Aliá Sin Arrepentimientos

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Tres meses después y nosotros aún seguimos sonriendo.

Han sido casi tres meses desde que aterrizamos sobre suelo israelí con nuestros tres niños y diez maletas. Tres meses de alegres descubrimientos, ricas experiencias, e infinito asombro. De todas las dudas, el dolor, y la confusión del proceso de pre-aliá ha surgido un sentimiento exuberante de venir a casa.

No fue fácil dejar Cleveland. ¿Cómo será la vida en Israel?, nos preguntábamos. ¿Cómo se adaptarían nuestros niños? ¿Serían las diferencias culturales demasiado difíciles de llevar? Preguntas como estas emergían constantemente en nuestras mentes incluso cuando ya habíamos vendido nuestros bienes, dicho adioses llorosos a amigos y familiares, y empacado nuestro contenedor de embarque.

Teníamos la esperanza de que nuestra aliá (subir a Israel) fuera un conducto para el crecimiento espiritual de nuestra familia, y observando los sucesos, vemos que Dios siempre está de nuestro lado. A partir del momento en que llegamos, hemos experimentado milagros revelados y hemos sido bendecidos abundantemente. Nuestros miedos han desaparecido, y han sido substituidos por la gratitud de haber recibido el coraje para llevar a cabo la jugada a pesar de nuestras vacilaciones.

Preocupaciones

Me preocupé por la recepción del embarque de nuestros bienes, sobre todo después de que nuestros amigos nos habían advertido que el retraso de nuestro envío podía significar desde una molestia menor hasta llegar a ser la peor pesadilla. En cambio, recibimos nuestros paquetes sólo tres días después de que llegamos, sin ninguna dificultad en absoluto. Cualquier duda de que el servicio israelí no esté a la par con el servicio estadounidense, rápidamente fue quitada de mi mente - con una excepción: el trabajador judío que había dejado el Puerto de Haifa a las 5:00 a.m. para traer nuestro envío, explicó excusándose que no había tenido tiempo de rezar, por lo que pidió prestados los tefilin de mi marido antes de que él comenzara a descargar nuestros paquetes. Esto, desde luego, sólo puede suceder en Israel, y ésta es solamente una de las cientos de anécdotas que nuestra familia ha experimentado hasta ahora.

Me preocupé por la casa que alquilamos sin ni siquiera haberla visto. Sin embargo, nuestra casa es hermosa. Dejando una casa de cuatro pisos en Cleveland, éramos aprensivos acerca de la reducción del tamaño, pero ahora la preocupación ha sido substituida por la genuina sorpresa de que alguna vez optamos vivir en una casa de cuatro pisos, cuando en una de dos es tanto más fácil.

Me preocupé de las advertencias horribles que hacían acerca de un mercado de trabajo pequeño. Ningún problema - Dios me envió un trabajo de ensueño, uno que abre nuevos horizontes para mí y que está convenientemente ubicado cerca de mi casa.

Me preocupé del cambio de productos estadounidenses a israelíes. Ningún problema - mis niños ahora devoran el ketchup Osem con desenfreno.

Me preocupé de los piojos. Hemos pasado por ello dos veces y soy feliz de relatar que simplemente estamos bien.

Me preocupé de la asistencia médica. De hecho, encontramos doctores humanitarios y un sistema de salud de lo más avanzado que tiene un interés personal en los nuevos inmigrantes.

Me preocupé de hacer nuevos amigos. ¡No hay problema - no hemos pasado una sola comida de Shabat en casa durante los primeros dos meses! Mis niños se hicieron de nuevos amigos el mismo día en que llegamos.

Me preocupé de la seguridad. De hecho, mis niños adoran la libertad de jugar afuera, en nuestro tranquilo callejón sin salida, mientras yo estoy ocupada en la casa, y no tengo que preocuparme de ello. Una gran diferencia con la ansiedad que sentía cuando los niños jugaban solos afuera en Cleveland.

Hemos sido aceptados con los brazos abiertos en una cultura que es a menudo muy extraña para nosotros.

Me preocupé de la llamada limitación del blanco y negro de la sociedad. Felizmente, no hemos visto nada de eso. Hemos sido aceptados con los brazos abiertos en una cultura que es a menudo muy extraña para nosotros. ¡Nuestros niños casi están siendo sofocados por la calidez y el amor israelí y a ellos les encanta! Ya hablan hebreo con acento israelí entre ellos, encantados con el descubrimiento de una nueva lengua. Mi corazón se eleva cuando los miro jugar con sus amigos. Hay tal simplicidad e inocencia entre estos niños. Ellos son abiertos y sinceros; las muchachas se dan la mano y se abrazan la una a la otra - aún hasta la edad de ocho o nueve años. Ellos tienen un placer infinito al montar sus bicicletas durante horas, o al jugar con juguetes "sofisticados" como neumáticos desechados y ramas de palmeras caídas. No hay necesidad de XBoxes o películas Disney para mantenerlos felices.

Me preocupé de las normas académicas; ahora encuentro mis preocupaciones no sólo infundadas, sino ridículas. Mis niños están literalmente siendo llenados de conocimiento y creatividad que es simplemente sin igual. Mi marido y yo nos maravillamos de la fuerte orientación hacia la educación que impregna a la sociedad israelí. Las actividades extraescolares abundan en todas las áreas - el baile, la gimnasia, la música, y la natación para nombrar solamente unas cuantas. A pesar del hecho que el día de escuela es considerablemente más corto - los niños comienzan a las 8:15 a.m. y terminan a la 1:15 p.m. – el tipo de estudio que se realiza es intensivo.

Me preocupé de la vida aquí sin un automóvil. Ahora aprecio el hecho de que cuándo uno toma taxis, los pinchazos y líneas de gas agujereadas son su problema (En Cleveland, ¡el mecánico se había convertido en nuestro mejor amigo!).

Nubes Oscuras y Alegría

Desde luego no hay duda de que la vida en Israel está teñida por las nubes oscuras del conflicto. La estación de tren de Haifa por la cual mi marido pasó para buscar nuestro conteiner, fue destruida por cohetes de Hezbolá justo tres días después de que él estuvo allí. Dos semanas después de haber hecho aliá, mis niños ya jugaban al "guardia de seguridad" – pidiéndome revisar mi mochila en cuanto entré en su "tienda".

Cuando la guerra estalló en el Líbano, hablamos con los niños sobre ello. No tenía ningún sentido el tratar de ocultarlo cuando todos sus amigos hablaban de esto con la sabiduría de personas de siete años que parecían de 50. Rezamos, enviamos alimentos a las familias desplazadas del Norte, y vivimos nuestras vidas como mejor podíamos. Es una dimensión diferente de existencia, pero estamos todos juntos en esto, y eso es un alivio no menor.

No hay ninguna alegría como la alegría completa de vivir en Israel, donde las calles reverberan de espiritualidad tangible y de experiencia judía genuina.

Hemos descubierto que la vida en Israel ha traído un sentido hermoso de vinculación y serenidad a nuestra familia en general. Tanto mi marido como yo hemos visto como pasamos considerablemente más tiempo compartiendo con nuestros niños de lo que alguna vez lo hicimos en Estados Unidos. Nos sentimos conectados y unidos en el gran paso que dimos, y en la nueva vida que hemos construido, y ninguno de nosotros se arrepiente de nada. Nuestros niños se han vuelto muy relajados e independientes. Ya sea al volver caminando juntos de la escuela a la casa, o paseando por las calles, ellos realmente sienten la belleza de vivir aquí. Se han integrado a la perfección al estilo de vida israelí - más allá de lo que alguna vez soñamos - y nosotros solo se lo acreditamos a un aspecto de la bondad Divina que nos ha dirigido en este camino desde el principio.

No hay ninguna alegría como la alegría completa de vivir en Israel, donde las calles reverberan de espiritualidad tangible y de experiencia judía genuina. Aquí la vida judía es satisfactoriamente real.

El gran énfasis que se pone aquí en el crecimiento espiritual afecta nuestras vidas de manera tangible. Mi marido es capaz de dedicar sus mañanas enteras al estudio de la Torá - una oportunidad con la cual nunca soñó tener en Estados Unidos, donde su trabajo consumía totalmente su tiempo.

Durante uno de los días intermedios de Sucot, nuestra familia tomó una excursión espontánea a las montañas que rodean nuestra vecindad. Allí encontramos mikves antiguas; baños rituales tallados en la piedra y los remanentes desmenuzados de ciudades donde nuestros antepasados una vez vivieron. ¡Este es nuestro patio trasero! Estoy todavía aterrada por el hecho de que simplemente podemos subir a un autobús y visitar el Muro Occidental - el lugar más santo sobre la tierra. En Israel, estoy en casa.

Ya han pasado tres meses, y yo todavía sigo eufórica. Amo a la gente, el clima y las vistas impresionantes. Incluso los productos saben más dulces. Nos sentimos abrumadoramente privilegiados de haber podido recibir la fuerza y el coraje para tomar la oportunidad que hoy está disponible para todos los judíos del mundo. De hecho, se me pone la piel de gallina solamente al pensar que el año pasado en Pesaj cantamos "el próximo año en Jerusalem".

Y sólo míranos - aquí estamos ¿Y tú, qué estás esperando?

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