Wladyslaw Kowalski: el oficial polaco que salvó 49 judíos

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Poniendo en riesgo su vida, Kowalsky convirtió su casa en Varsovia en un asilo para refugiados judíos.

Wladyslaw Kowalski era un oficial polaco poco habitual: él tenía una actitud positiva hacia el pueblo judío. Durante la Segunda Guerra Mundial, su misión fue salvar vidas judías.

Kowalski nació en Kiev, Ucrania, en 1896. Obtuvo su título de ingeniero, pero antes de buscar un trabajo en su profesión se enlistó en la brigada polaca para luchar contra los rusos por la autonomía polaca. En 1917 los bolcheviques rusos asesinaron a sus padres, quienes también apoyaban la independencia polaca.

Después de la Primera Guerra Mundial, Kowalski se unió al ejército polaco, donde sirvió hasta 1935, cuando se retiró con el rango de coronel. Trabajó en Varsovia para Philips, una compañía electrónica holandesa, lo cual luego resultó muy beneficioso para él y para otros.

Cuando los nazis invadieron Polonia el 1 de setiembre de 1939, Kowalski dirigió la brigada que defendió Varsovia. Aunque su comandante le ordenó rendirse, él insistió y siguió luchando dos semanas más. Entonces lo arrestó la SS y lo llevaron a un campo de prisioneros con otros miles de oficiales polacos. Fue liberado gracias a su trabajo para la compañía holandesa Philips, la cual le interesaba a la Alemania nazi.

En el verano de 1940, Kowalski se encontró en las calles aledañas al gueto de Varsovia con un joven de 17 años hambriento y enfermo. El joven, Bruno Boral, le dijo: “Soy judío y me persiguen. Hace tres días que no como. Por favor, ¿puede comprarme algo para comer?”

Kowalski llevó a Bruno a su casa, lo cuidó y obtuvo para él un pasaporte polaco falsificado. Luego le encontró un lugar para vivir y un trabajo en la planta de Philips. Gracias a la ayuda de Kowalski, Bruno sobrevivió la guerra y luego se fue a vivir a Bélgica.

Así fue como Kowalski comenzó a salvar vidas judías.

Un día de agosto de 1941, al pasar por un edificio destruido de Varsovia, oyó que adentro alguien se quejaba. Allí descubrió a Phillip Rubin, un judío hambriento y petrificado. Él le suplicó que los ayudara a él, a su hermano y a su hermana que también estaban escondidos en el edificio. De inmediato Kowalski los llevó a los tres a su casa.

No hay más información sobre estos tres, pero probablemente Kowalski les encontró lugares para ocultarse en Varsovia, tal como hizo después con otras personas.

Su trabajo en la compañía Philips tenía otro beneficio: la libertad para viajar por todas partes de Varsovia. Incluso tenía un permiso para entrar al gueto judío que estaba cerrado, lo cual aprovechó para salvar a muchos judíos y para contrabandear medicinas y armas.

En 1943 ayudó a abandonar el gueto a una viuda, Lea Bucholtz, con su hijo. (Al esposo de Lea lo habían asesinado los nazis). Kowalski les encontró un lugar seguro en la casa de una mujer polaca También sacó del gueto a otros judíos y les encontró escondites.

Muy pronto, su casa en Varsovia se transformó en un asilo para refugiados judíos. Él les encontraba escondites entre sus amigos y parientes. A pesar del peligro, proveyó comida a los refugiados y los cuidó.

A pesar de que la Gestapo interrogó a Kowalski varias veces por sospechar que ayudaba a los judíos, él se negó a divulgar cualquier información.

El levantamiento de Varsovia duró desde agosto hasta octubre de 1944, cuando todos los habitantes de la ciudad fueron expulsados. Sin embargo, Kowlaski se negó a abandonar a los 49 refugiados judíos que protegía.

Encontró un bunker entre las ruinas y permaneció con ellos durante cuatro meses muy duros.

Su ración diaria consistía de tres tazas de agua, una pequeña cantidad de azúcar y píldoras de vitaminas. Permanecieron escondidos durante 105 días y en el momento en que fueron liberados por los rusos en enero de 1945, habían llegado a consumir combustible.

Cuando terminó la guerra, Kowalski se casó con Leah Bucholtz, la mujer que había salvado cuatro años antes. Eventualmente inmigraron a Israel con el hijo del primer matrimonio de Lea. Después de la guerra también la mayoría de los refugiados que Kowalski ayudó inmigraron a Israel.

“Admito que salvé sólo 49 judíos”, dijo Kowalski en 1961, cuando habló en una conferencia de inmigrantes polacos en Tel Aviv.

Al igual que muchos otros Justos entre las Naciones, él negó su heroísmo e insistió: “Yo no hice nada especial por los judíos y no me considero un héroe. Sólo cumplí con mi deber como ser humano con un pueblo que era perseguido y torturado. No lo hice sólo porque eran judíos, sino que ayudé a toda persona perseguida sin importar su raza ni su origen”.

Wladyslaw Kowalski en una ceremonia en honor a los Justos entre las Naciones

En 1963 recibió de Yad Vashem el título de Justo entre las Naciones. Uno de los testimonios que llegaron a Yad Vashem dice: “El Sr. Kowalski salvó a muchas personas con enorme sacrificio personal, y por supuesto sin ninguna recompensa monetaria o de otra clase. Él trabajaba y dedicó su salario a alimentar y vestir a los judíos que ocultaba en su hogar. Como director de una empresa en Varsovia, durante todo el curso de la guerra no se permitió comprarse ropa nueva, caminaba con zapatos gastados y prefirió dedicar su sueldo para salvar a otras personas”.

A pesar de ser considerado un héroe en Israel, a los 61 años Kowalski tuvo dificultades para acostumbrarse a su nueva vida. Él y su esposa Leah tuvieron una hija, Miriam, pero el matrimonio terminó algunos años después. Trabajó en un almacén barrial en un pueblo cerca de Haifa y luego trabajó medio día en el departamento de documentación de Yad Vashem. Pasó los últimos años de su vida en un hogar de ancianos cerca de Tel Aviv.

Falleció en febrero de 1971 a los 76 años y fue enterrado en el kibutz Iad Mordejai. En la lápida de Kowalski está grabada la imagen de la medalla que recibió de Yad Vashem como Justo entre las Naciones. Debajo escribieron: “Durante el holocausto arriesgó su vida para salvar judíos”.

Un vocero del kibutz dijo: “Su maravilloso carácter y sus buenos actos nos servirán a nosotros y a nuestros hijos como un símbolo de la bondad y la pureza de la raza humana y nos da fuerzas para creer y esperar que la hermandad entre las naciones finalmente superará el odio racial y el nacionalismo brutal”.

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