Mi Novio No Judío

7 min de lectura

Si nunca me casaría con un chico no judío, ¿por qué estaba saliendo seriamente con este genuino rompecorazones no judío?

Yo era una de las típicas personas que solían declarar firmemente que nunca se casarían con un chico no judío. No porque mis padres estuvieran en contra; no necesitaban decírmelo ya que mi crianza tradicional judía y mi educación en un colegio judío me protegían. Estaba tan conectada con mi identidad judía que traicionarla era algo absolutamente imposible.

Cuando algunas de mis amigas empezaron a salir con chicos no judíos, yo dejé de sociabilizar con ellas. De esta manera, estaba haciendo una protesta silenciosa después de que más de un esfuerzo directo había fallado. Concluí que no teníamos nada en común, ya que ellas estaban dispuestas a poner su identidad judía en un segundo plano, mientras que para mí era la primera prioridad, a tal punto que me convertí en líder de un movimiento juvenil sionista y comencé poco a poco a mezclarme con una nueva masa idealista.

En el libro “Ética de Nuestros Padres”, Hillel nos alerta a ser cuidadosos y a no juzgar a otra persona hasta no haber estado en su lugar. Y yo, iba camino a estar en el lugar de esas amigas que tanto critiqué.

El Rompecorazones

Una noche fui a la fiesta de unos amigos que acababan de regresar de pasar un año en Israel. Fue una noche inspiradora, llena de recuerdos y promesas sobre el futuro. Mientras nos sentamos en ronda a mirar fotos, pretendí no haber advertido al atractivo chico que estaba a mi lado.

“Le dije que tú no sales con no-judíos y dijo que no tiene problemas con eso, que sólo quiere conocerte. Realmente le agradaste”.

No recuerdo haber conversado con él, pero aparentemente debo haber murmurado algo, porque a la mañana siguiente la anfitriona de la fiesta me dijo que el muchacho atractivo había preguntado por mí. Cuando recuperé mi aliento, ella me dijo: “Oh, le dije que tú no sales con no-judíos y dijo que no tiene problemas con eso, que sólo quiere conocerte. Realmente le agradaste”.

Fue, a lo menos, una situación delicada. Ahí estaba yo, una chica sin compromiso siendo acechada por un rompecorazones. Él era un ejecutivo publicitario. Tenía una moto. Era despampanante. Y, como si esto aún no fuera suficiente para mi ego, además era piloto comercial.

¡Socorro!

Una Noche Para Recordar

Acordamos una cita para conocernos. Me convencí de que sería una velada completamente inofensiva que solamente sumaría puntos a mis habilidades de coqueteo. Decidí no decirle nada a mis padres.

Comenzamos la noche con una vuelta en su moto. Después hablamos, y reímos, y hablamos y reímos un poco más. Fue más difícil de lo que pensé. No quería que la noche terminase. Él tampoco. Entonces, increíblemente, en la primera cita hablamos sobre su eventual conversión. Ese fue su boleto para una segunda cita.

Y una tercera y una cuarta. Las cosas se estaban poniendo serias, pero yo estaba ignorando las ramificaciones porque, si recuerdas, no me iba a casar con un no-judío. Pronto me di cuenta de que ya casi no podía seguir ocultándolo de mis padres.

El Quinto Mandamiento

La confesión fue en un restaurante. Simplemente les hice saber a mis padres que estaba saliendo con un chico no-judío, pero que no había de que preocuparse. Al parecer ellos me conocían lo suficientemente bien como para saber que no me casaría con él. Se portaron muy bien, no dijeron casi nada. No porque era un lugar público, sino porque eran lo suficientemente inteligentes como para pensar antes de hablar. La comida terminó incómodamente, en medio de un desesperado tintinar de cubiertos que jugaban con la comida prácticamente intacta.

Quería tanto honrar a mis padres. ¿Por qué no podían confiar en mí?

Al día siguiente le entregué a mi padre su desayuno tradicional de los domingos en la cama. Me agradeció suavemente. Estaba llorando. No lo había visto derramar una lágrima desde la muerte de su madre, más de una década atrás.

Luego, en la cocina, horneé pasteles con mi madre.

“Debes saber” dijo de repente, “que no seremos descorteses con él si lo traes aquí. Pero no esperes que seamos más que corteses. Es muy difícil para nosotros”.

Quería mucho honrar a mis padres. ¿Por qué no podían confiar en mí?

Buscando Asesoría Legal

Al día siguiente, iba en el auto con mi padre y nos detuvimos a un costado de la autopista. Estuvimos sentados por unos cuantos minutos, perdidos en nuestros mundos separados. Yo en mi optimista burbuja de auto-gratificación, y mi padre – lamentándose por la potencial pérdida de generaciones futuras. Finalmente, rompí el duro silencio.

“Papá, ¿por qué es tan importante que los judíos se casen con judíos?”.

“Porque es importante que preservemos nuestra inigualable herencia” replicó, sorprendido por el hecho de que una pregunta tan básica sobre el tema estuviese viniendo de mí.

No acepté esa respuesta.

“Sí, pero ¿qué es lo especial de nuestra herencia?, quiero decir, ¿por qué es TAN importante que haya judíos en el mundo?”, cuestioné.

“Porque debemos ser una luz para las naciones” acentuó.

Preguntándome adónde quería llegar con todo esto. Yo seguí presionando, buscando el jaque mate.

“Si nuestra herencia es tan especial, ¡¿por qué comemos en McDonald’s y por qué no cuidamos Shabat!?”.

“Entonces, Papá, si nuestra herencia es tan especial y tenemos que ser una luz para las naciones y todo mi futuro depende de eso, ¡¿Por qué comemos en McDonald’s y por qué no respetamos Shabat?!”.

Más silencio. Esta vez fue mi padre el que habló. “No sé. Supongo que nunca lo pensé tanto” admitió, un poco avergonzado.

Por primera vez en mi vida había dejado perplejo a mi brillante padre abogado. Pero él todavía tenía una última carta bajo la manga. Su experimentada lógica.

“Mira, si es verdad lo que dices, que definitivamente no te vas a casar con el muchacho, entonces ¿por qué sigues saliendo con él? Si es muy difícil para ti terminar ahora, piensa cuán difícil será más tarde, porque según dices realmente terminará en algún momento. ¡¿Por qué una chica inteligente se haría eso a sí misma, o peor, a una persona que dice que le importa?!”.

Tenía razón.

Mi corazón estaba lleno de respeto por mis padres y por el deseo de complacerlos. Sentí el peso de mi identidad judía sobre mis frágiles hombros. ¿Qué era exactamente lo que estaba tratando de preservar y proteger? Después de todo, no era religiosa. ¿Por qué había sido tan fundamentalmente claro para mí que debía casarme con un judío?, y ¿qué le había pasado a esa claridad?

Había estado dando mi judaísmo por sentado. Escuela judía, amigos judíos, una casa judía tradicional. No había desafíos, ni amenazas, ni tentaciones. No había oportunidad de pensar ni de mirar hacia afuera. Pero ahora, mi exclusiva educación judía y mi crianza tradicional estaban en juicio. ¿Eran suficiente para salvarme?

Subí al estrado para comenzar con el juicio. Por primera vez en mi vida pensé concientemente y decidí quién era yo realmente, quién quería ser y que era verdaderamente importante. Primero y ante todo era judía. Mi herencia tenía importancia. Yo quería que siguiera siendo parte de mi vida. Y era vitalmente importante que mi futuro esposo sintiera lo mismo.

El Veredicto: Una fuerte identidad judía salva judíos.

La Ruptura

Después de eso no fue tan difícil. Una corta y tensa llamada terminó lo que hubiera sido el error más grande de mi vida. Nunca volví a verlo ni a hablarle, a pesar de que lloré por días. No sé por qué, pero pienso que tenía algo que ver con mi alma.

Este es un evento que ocurrió hace casi dos décadas, pero viendo las atemorizantes estadísticas de asimilación, pudo haber ocurrido ayer.

Casi me convierto en una estadística, de no haber sido por un factor redentor: me preocupe de que no fuera así.

Creo que este es el factor que puede hacer la diferencia. El factor que necesita ser nutrido en nuestras comunidades: el que nos preocupemos por las cosas. El preocuparse por el pueblo judío, por nuestra herencia, por nuestro legado. El preocuparse por el pasado, por nuestro futuro, por el futuro de las generaciones por venir. El preocuparse por nuestros padres y por el prójimo. Si queremos que el pueblo judío sobreviva necesitamos preocuparnos por todas esas cosas más aún que lo que nos preocupamos por nosotros mismos.

Volviendo a Los Fundamentos

En la práctica, ¿cómo hacemos para nutrir nuestra relación con el judaísmo? Esto es algo que comienza, continúa y termina en nuestros hogares. Punto final.

Nutrir una relación con el judaísmo es algo que comienza, continua y termina en nuestros hogares. Punto final.

Todas las escuelas judías privadas, las actividades extracurriculares, los grupos juveniles, los eventos sociales, los encuentros comunitarios, los periódicos en Internet, los clubes de citas y los grupos de apoyo tienen una enorme batalla cuesta arriba y una desventaja inherente cuando se enfrentan con las masas de judíos que crecieron en hogares carentes de cualquier expresión práctica de judaísmo.

Las instituciones educativas judías y los grupos comunitarios son los salvavidas necesarios que se extienden desde nuestros hogares hacia nuestro futuro colectivo. Necesitamos alimentarnos con más judaísmo para poder asegurar su éxito.

Queremos que a nuestros hijos les importe el significado de ser judíos. Necesitamos nutrir su identidad judía hasta el punto en que se convierta en innata. Nuestro hogar es donde los nutrimos y donde nuestros niños aprenden a interesarse. Es donde les mostramos a nuestros hijos por qué tipo de cosas es importante preocuparse.

Mucha gente siente que para vivir su judaísmo necesita hacer un gran sacrificio. Lo que no saben es que no vivirlo es un sacrificio mucho más grande aún. No podemos ser complacientes por falta de dinero, conocimiento, por no vivir en el lugar correcto o por no pertenecer al círculo social correcto. La buena noticia es que preocuparse no es un sacrificio. Es divertido y tiene mucha trascendencia.

¿Cómo ponemos un poco de judaísmo en nuestros hogares? Si le preguntas a quienes crecieron con él, todos te dirán lo mismo: los rituales simples son lo que hacen el mayor impacto. Encender las velas de Shabat, decorar una sucá o comer matzá en Pesaj. Poner mezuzot en todas las puertas, colocar orgullosamente algún libro judío en la mesita del comedor, decir el Shemá con nuestros hijos, colgar una bandera de Israel en el Día de la Independencia. Esos son los momentos que pueden forjar a un judío interesado en sus raíces incluso en el pedregoso escenario de la amenaza de la asimilación.

Nuestra Torá y el calendario judío están llenos de un auténtico tesoro de tradición y significativos rituales, que nos permiten enriquecer nuestra vida de una forma única, llena de momentos memorables de celebración y sabiduría, y todo con ese inimitable sabor judío.

Esos son los momentos que me mantuvieron en el judaísmo. También pueden influenciarte a ti y a tus hijos.

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