Una idea para evitar el desperdicio de alimentos en Israel

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Cómo un abogado de Nueva York se fue a vivir a Israel, dejó su trabajo en alta tecnología y fundó Leket, la organización líder de Israel para evitar el desperdicio de alimentos.

Leket es una organización de caridad que se dedica a rescatar comida, fundada por Iosef Gitler, un abogado de Nueva York. El año pasado, Leket redistribuyó a los pobres 20.000 toneladas de exceso de comida de salones de fiestas, restaurantes y granjas de todo el país, lo que la convirtió en una de las instituciones de beneficencia más importantes de Israel.

Gilter creció en Washington Heights, Nueva Jersey, en una familia judía de clase media que se mudó a Teaneck cuando él tenía 15 años. Gitler estudió abogacía y lo esperaba una vida bastante cómoda. Pero después de casarse y de haber trabajado en Manhattan durante tres años, decidió que había llegado el momento de sacudir la alfombra de su vida en los Estados Unidos y mudarse a Israel.

“Desde que tenía 16 años quería venir a vivir a Israel”, explica y remonta su decisión a los años en los que aprendió sobre el país en la escuela judía y en los campamentos de verano. “Israel ocupaba un lugar central de lo que yo veía como el judaísmo y quería ser parte de eso”. Su esposa, Lilá, originaria de Toronto, compartía sus sentimientos. Ambos comprendieron que lo mejor era tomar la decisión mientras todavía fueran jóvenes.

Con el presidente Rivklin

“Fue difícil dejar atrás las comodidades materiales de Teaneck, pero comunicárselo a mis padres fue todavía peor”, afirma Iosef. Iosef es el mayor de cuatro hijos y su hija recién nacida era la primera nieta de la familia.

A los 25 años, él y su esposa se mudaron a Raanana, 20 kilómetros al norte de Tel Aviv, donde Iosef trabajó para una exitosa compañía de software.

Todo cambia

Tres años más tarde, con dos hijos y disfrutando del boom de la alta tecnología, Gitler leyó una noticia que cambió su vida. La Agencia Nacional de Seguridad Social de Israel anunció que a pesar del repunte de la economía, decenas de miles de israelíes vivían bajo la línea de pobreza. Iosef y su familia vivían confortablemente, pero la dureza del informe lo estremeció.

“Íbamos a bodas y a celebraciones de amigos y veíamos cuánta comida arrojaban a la basura”, recuerda. “Era algo de lo cual siempre hablaban en los eventos y en los restaurantes. Todo el mundo decía: ‘¡Se desperdicia mucha comida!’. Ese desperdicio de comida en buen estado me molestaba mucho y comencé a pensar en la posibilidad de unir las dos cosas”.

Gitler no se contentó con comprar un tacho adicional para el reciclaje de la basura, sino que dejó su trabajo bien pagado para dedicarse a transportar la comida que sobraba de los salones de fiesta y de los restaurantes hacia los refugios para personas sin techo en Raanana.

“Tuve el lujo de tener ahorros para nuestros gastos de algunos meses. Con mi esposa entendimos que podíamos arreglarnos durante tres meses para empezar a hacerlo durante y ver qué pasaba”.

Su primer viaje de medianoche

El primer lugar al que fue Iosef fue un salón de fiestas local llamado Edén sobre el agua. Equipado con algunos recipientes plásticos, llegó al evento alrededor de la medianoche, cuando ya estaban empacando para cerrar.

Se acercó en puntas de pie a los responsables de los caterings, asegurándoles que no se interpondría en su camino. Pero ante su sorpresa descubrió que ellos estaban felices de ayudarlo. “Se alegraban de no arrojar tanta comida. De hecho, todas las personas con quienes entablé contacto estuvieron dispuestas de buen grado a colaborar, tanto quienes dan la comida como aquellos que la reciben, incluso si eso implica abrir muy temprano o darnos la llave de sus locales. Todo el mundo dijo ‘sí’”.

Muy pronto, Gitler hacía envíos a hogares para personas sin techo, refugios para mujeres golpeadas y hogares para niños discapacitados. El dinero que las diferentes instituciones de caridad ahorran en los costos de comida les permiten dedicar más fondos a otras actividades importantes.

Ecos de una mitzvá bíblica

Cuando las cantidades superaron la capacidad de su garaje, Iosef encontró un local, recibió decenas de llamadas de voluntarios en respuesta a su pedido de ayuda y nació la organización Leket.

El nombre pertenece a una mitzvá de la Torá originalmente dirigida a los dueños de los campos, estipulando que cuando las espigas o las mazorcas de maíz caían a la tierra durante la cosecha, no se debían levantar sino que se dejaban para que las recogieran los pobres. Esta es una de una serie de leyes de la Torá que dan a los granjeros responsabilidad por los hambrientos.

“Trabajamos con muchas granjas, pero extendimos la mitzvá a los salones de fiesta, restaurantes y camiones refrigerados”, afirma Iosef.

Una de las escuelas que reciben a diario comida caliente de Leket, hace poco les dijo: “La mayoría de los estudiantes no pueden comer un almuerzo adecuado en sus hogares. Reunirlos para comer una comida satisfactoria y nutritiva cambia toda la atmósfera de la escuela, les da más calma y una sensación de igualdad”.

Gitler al recibir un premio por su obra de caridad

Con el apoyo de donantes privados y cierta ayuda del gobierno, Leket ahora funciona en todas las grandes ciudades de Israel con decenas de miles de voluntarios y 15 camiones refrigerados que permiten incrementar sus operaciones. Gran parte del trabajo es en granjas, donde los equipos de Leket recogen restos de frutas y vegetales que de lo contrario serían desechados. Hace poco recogieron 500 toneladas de exceso de papas que un granjero no consiguió vender.

Iosef asegura que en cada encrucijada ve grandes milagros. “Recibimos un mensaje de voz de un señor Cohen que decía que durante los últimos años nos había ayudado con 20.000 dólares y que deseaba aumentar su apoyo. Revisamos nuestros registros y no encontramos a nadie con esos datos. Cuando lo llamamos y amablemente le dijimos que al parecer nos había confundido con otra organización de caridad, él comenzó a preguntarnos sobre nuestro trabajo y un mes más tarde recibimos un cheque por 500.000 dólares”

“Pienso que la mayoría de las personas observan los problemas que nos rodean hace tiempo y dicen: ‘si nadie hace nada al respecto, probablemente es porque no se puede resolver’. Eso no me detuvo de intentarlo. Y todavía queda mucho más por hacer”.

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