Kristallnacht: Asesinato por Eufemismo

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Para recordar Kristallnacht apropiadamente, primero debemos renunciar al nombre que le otorgaron los alemanes.

Hace setenta años, en las noches del 9 y 10 de noviembre de 1938, alborotadas turbas por toda Alemania, Austria y Checoslovaquia, atacaron libremente a judíos por las calles, en sus casas y en sus lugares de trabajo y oración, en un estallido de violencia cuidadosamente orquestado y apoyado por el gobierno. Al menos 96 judíos fueron asesinados y cientos heridos, cientos de sinagogas fueron incendiadas, al menos 7.500 negocios judíos fueron destruidos, cementerios y escuelas fueron destrozadas, y 30.000 judíos fueron arrestados y enviados a campos de concentración – muchos de ellos para nunca más regresar con vida a sus seres queridos.

Muchos historiadores consideran aquello como el real comienzo del Holocausto, el primer paso en la exterminación planificada del pueblo judío, que llevó a la eventual muerte de seis millones de víctimas, del programa de genocidio Nazi.

Por esta razón es ciertamente apropiado conmemorar este presagio del horror, las infames fechas que marcaron la aparición del espiral de odio inimaginable desatado dentro de un pueblo supuestamente civilizado.

Sin embargo, lo que resulta inconmensurable, es el nombre a través del cual esta conmemoración continúa siendo conocida.

Este noviembre, las comunidades judías alrededor del mundo se reunirán nuevamente para recordar Kristallnacht – y sin darse cuenta estarán permitiéndose, en cierta medida, adoptar la misma herejía que instigó el Holocausto.

Kristallnacht es la palabra en alemán para “la noche de cristal”. Y 70 años después de los horribles eventos de 1938 deberían habernos dado a estas alturas suficiente perspectiva para exponer la mentira de una horrible arma de destrucción masiva que tipifica la llave para la metodología más poderosa de asesinato perfeccionada por los Nazis.

¿Cómo, después de todo, fueron capaces los Nazis de cometer sus crímenes bajo la apariencia de decoro civilizado? Al analizar el asunto, la respuesta es obvia. Ellos glorificaron el principio de asesinato por eufemismo.

Tratamiento especial

En el lenguaje de los perpetradores Nazis: Sonderbahandlung (“tratamiento especial”) era la forma de describir a victimas de gasificación. Euthanasie era la forma “cortés” del hablar de asesinato en masa de pacientes retardados o físicamente discapacitados. Arbeit Macht Frei (El Trabajo te Hace Libre) fueron las palabras que dieron la bienvenida a quienes llegaban a la entrada al campo de muerte de Auschwitz. Cuando los Nazis lanzaron su plan para aniquilar a los judíos que quedaban en Polonia en el otoño de 1943, ellos lo llamaron “Erntefest”, o Festival de la Cosecha. Y quizás el más cínico de todos fue el uso del término, “Endloesung der Judenfrage” – en español “La Solución Final” – para expresar el concepto para el cual el lenguaje civilizado aún no tenía calificación. (La palabra “genocidio” fue introducida en 1944 por Raphael Lemkin, quien había escapado de la Polonia ocupada a los Estados Unidos).

Los eufemismos, como Quentin Crisp explica brillantemente, son “verdades desagradables que utilizan perfume diplomático”. En el nivel más simple el nombre Kristallnacht sugiere que la única cosa terrible que ocurrió fue la rotura de una tremenda cantidad de vidrio que tendría que ser reemplazado – una pérdida financiera causada por vandalismo despilfarrador del cual el gobierno posteriormente se hizo cargo exigiendo impuestos a la comunidad judía para pagar por los daños que les fueron causados.

Kristallnacht era el eufemismo alemán para una época de matanza autorizada. La palabra toma en cuenta solamente la perdida de kristall, y esta es una razón por la que la continuación de su uso es tan horrorosa.

Pero hubo más que eso en el asunto.

El Dr. Walter H. Pehle, un historiador especializado en la Alemania moderna, ya ha destacado que el intento original de Kristallnacht fue divulgar cínicamente la violencia en algo que contenía metafóricamente “chispa y brillo” para Alemania. Casi como para confirmar, al ingresar en el buscador Google la palabra en inglés “crystal night” me sorprendió encontrar entre las muchas referencias que se relacionaban con la noche de terror Nazi, la inclusión del siguiente aviso: “Para un brillo extra atractivo, considere utilizar las nuevas ampolletas Cristal Night C7 en sus velas eléctricas. Las multifacéticas luces de cristal proveen un brillo caluroso y brillante”.

Es esa misma conexión la que tuvo un rol no menor en la elección de Goebbel de una descripción para un momento que el Ministro de Propaganda Alemán quería inmortalizar como un presagio de chispa y brillo de una futura liberación de sus “parásitos judíos”.

Debemos proclamar que nosotros conmemoramos las vidas destrozadas y no las ventanas rotas.

¿Por qué entonces escogeríamos identificar la noche que da inicio a los asesinatos en masa con una palabra que no solamente ignora todo menos los vidrios rotos, sino que de hecho glorifica sus resultados como regalos de luz clara como el cristal para las verdades distorsionadas de la ideología Nazi?

Para recordar Kristallnacht adecuadamente primero debemos renunciar al nombre que le otorgaron los alemanes.

Debemos proclamar que nosotros conmemoramos las vidas destrozadas y no las ventanas rotas.

Debemos prometer nunca más permitir que el mal entre en nuestras vidas disfrazado como lo bueno y lo noble.

Debemos declarar que a ningún eufemismo se le permitirá encubrir los horrores que ellos intentan ocultar.

Kristallnacht debe ser conmemorada, pero que sea conocida por un nombre que capture realmente su esencia injusta. Permítanme sugerir que la llamemos en vez Kainsnacht, la “Noche de Caín”, el primer asesino en el mismo comienzo de la historia humana, quien fue maldecido por Dios y condenado a cargar una marca de su crimen en su frente por el resto de sus días como una advertencia para la humanidad de la severidad de su pecado.

Eso conectaría su fecha de conmemoración no con los actos masivos de roturas y vandalismo, sino con el mucho más atroz crimen de asesinato imperdonable cometido por primera vez por Caín.

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