El silencio y el shofar

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El shofar es nuestra antigua forma de meditación, alentándonos a retirarnos del ruido de la vida y conectarnos con nuestro ser interior.

Estamos entrando en la zona de las Altas Fiestas. Una época única en donde nos despojamos del artificio y la pretensión y descubrimos aquello a lo que nos hemos acostumbrado, los hábitos, el adormecimiento y el miedo, para crecer por encima de eso y poder florecer.

Desde Rosh Hashaná hasta Iom Kipur somos nuestros propios maestros de meditación, entrando a los recovecos internos de nuestro ser. Pero para poder ejercer este nivel de introspección y reflexión, necesitamos silencio. Para poder evaluar con honestidad en dónde estamos realmente, tenemos que estar completamente presentes en el momento.

Suena fácil, pero en el mundo moderno el silencio se ha convertido en un bien en extinción.

Parece ser difícil estar presentes en cualquier cosa que no sea la última aplicación de Android, los mensajes privados de Facebook y las montañas de correos electrónicos. Es difícil tomarse un descanso, mucho más reflexionar y hacer introspección, cuando estamos corriendo de una responsabilidad a otra.

Es más fácil perderse en el “ruido de nuestras vidas” que buscar silenciosamente en nuestro interior.

Pero durante estos días extraordinarios, tenemos que preguntarnos a nosotros mismos quiénes somos sin el ruido y la parafernalia de esta vida. ¿Quiénes somos sin la computadora, el dinero, las relaciones? ¿Quiénes somos sin el éxito, sin la ansiedad?

En este momento de autoexamen, se nos pide que estemos enfocados, en silencio y completamente presentes.

Entre medio de la cacofonía y los negocios que invaden nuestro mundo, va a sonar un shofar.

Ese shofar no es nada más que un cuerno de carnero vacío. Sin embargo, cuando el aliento de una persona hace contacto con él, se convierte en un instrumento de rectificación y examen de conciencia.

Imagina estar sentado con tus amigos y de repente escuchar una sirena aguda. O estar durmiendo profundamente y que el bebé comience a llorar. Sin duda te despertarás y tu atención se dirigirá hacia el lugar donde se origina ese sonido. Estarás obligado a enfocarte.

El shofar crea un momento enfocado en el que no puedes evitar escuchar y estar presente. El shofar le habla al alma judía de una forma singular, diferente a cualquier otra cosa.

El shofar suena como un llanto. Cuando capta tu atención te llama a ser honesto contigo mismo, reconocer y aceptar los errores cometidos en el pasado, pero también te da esperanzas respecto a que en el año que se avecina tendrás más conciencia, serás mejor, estarás más vivo.

¿Durante este año traté a los demás con dignidad? ¿Actué con compasión y puse los límites necesarios? ¿Cuándo me sentí adormecido? ¿Cuándo me sentí arrogante?

¿Qué fue lo que me impidió crecer en estas áreas?

Esta es la época en la que se pueden disolver los miedos e inseguridades con las que todos luchamos, permitiendo que nuestro ser interno brille de la forma debida. Podemos desechar los mensajes negativos que nos decimos a nosotros mismos y el condicionamiento pasado que sabotea nuestro presente. En su lugar, podemos recargarnos con elecciones más vigorizadoras y elevadas. Es un nuevo comienzo, libre de cargas del pasado, y todo es posible.

Mientras el shofar suena, somos creados nuevamente. Al estar completamente presentes, no podemos evitar sentir maravilla y asombro por la magnitud del momento.

Mientras suena el shofar, cierra tus ojos, respira, enfócate.

El shofar es nuestra antigua meditación, alentándonos a retirarnos del ruido de la vida y conectarnos con nuestro ser interior. Nos empuja a enfrentarnos con nosotros mismos y reflexionar sobre nuestra existencia. Nos pide a todos que estemos quietos, en silencio y abiertos al bendito despliegue del nuevo año.

Con agradecimiento a Rav Dovbear Pinson

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