Buscando la felicidad en los lugares equivocados

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Sucot está aquí y te enseñará dónde encontrarla.

Hace pocos años falleció una de las figuras más emblemáticas de Hollywood, Elizabeth Taylor, quien siempre será recordada por su legendaria belleza. Es verdad que no hizo fama como filósofa, pero sin embargo ella respondió ante un evento de su vida con una perspicacia que merece ser recordada por su profunda verdad.

Además, es una idea que captura de gran manera la esencia de la fiesta de Sucot, la cual viene justo después de Rosh HaShaná y Iom Kipur.

Resulta ser que hace unos años, unos ladrones se las ingeniaron para ingresar a su caja fuerte y robarle una cantidad considerable de costosas joyas. Los reporteros le preguntaron a Elizabeth si ella lloró cuando se enteró de su pérdida. Su respuesta fue simple: "¡Yo no lloro por cosas que no llorarán por mí!".

"¡Yo no lloro por cosas que no llorarán por mí!".

En la tradición judía hay un dicho famoso que dice que durante nuestras vidas tenemos tres amigos principales, y cuando fallecemos, ellos nos dejan en el orden inverso a la importancia que les asignamos. Apenas nuestra alma deja nuestro cuerpo, toda nuestra riqueza huye con ella. Los familiares son más leales, y caminan con nosotros después de nuestro fallecimiento hasta el cementerio, el cual será nuestro lugar de descanso final. Entonces, ellos también nos dejan y siguen con sus vidas. Sólo nuestro nombre, las buenas acciones que hicimos por otros y la influencia que tuvimos sobre ellos se mantienen luego de nuestra muerte y nos ofrecen un poco de inmortalidad.

¿No es extraño entonces que pasemos la mayor parte de nuestras vidas persiguiendo dinero, que pasemos mucho menos tiempo del que deberíamos con nuestras familias, ¡y que invirtamos tan pocos de nuestros esfuerzos en lograr aquellas cosas por las que seremos recordados!?

Quizás nos sintamos identificados con las profundas palabras del autor contemporáneo Emile Henry Gauvreay: "Fui parte de una extraña raza de personas que fueron acertadamente descritas como personas que pasan sus vidas haciendo cosas que detestan, para ganar dinero que no quieren, para comprar cosas que no necesitan, para impresionar a personas que odian".

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Sucot es la única fiesta en el año que, de acuerdo a la Torá, nos enseña acerca de la felicidad. La llamamos "la época de nuestro regocijo". Para los granjeros de antaño era la época en la que, dado que terminaban la cosecha, eran más ricos de lo que serían en todo el año. Después de todo el trabajo que habían invertido en hacer crecer sus cultivos, finalmente eran ricos.

Y entonces, ¿qué nos ordenó la Torá para asegurar que no confundiéramos riqueza material con verdadera felicidad? Nos comandó dejar el lujo de nuestras casas e ir a sentarnos a pequeñas y frágiles cabañas con nuestras familias y seres queridos.

Si realmente queremos ser felices, el primer paso es definir qué es lo que nos hará felices.

Hay una famosa historia sobre un borracho que estaba parado bajo un poste de luz buscando cuidadosamente algo. Un policía fue donde él y le preguntó qué estaba buscando, a lo que hombre contestó: "Mis llaves". Entonces, ambos comenzaron a buscar. Después de un tiempo, el policía le preguntó si estaba seguro que había perdido sus llaves en ese lugar, a lo que el borracho respondió: "No, no aquí. Las perdí allá atrás, pero allá está demasiado oscuro para encontrarlas".

¿Tonto? ¡Por supuesto! Pero ilustra fantásticamente una falla que solemos cometer: seguimos buscando las cosas en los lugares equivocados. Pensamos que "la luz es mejor aquí", pero nunca nos detenemos a preguntarnos si es posible que lo que estamos buscando no esté realmente en el lugar en el que lo estamos buscando.

"Antes de enfocarnos demasiado en algo, examinemos cuán felices son quienes lo poseen". Ese fue el brillante consejo de Francois Duc de La Rochefoucauld. Nos enfocamos en la riqueza. ¿Por qué no examinamos cuán felices son aquellos que la poseen? ¿Hay realmente una correlación entre tener dinero y la felicidad, entre la falta de dinero y la miseria?

No hay absolutamente ninguna correlación entre ingresos y felicidad.

Joe Domínguez y Vicki Robin, autores del libro “Your Money or Your Life” (Tu dinero o tu vida) le pidieron a más de mil personas de Estados Unidos y Canadá que se calificaran a sí mismos en una escala de felicidad de uno (miserable) a cinco (feliz), con tres siendo "no me puedo quejar". Domínguez y Robin se sorprendieron al descubrir que no había absolutamente ninguna correlación entre ingresos y felicidad. De hecho, una vez que las necesidades más básicas y simples estaban cubiertas, las personas que ganaban menos dinero reportaron ser más felices que aquellas consideradas de clase media-alta.

"Los psicólogos han pasado décadas estudiando la relación entre la riqueza y la felicidad", escribe el psicólogo de la Universidad de Harvard Daniel Gilbert en su best seller Stumbling on Happiness (Tropezándonos con la felicidad), “y han concluido que la riqueza aumenta la felicidad humana cuando eleva a las personas desde la miseria hacia la clase media, pero que tiene poca influencia para aumentar la felicidad de ahí en adelante".

Es hora que enfrentemos la verdad: Más posesiones no significa más felicidad. Puede que la frase anónima "Aquellos que dicen que el dinero no puede comprar la felicidad no saben donde comprar" sea graciosa, pero no es verdad. David Myers, profesor de psicología en la Universidad Hope de Michigan, cita en su libro “The Pursuit of Happiness: Who is Happy – and Why?” (La búsqueda de la felicidad: ¿quién es feliz y por qué?) a un estudiante de una casa extremadamente adinerada: "Mis padres me compraron un auto deportivo. Otro año, mi padrastro me dio un velero. Después, él me compró mi propia tabla de windsurf. Nuestra casa tiene dos reproductores de video y tres televisores. ¿Me hacen feliz esas cosas? Por supuesto que no. Cambiaría toda la riqueza de mi familia por un hogar pacífico y lleno de amor".

Es hora que reflexionemos qué cosa merece realmente nuestras lágrimas. Queremos por sobre todo ser felices. Nuestra cultura sigue diciéndonos que la forma de ser felices es tener más dinero. Entonces podremos comprar más cosas que nos darán más placer. Y cuando no nos dan el placer esperado, nos dicen que realmente necesitamos aún más dinero para comprar cosas más grandes y mejores, por lo que tenemos que aceptar más trabajo y más estrés ya que sólo entonces seremos realmente felices. Por lo tanto, vemos cada vez menos a nuestras familias y acumulamos cada vez más posesiones, pero finalmente terminamos descubriendo cuán verdadera es la advertencia que nos hace Pirkei Avot al decir que "mientras más propiedades, más preocupaciones".

"La riqueza es como la salud: A pesar de que su ausencia puede generar miseria, tenerla no garantiza felicidad", concluye el Dr. David Myers. "En todo caso, a juzgar por elevadas tasas de depresión, la quintuplicación de la tasa de crimen violento desde 1960, la duplicación de la tasa de divorcio y la triplicación de la tasa de suicidio adolescente, hoy en día somos más ricos y menos felices".

"La satisfacción no se trata tanto de conseguir lo que quieres sino de querer lo que tienes".

"La satisfacción no se trata tanto de conseguir lo que quieres sino de querer lo que tienes. Hay dos formas de ser rico: Una es tener una gran riqueza y la otra es tener pocas necesidades", dice Myers. "Encuentra formas de sacar el mejor provecho al dinero que pasa por tus manos y nunca pierdas de vista todas las cosas que son mucho más importantes que el dinero".

¿Y qué es mucho más importante que el dinero?

Sucot, la fiesta de nuestro regocijo, nos recuerda que incluso la cabaña más frágil, si está llena de nuestros seres queridos, es una fuente mucho mayor de felicidad que la mansión más lujosa. Nos dice que no nos deben importar los objetos más que la gente. Nos enseña a reflexionar en lo que tenemos en vez de deprimirnos por lo que nos falta.

Cuando nos sentemos en la Sucá y miremos hacia el cielo, encontraremos el consuelo de la guía, la protección y la bendición Divina, lo que los sabios de todas las generaciones han concluido invariablemente que es la mejor fuente para encontrar felicidad.

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