Culpando a Otros

6 min de lectura

Aceptar la responsabilidad personal por nuestras acciones es el principio básico para el cambio duradero.

Hacer trampa en los exámenes es algo cotidiano. De acuerdo a un estudio, alrededor de un setenta por ciento de los estudiantes norteamericanos admitió haberlo hecho alguna vez. Pareciera que, para muchos, es un camino aceptable al éxito académico. El único crimen es ser descubierto.

Pero si eres descubierto, ¿qué haces? ¿Dices que lo sientes y prometes no volver a hacerlo nunca más? ¿Suplicas clemencia?

Un estudiante de la Universidad de Kent en Inglaterra que fue sorprendido copiando, tomó un enfoque levemente diferente, tal vez más en consonancia con el espíritu del siglo XXI. De acuerdo a Frank Furedi, un profesor de sociología y especialista en litigación de esa universidad, el estudiante está demandando a la universidad, él sostiene que ha estado copiando durante tres años ¡y que sus maestros están en falta por no haberlo descubierto antes!

Tal vez este es el ejemplo más escandaloso que se puede citar sobre lo que llegó a ser conocido como “la cultura de la compensación”, en la que los litigantes, buscando una compensación monetaria por injuria personal, han abultado las agendas de los juzgados. Pero más que un fenómeno judicial, esto revela un cambio perturbador en la actitud hacia las dificultades de la vida. Mientras que en una época, la aceptación del sufrimiento y la responsabilidad fueron considerados rasgos admirables, hoy son vistas como una falta de espíritu luchador. Por el contrario, demandar para hacer una fortuna a partir de una desgracia es considerado defender los derechos propios.

Pero si piensas que el reclamo del estudiante de Kent no tiene precedentes en los anales de la insolencia, estás equivocado. La verdad es que culpar a otros es una historia muy vieja – tan vieja como la Biblia.

Caín le hizo una ofrenda a Dios que fue rechazada, a diferencia de la de su hermano Abel, que era de mejor calidad. En un arranque de celos lo asesinó, trayendo el homicidio al mundo. Después de esto, Dios se le acercó preguntándole, “¿Dónde está Abel, tu hermano?”.

Los comentaristas explican que aunque de acuerdo a la tradición judía Dios es omnisciente, y por consiguiente ya sabía que Abel había muerto, simplemente estaba iniciando un diálogo para darle a Caín una oportunidad para confesar y arrepentirse de su pecado. En lugar de eso, Caín dio la famosa respuesta: “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?”. Así, el primer asesino en la historia fue también el que inventó el sarcasmo.

El Midrash revela que en las palabras de Caín había más que una negación descarada: “¿Acaso soy el guardián de mi hermano?”, le dijo Caín a Dios, “Tú eres el guardián de toda la creación, ¿y me preguntas qué le ocurrió?”. El Midrash explica en forma de parábola: “Esto es comparable a un ladrón que ha robado de noche, evadiendo al cuidador. Sin embargo, a la mañana siguiente el cuidador atrapa al ladrón, y le dice: “¿Por qué robaste esas cosas?”. “Yo soy un ladrón” le responde, “y estaba ejerciendo mi profesión. Tú eres un cuidador. ¿Por qué descuidaste tu profesión? Así también le dijo Caín a Dios: “Yo lo maté. [Pero] Tú me creaste con una inclinación hacia el mal. Tú eres el cuidador de todo, y me has permitido matarlo. Tú eres el que lo mató. Si hubieras aceptado mi ofrenda, al igual que la de él, yo no hubiera estado celoso de él”.

El intento de Caín de desviar el juicio Divino culpando a otros no le fue provechoso. “¡La sangre de tu hermano clama a Mí desde la tierra!”, respondió Dios, y castigó a Caín mandándolo al exilio.

No es Sólo Caín – También Somos Nosotros.

Aquel estudiante de la Universidad de Kent no es el único que tiene algo en común con Caín. A todos nos resulta difícil aceptar la culpa. ¿Has advertido alguna vez que, incluso cuando admites algo, estás más inclinado a decir: “Sí, tienes razón” en lugar de “Sí, me equivoqué”? Incluso al aceptar la culpa estamos desplazándola sutilmente, si no es a otros, por lo menos lejos de nosotros mismos.

¿Por qué nos resulta tan difícil aceptar la culpa y la responsabilidad? En la mayoría de los casos, la respuesta yace en la distorsionada “imagen propia” que tenemos de nosotros mismos. Es como si lleváramos en nuestra cabeza un espejo del salón de los espejos de un parque de diversiones que nos hace parecer ya sea más grandes o más pequeños, más perfectos o más imperfectos, de lo que realmente somos. El reflejo en el espejo verdadero –la manera en que nos ven los demás y sus reacciones– presenta una amenaza. La imagen mental de perfección es amenazada por los granos que aparecen en el espejo verdadero; y para los que sufren de baja autoestima, cualquier crítica externa amenaza con confirmar los peores miedos sobre los defectos monstruosos que ellos imaginan sobre sí mismos.

¿Qué se pude hacer al respecto? Los Sabios del Talmud ofrecen algunos consejos sorprendentes: “Si alguien te dice burro, pon una montura en tu espalda”. Lo que quieren decir es que cuando escuches una crítica, incluso si sientes que es injustificada, acéptala, al menos por fuera. Ciertamente, es la forma más segura de evitar un enfrentamiento (tendrás que juzgar por ti mismo si la crítica justifica una seria evaluación personal. Y no estamos hablando aquí de someternos a explotación o abuso, eso es un tema completamente diferente). Pero además, funciona en un nivel más profundo.

Recuerdo haberme enojado una vez con un amigo por una ofensa (ahora ya he olvidado lo que fue, que es el caso usual). Cuando lo confronté, su respuesta fue: “Sí, lo siento. A veces me comporto como un idiota”. Fue totalmente irresistible. Yo estaba esperando una negación, una pelea, y cuando no llegó, lo único que quedaba era aceptar su disculpa y continuar siendo amigos.

Más aún, la percepción que tenía de él, de persona inteligente y decente, no cambió. Su confesión inmediata de estar equivocado no hizo nada para disminuirlo ante mis ojos, por el contrario, hizo que lo respete aún más. Nuestro miedo a perder el respeto de los demás por admitir nuestros errores usualmente es infundado. Y cuando nos damos cuenta de que esas temidas repercusiones no ocurren, estamos naturalmente más deseosos de mirar en el espejo y considerar lo que hay ahí en realidad, y de arreglar lo que necesita ser reparado.

Esto también es verdad en el macrocosmos. Marta Stewart no enfrentó cargos criminales por explotación ilícita de información privilegiada, sino porque supuestamente les mintió a los investigadores federales sobre esa explotación. Si hubiese dicho la verdad desde el principio, es muy posible que la emperatriz del diseño y la decoración no hubiese contemplado durante cuatro años la decoración del interior de una celda de la prisión.

En contraste, cuando el reportero del New York Times Jayson Blair fue acusado de fabricar historias, en lugar de cubrirlo, el diario inició una investigación interna. Cuando descubrieron que había falsificado docenas de informes, publicaron sus descubrimientos – en la primera página del periódico. Blair fue despedido, y los editores jefes Howell Raines y Gerald Boyd se hicieron responsables por la traición de su subordinado y renunciaron. Como consecuencia, la reputación del periódico de ser una fuente confiable de noticias, y su propia reputación de periodistas honestos, fue salvada. Otras organizaciones de noticias, que siguieron de cerca la crisis en el New York Times, examinaron a sus propios reporteros con más vigilancia.

Ciertamente Caín tenía razón en una cosa: Dios creó al ser humano con una tendencia innata hacia el mal; hacia los celos y hacia la violencia, hacia la trampa y hacia culpar a los demás. Vemos la confirmación de esto en los escándalos y las atrocidades que copan las noticias, como también en los errores privados que cometemos en nuestras propias vidas.

Sin embargo, lo que Caín no percibió es que allí yace el desafío fundamental de la vida. Porque Dios también creó al hombre con la capacidad de distinguir entre el bien y el mal, y de elegir el bien. Puede que no sea la forma más fácil, pero en realidad es la única.

Sin importar cuánto hayamos pecado, Dios nos sigue amando.

Los días desde Rosh HaShaná hasta Iom Kipur son conocidos como “Los Diez Días de Arrepentimiento”. El mes de Elul, que los precede, es un tiempo tradicionalmente reservado para prepararnos para este período. A primera vista, 30 días de preparación para decir que nos arrepentimos por nuestros pecados puede parecer un poco extremista. Pero en vista de la tendencia profundamente arraigada de desviar la culpa lejos de nosotros mismos, podemos entender su sabiduría. Hace falta aclarar la garganta durante mucho tiempo para que podamos llegar a decir: “He pecado”.

¿Cómo podemos aprovechar el mes de Elul? El primer paso no es comenzar a hacer una lista de todo lo que has hecho mal durante el año pasado. Esto puede conducir a la depresión en lugar de al arrepentimiento. En hebreo, las letras E-L-U-L representan aní leDodí veDodí li, “yo soy para mi Amado y mi Amado es para mí”. Esto significa que Dios y el pueblo judío tienen una relación de amor recíproca. Y ese amor es eterno, a través de las generaciones.

Sin importar cuánto hayamos pecado, Dios nos sigue amando. Por lo tanto, no hay necesidad de culpar a otro por miedo al rechazo. Al contrario, Dios sólo quiere que enfrentemos nuestras equivocaciones para que nos convirtamos en mejores personas, aún más dignas de Su amor.

Sólo podemos comenzar a reflexionar sobre lo que no deberíamos haber hecho o dicho durante el transcurso del año después de que esos pensamientos hayan comenzado a penetrar en nosotros. Pero es aconsejable que la lista sea corta. Porque si nuestro arrepentimiento va a ser creíble, tenemos que presentar una posibilidad realista de tener éxito en nuestras promesas de hacer un papel mejor al año siguiente. Mientras más corta es la lista, más posibilidades tenemos a nuestro favor.

Adicionalmente, el rabino Israel Salanter, uno de los sabios más grandes de Torá de los tiempos modernos, aconsejó que no debemos enfocarnos en los problemas más difíciles, sino en las cosas que son más fáciles de corregir –dado que somos más responsables por las cosas que tenemos más posibilidades de cambiar. Aún más, nuestras oportunidades de triunfar realmente son mayores en esas áreas.

Si tomamos este enfoque, podemos llegar a descubrir que la grandeza de estos días está en nosotros mismos –que somos lo suficientemente buenos y grandes para hacernos cargo de la culpa.

Fuentes: Instituto Michaelson; Midrash Tanjumá, Bereshit 9:7; Sarah Lyall, “Britain's Stiff Upper Lip is Being Twisted Into a Snarl”, New York Times, 13 de Julio de 2004; Talmud Baba Kama 92b.

Haz clic aquí para comentar sobre este artículo
guest
0 Comments
Comentarios en línea
Ver todos los comentarios
EXPLORA
ESTUDIA
MÁS
Explora
Estudia
Más
Contacto
Lenguajes
Menu
Donar
Únete a nuestro newsletter
Redes sociales
.