambiados para proteger la privacidad.

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