El Genoma del Judaísmo

4 min de lectura

Todos los judíos estamos conectados.

Recientemente di una charla en un evento en Toronto, luego del cual una madre y su hija se acercaron a hablar conmigo. Pensé que tal vez ellas querían discutir sobre la charla de esa tarde, pero en realidad querían abordar un tema más personal: habían pasado años haciendo un mapa de su árbol genealógico y pensaban que podíamos estar relacionadas.

La madre me relató algunos de sus descubrimientos: ella había seguido los pasos de su familia por cientos de años y había identificado a muchos de sus miembros, disfrutando especialmente el contarme sobre algunas personalidades sobresalientes e interesantes.

Yo escuchaba fascinada, pero no podía evitar mirar a su hija mientras ella hablaba. La hija tenía más o menos mi edad, estaba parada pacientemente escuchando los descubrimientos de su madre. Pero para mí, su cara era más intrigante. Ella me parecía tan familiar. Yo estaba segura que la había visto antes.

Más tarde, cuando ya habíamos intercambiado direcciones de correo y habíamos prometido seguir en contacto, entendí: la hija era la copia calcada de una de las madres de la escuela a la que asistían mis hijos. Viviendo en ciudades separadas, en países separados, sin conocerse entre ellas, las dos mujeres eran prácticamente idénticas.

Ella y yo éramos primas de octavo o noveno grado, de acuerdo a la investigación genealógica de su madre, pero juzgando solamente por las apariencias, ella tenía un parentesco mucho mayor con la mujer de la escuela de mi hijo a quien nunca había visto.

Todos los Judíos Somos Hermanos

Hay un dicho judío: "Todos los judíos somos hermanos". Es una metáfora: Todos los judíos, incluidos los conversos al judaísmo, están unidos por una historia, una cultura y una religión compartida, y un amor a Dios y la Torá. Estamos unidos como si fuéramos hermanos y hermanas.

Pero más allá de esto, luego de 4.000 años como un pueblo distinto, somos casi literalmente “hermanos y hermanas”, compartiendo todos una base genética común.

Pruebas genéticas modernas aluden a esto. Los científicos han encontrado (sitio en inglés) que los judíos alrededor de todo el mundo tienen más en común entre ellos desde el punto de vista genético que lo que tienen en común con las poblaciones no judías residentes en el mismo lugar.

Esta cohesión genética se hace mas llamativa cuando comenzamos a mirar el ADN mitocondrial, los genes que se pasan a través del lado materno. Esto es particularmente relevante ya que la identidad judía es transmitida por las mujeres.

Los científicos han encontrado (sitio en inglés) que las mujeres judías de todo el mundo pueden trazar su ascendencia a aproximadamente ocho mujeres que vivieron en la antiguedad.

Y cuando miramos a las mujeres judías ashkenazies (originarias del norte y el este de Europa) la similitud genética se hace aún más cercana: se ha encontrado (sitio en inglés) que el 40% de las mujeres judías ashkenazies trazan su ascendencia directamente a cuatro antecesoras que se mudaron a Europa 2.000 años atrás, alrededor del tiempo de la expulsión romana de los judíos de Israel.

Los hombres judíos no han sido dejados de lado en la actual ola de pruebas genéticas. Por ejemplo, el bíblico Aarón y sus descendientes (los Cohanim) estaban a cargo del servicio de los sacrificios. La membresía en la tribu de los Cohanim fue, y todavía lo es, luego de miles de años después, traspasada de padre a hijo. Sorprendentemente las pruebas del cromosoma “Y” revelan la existencia del gen “Cohen” (sitio en inglés): un grupo de genes en común entre ambas comunidades ashkenazies y sefaradies alrededor de todo el mundo.

Preocupándose por los Primos

Mi abuela, de bendita memoria, creció en Viena. Después de que enviudó, se casó por segunda vez con un judío viudo que también era de Viena.

Una vez que comencé a relacionarme con todos como si fueran parientes lejanos, fue bastante más fácil que me agradaran.

Un día lluvioso, mi abuela y su segundo marido estaban trabajando en sus genealogías cuando descubrieron que eran primos lejanos. Yo era una niña en ese momento, y quedé estupefacta ante tal coincidencia. Me acuerdo de mis abuelos mirándome con una sonrisa y diciéndome que en realidad no era tan sorprendente. Después de todo, la población judía de Viena nunca fue muy grande.

He pensado en sus palabras muchas veces durante estos años. Si mis abuelos eran primos lejanos, entonces no parecía ser muy extraño que muchos otros fuesen también primos lejanos perdidos.

En mi niñez, siempre fue para mí un evento muy especial reunirme con todos mis primos. Puede ser que no hayamos elegido ser amigos, pero sabíamos que compartíamos una profunda unión, y hasta el día de hoy nos mantenemos en contacto.

Este modo de pensar tiene un impacto profundo en la manera en que me relaciono con el resto de los judíos. Una vez que uno se relaciona con todos como si fueran tus parientes lejanos, es mucho más fácil que te agraden, que te relaciones con ellos y que te preocupes por ellos. Yo ahora me encuentro a mí misma relacionándome afectivamente con la gente de mi comunidad como si fueran primos – cuyo eslabón genético aún no he descubierto.

Nuestros sabios nos enseñan que la unidad judía era un pre-requisito para recibir la Torá en el Monte Sinai, y también será un pre-requisito para la última redención Mesiánica. A veces, parece ser muy difícil conectarse y relacionarse con judíos de todos los tipos y tamaños. Sin embargo las pruebas modernas genéticas nos dan las bases científicas para entender lo que la tradición judía ya nos enseñó: que todos los judíos somos parte de una sola familia, una sola unidad.

Como la mujer que conocí en Toronto remarcó “parece ser que tenemos un ancestro en común”. Y de hecho lo tenemos.

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