El rezo de Mark Zuckerberg

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Más allá de lo adinerado que uno sea, todos necesitamos recurrir a un poder superior para que nos ayude a convertir nuestra vida en una bendición.

Con tan sólo 32 años, Mark Zuckerberg es la más joven de las diez personas más ricas del mundo. Su fortuna en el presente ronda los sesenta mil millones de dólares. Financieramente, no hay nada que le falte.

¿Qué podría pedir alguien como Zuckerberg en un rezo?

En la ceremonia de graduación de Harvard de la semana pasada, oímos la respuesta.

La universidad de la que Zuckerberg jamás se graduó —él interrumpió su educación para perseguir el interés comercial que lo convertiría en una de las personas más ricas del mundo— lo invitó para brindar el discurso de graduación a quienes completaron sus estudios. Cerca de tres millones de personas se conectaron a Facebook para escuchar su charla.

Sus palabras fueron un reflejo profundamente personal de las enseñanzas que aprendió a partir de su éxito, así como de las ideas que condujeron su vida a lo que es ahora. Al considerar la importancia de esto para nosotros, es importante notar que Zuckerberg y su esposa se comprometieron a donar el 99% de su fortuna a caridad y obras de bien durante su vida.

Un tema al que Zuckerberg recurrió varias veces fue la idea de que la vida sólo tiene sentido cuando tiene significado. Propuso que una vida significativa se puede lograr sin riqueza; su cimiento se construye sobre las causas por las cuales nos esforzamos.

Cada uno de nosotros tiene un objetivo, una forma en la cual podemos, en pequeña medida, cambiar el mundo.

"Una de mis historias favoritas" dijo Zuckerberg, "es cuando John F. Kennedy visitó la central de la NASA, vio a un empleado de maestranza con un escobillón y se le acercó para preguntarle lo que estaba haciendo. El empleado respondió: 'Sr. Presidente, estoy ayudando a llevar a un hombre a la luna'".

Cada uno de nosotros —explicó Zuckerberg a los alumnos— tiene un propósito, una misión en la vida, una forma en la cual podemos, en pequeña medida, cambiar el mundo y, así, dejar un legado eterno.

Y allí es donde entra en juego la plegaria de Zuckerberg. Recién lo mencionó al final del discurso, pero el énfasis con el que la expresó dejó en claro que era un resumen de todo lo que había dicho antes. Para mí como rabino, y para todo el que se enorgullece de nuestro legado judío, es inspirador saber que, más allá de lo mucho o poco que uno de los hombres más ricos del mundo se identifica formalmente con su religión, dos palabras hebreas comienzan la bendición que le da todas las noches a su hija.

Estas fueron las palabras con las que Zuckerberg cerró su discurso en la ceremonia de graduación de Harvard:

Una plegaria viene a mi mente, ‘Mi sheberaj’, que digo siempre que enfrento un desafío; que le canto a mi hija pensando en su futuro cuando la acuesto a dormir. Dice:

"Que la fuente de fortaleza, que bendijo a quienes nos precedieron, nos ayude a encontrar el coraje para convertir a nuestras vidas en bendición".

"Espero que encuentres el coraje para convertir tu vida en bendición".

Para quienes quieran entrar en detalles, sé que esta no es la típica plegaria de ‘Mi sheberaj’ a la que estamos acostumbrados. Pero podemos aprender mucho del hecho que Zuckerberg, con toda su riqueza, aún sienta la necesidad de ofrecer una plegaria nocturna. Y que se refiera a ella mediante las palabras hebreas que la unen a nuestro antiguo legado. Es una plegaria que pide la ayuda de quien es "nuestra fuente de fortaleza que bendijo a quienes nos precedieron". Reconoce que nuestro éxito, al final de cuentas, depende no sólo de nosotros mismos. Más allá de la bendición económica que tengamos, todos necesitamos recurrir a un poder más elevado para que nos ayude a encontrar el coraje para convertir nuestras vidas en bendición.

La plegaria de Zuckerberg tiene un sorprendente parecido a la importante bendición del libro de Génesis, con la que Dios bendijo a Abraham:

"Te convertiré en una gran nación, te bendeciré y te haré un gran nombre, y serás bendición" (Génesis 12:2).

Dios no le dice a Abraham que él “será bendecido”. En cambio, le da la mayor de todas las bendiciones, una bendición que transmite tanto orden como profecía. Es muy bueno tener bendición, pero, mejor aún, es ‘ser’ una bendición. Lo primero es solamente recibir. Lo segundo es imitar a Dios y ser una fuente de bendición para los demás.

Este es un mensaje muy importante de nuestra fe. Y es muy bonito saber que un miembro muy adinerado de nuestra tribu acaba de compartirlo con los más recientes graduados de Harvard.

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