La alegría de la Torá: Celebrando Simjat Torá

3 min de lectura

5 formas en que la Torá nos provee alegría.

En su libro Mal de altura, Jon Krakauer describe el momento en que llegó a la cima del Monte Everest:

Parado en la cima del mundo, con un pie en China y otro en Nepal, limpié el hielo de mi máscara de oxígeno, puse mi hombro en contra del viento y miré abstraídamente hacia abajo, hacia la inmensidad del Tíbet. En un oscuro y lejano nivel entendí que la extensión de tierra debajo de mis pies era una visión espectacular. Había estado fantaseando sobre este momento y sobre la emoción que lo acompañaría durante meses. Pero ahora, cuando finalmente estaba allí, parado sobre la cima del monte Everest, simplemente no podía reunir la energía como para que me importara (Jon Krakauer, Mal de altura, p. 5).

Quedé tan sorprendida por su descripción que tuve que leer el párrafo varias veces. Me conmovió que una persona pudiera entrenar durante años para una escalada como esa, soñar con estar parado en la cima de esa montaña mirando a los miles de metros que había logrado escalar, pero estar demasiado cansado como para que le importara.

Pero esto ocurre a menudo en la vida. Imaginamos que una vez que lleguemos al destino estaremos extasiados. Fantaseamos sobre ese momento de felicidad, pero es elusivo y se nos escapa de las manos, desilusionándonos justo en el momento en que estamos sentados en la cima del mundo.

¿Cómo podemos encontrar y conservar la alegría en este mundo sin que se nos escape de las manos?

La festividad de Simjat Torá nos brinda una respuesta. Mientras bailamos con la Torá, gozamos de la única y eterna felicidad que sólo la Torá puede traer a nuestra vida. “Es un árbol de vida para quienes se aferran a ella” (Proverbios 3:18).

He aquí cinco formas en que la Torá nos provee alegría duradera.

1. Nos da objetivos más elevados. El mayor pronosticador de la felicidad duradera de una persona es un objetivo que trascienda su propia existencia. Todos nuestros objetivos personales, independientemente de cuán importantes sean, son parte de una misión superior compartida por todos los judíos: traer luz al mundo, honrar el nombre de Dios, transmitir nuestras tradiciones sagradas. La Torá nos da objetivos más elevados por los cuales luchar.

2. Nos muestra cómo ser agradecidos. La mayoría de las personas entienden por qué la gratitud aumenta nuestro nivel de felicidad, pero no necesariamente saben cómo sentir agradecimiento de forma diaria. La Torá nos muestra cómo ser agradecidos varias veces al día: con los tres rezos diarios, con bendiciones por los alimentos y las mitzvot. La Torá imbuye en nosotros una consciencia constante de que estamos recibiendo bondad y amabilidad de la Fuente de toda vida desde el momento en que abrimos los ojos por la mañana.

3. Nos da esperanza. La vida es difícil y, a veces, impredecible. Muchos de nosotros tenemos diferentes desafíos que nos impiden ver cómo avanzar. Pero la Torá nos enseña que nada es imposible. Que Dios nunca nos enfrenta a circunstancias que no podamos manejar. Que mañana será mejor. Que la redención está en nuestro futuro. Que no nos estamos esforzando en vano.

4. Nos conecta. En un mundo en el que tantas personas están solas y son dependientes de la compañía virtual, la Torá nos saca a cada uno de nosotros de su aislamiento. Nos enseña a crear comunidades y a unir a las personas. Nos enseña que nos necesitamos mutuamente. Nos ayuda a dar incluso cuando no sabemos cómo. Conecta a los abuelos con sus nietos. Une las diferencias culturales que tan a menudo nos dividen. Nos da un lenguaje común y una verdad compartida. Nos conecta entre nosotros.

5. Nos da ritmo. Nuestros momentos más felices ocurren cuando estamos “siguiendo el ritmo”, inmersos por completo en una actividad. Trascendemos nuestras limitaciones físicas y mentales al sumergirnos en la energía del momento. La Torá nos da esta sensación de ritmo cuando hacemos una mitzvá que nos resulta difícil pero que está a nuestro alcance. Visitamos a los enfermos a pesar de que los hospitales nos ponen nerviosos. Invitamos a la viuda de enfrente para Shabat a pesar de no estar de ánimo para invitados. Damos tzedaká a pesar de temer por nuestras finanzas. Elegimos superar una limitación interna y avanzar incluso cuando tenemos que esforzarnos mucho para hacerlo.

Pero la Torá también nos da una sensación de ritmo a través de canciones y baile. Este es el ritmo de Simjat Torá; celebrar la Torá nos enseña a trascender nuestras limitaciones, a ser felices, a estar conectados. A cantar canciones mientras bailamos en círculos dentro de círculos que se elevan por sobre nosotros mismos. Las palabras que cantamos nos devuelven a nuestra esencia. Los objetivos más elevados, la gratitud, la esperanza, la alegría absoluta de estar conectados a nuestro Creador. Dios nos creó para este momento. Para esta alegría creó el mundo. Es una felicidad que no se nos escapará con facilidad, ya sea que estemos en la cima del mundo o que recién estemos comenzando a escalar. De hecho, esta felicidad está en nuestras manos: es el regalo de la Torá que Dios nos da. Una felicidad, una alegría que danza y se eleva más allá de los límites, por sobre sí misma.

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