Somos Nuestros Nombres

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Mi viaje de ser simplemente "Susana" a la exótica "Batsheva".

Aproximadamente una semana antes de Pesaj yo estaba en el parque con mi niño disfrutando de un día hermoso. Él corría y saltaba por el césped con su risa habitual, cuando de repente, un niño que estaba pasando, paró y golpeó a mi dulce niño sin ninguna razón en particular. El incidente apenas si fue registrado por mi hijo; sin embargo, yo quedé un poco aturdida. La madre del muchacho pareció bastante mortificada, por lo que no me quedó más que reírme después de que la escuché gritándole a su hijo, "Ramsés, ¿Por qué le pegaste a aquel niño?".

Pensé, "Bueno, desde luego que él golpearía a mi hijo". Su nombre es Ramsés. Y el nombre de mi hijo es Tuvia Moshe (el nombre Tuvia es tradicionalmente conocido como otro nombre de Moisés). Por lo que justo antes de Pesaj, resulta que un niño con el nombre del Faraón, Ramsés, golpearía a un niño no sólo con uno, sino que con ¡dos nombres del Redentor del pueblo de Israel!

Pero entonces pensé, "¿Por qué llamaría alguien a su hijo como el Faraón de Egipto?". Después de todo, los nombres son una parte tan importante de quienes somos y del modo en que la gente nos percibe. De hecho, el Talmud dice que el nombre de una persona puede determinar su parte en esta vida (Berajot 7b). Incluso aunque nosotros podamos cancelar las tendencias negativas, así como las positivas, asociadas con nuestros nombres por nuestro comportamiento y nuestras actitudes, no cabe duda que nuestros nombres cuentan.

Aunque muchos niños judíos tienen solamente un nombre hebreo como mi hijo, es más común en la Diáspora el dar dos nombres a un niño judío - uno en español y uno en hebreo. En mi infancia, mis amigos y yo usábamos nuestros nombres en español. Las únicas personas que alguna vez nos llamaron por nuestros nombres hebreos eran nuestros profesores de la escuela judía.

Debido a que mi nombre en español, Susana, era bastante común en esa época no me gustaba mucho. Pensaba que era aburrido, y yo sabía que no quería llevar una vida aburrida. Yo siempre deseaba haber tenido un nombre diferente, algo exótico como mi hermano mayor, Shayle. Ese era un nombre único. Y eso es lo que yo quería, un nombre que me diferenciara.

Transformándome en Batsheva

La primera vez que como adulto usé mi "otro" nombre, Batsheva, fue cuando tomaba una clase nocturna de hebreo para principiantes. Pensé que esta sería la oportunidad perfecta para intentarlo. Un día, mientras yo estaba sentada en un restaurante disfrutando de un almuerzo tranquilo con una amiga, una mujer vino hacia nosotras y gritando muy fuerte en mi cara. Finalmente comprendí que ella estaba gritando, "¡Batsheva!, ¡Batsheva!". Ella era una compañera de mis clases de hebreo, y al parecer había estado gritando mi nombre a través del restaurante desde hace algún tiempo, pero no la oí. No registraba el nombre "Batsheva" como algo que tenga que ver conmigo. Batsheva era la esposa, hermosa e inteligente, nada menos que del Rey David, sin mencionar que también era la madre del Rey Salomón. ¿Yo estaba siendo un fraude al usar ese nombre? Yo lo estaba sintiendo así.

Años más tarde, algunas de mis amigas empezaron a usar exclusivamente sus nombres hebreos. Ellas habían oído la idea de que al usar su nombre "verdadero", su compañero de alma reconocería más fácilmente su esencia "verdadera". Era una idea hermosa. ¿Funcionó? Bueno, tarde o temprano todas ellas se casaron, pero también lo hicieron mis amigas que no cambiaron su nombre, por lo que no me convencí mucho.

Cuando se le pone nombre a un hijo, un padre identifica la naturaleza interior del alma del niño.

Entonces finalmente, al acercarme a mis 40 años de vida, con un compromiso roto detrás de mí, y ningún compañero de alma a la vista, comencé a jugar con la idea de permanentemente usar mi nombre "verdadero": Batsheva. Era difícil para mí, porque realmente no me sentía digna de llevar el nombre Batsheva. Sentía que Susana era un nombre amistoso, simple, que no lleva consigo ninguna expectativa de grandeza. El nombre Batsheva me parecía hermoso y representaba la grandeza. ¿Realmente, en qué estaban pensando mis padres cuando me pusieron este nombre?

Pero así fue. Mis padres tenían lo que todos los padres tienen cuando ellos nombran a sus niños - un pequeño toque de profecía. Según nuestros sabios, cuando se le pone nombre a un hijo, un padre identifica la naturaleza interior del alma del niño. Los nombres hebreos son nuestra conexión espiritual con Dios y la llave a nuestra identidad judía. De hecho, cuando el pueblo de Israel sufrió durante más de 200 años como esclavos en Egipto, básicamente asimilándose en la sociedad circundante de culto a la idolatría, las únicas distinciones que ellos mantuvieron fueron sus nombres, su idioma y su manera de vestir. Y estas distinciones fueron suficientes para merecer la redención.

Entonces tal vez mis padres sabían algo que yo desconocía. Y me imaginé, incluso sin sentirme digna de mi nombre hebreo en ese preciso momento, que tal vez el punto era primero utilizar el nombre y luego trabajar para convertirme en Batsheva. Esto significaría esforzarme para ser una mejor persona en todas las situaciones y buscar a alguien digno de ser mi rey - alguien que siempre me trate como su reina. Y desde luego, esto también significaría deletrear y pronunciar constantemente mi "inusual" nombre ante los otros.

Después de casi cinco años como Batsheva, a pesar de que ha sido difícil para mi familia y amigos hacer el cambio, yo me siento en el palacio cómoda como en mi casa.

De hecho, el otro día oí a alguien gritando en la calle. Yo trataba de ignorar a la persona medio enloquecida, pero ella simplemente siguió acercándose. Finalmente, giré sólo para descubrir a una vieja amiga que no había visto en aproximadamente seis años. Ella desesperadamente había estado gritando, "¡Susana! ¡Susana!" a lo largo de toda la cuadra. Simplemente no la oí. Porque a pesar de que aún hoy en día tengo que trabajar sobre mí misma a diario, para ese momento ya me había convertido en Batsheva.

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