Muerte y renacimiento en Polonia

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En las puertas de Birkenau y frente a 150 ciclistas, recité la lista de nombres, uno a uno.

Una costumbre en los cementerios judíos de todo el mundo es recitar los nombres de los seres queridos que han fallecido. En lugares de tragedia judía como Auschwitz/Birkenau, las personas suelen recitar una lista de nombres de sus seres queridos que fueron asesinados santificando el nombre de Dios. Eso es lo que me encontré haciendo un nublado viernes a principios de junio, frente a 150 ciclistas que estaban a punto de embarcarse en el recorrido en bicicleta más significativo de sus vidas.

Inspirados por Robert Desmond, un joven judío inglés que hace algunos años decidió ir en bicicleta desde su casa hasta Auschwitz (¡demorándose más de 25 días!), el “JCC Krakow Ride for the Living” (Bicicletada por la vida del Centro comunitario judío de Cracovia) fue creado para conmemorar el pasado, pero también para celebrar la supervivencia de los judíos a través del comunismo y el resurgimiento de la vida judía en Polonia entre todos los lugares; no sólo en Polonia, sino en Cracovia, a pocos kilómetros del cementerio judío más grande del mundo.

Y así comencé, como cualquier otra persona ante tal pérdida, a recitar nombres:

Mi bisabuelo Michael ben Naftali Ferber fue asesinado en Berlín durante la Kristallnacht. Mis bisabuelos, Binyamin y Liczu Golberg, de Mielec fueron asesinados en su ciudad y enterrados en una tumba desconocida. El hermano de mi abuelo, Yehoshua, fue asesinado en Belzec, tenía solamente 27 años, un retoño de la Ieshivá de Lublin. La tía de mi abuelo, Rajel, y su esposo Jaim, hijo de Rav Nissan Schenirer de Cracovia, fueron asesinados junto con sus hijos. Sus 10 primos de variadas edades fueron todos asesinados en Tarnow, Lvov y Buczacz.

La lista asusta, es paralizante. ¿Qué habría sido de mi familia extendida? ¿Cómo habría sido diferente el mundo judío si estos nombres no representaran muerte y destrucción?

Pero entonces continué con otra lista de nombres, esta vez no conmemorando el trágico pasado, ¡ellos más bien simbolizaban renacimiento, regreso, resurgimiento!

Cada nombre representaba a cientos, o quizás miles de jóvenes y viejos polacos que milagrosamente encontraron el camino de regreso a sus raíces judías. Cada nombre era una mini redención, personificando el espíritu del pueblo judío, netzaj israel lo ieshaker, ‘la eternidad de Israel no miente’.

Devora, 28, se enteró que era judía a los 12 y eligió aprender sobre su herencia, participar de la vida judía de Cracovia y orgullosamente contarles a sus amigos y familia: yo soy judía.

Paula se enteró cuando tenía 30, después de encontrarse con un rabino en el centro comercial. Cuando le preguntó si ella era judía, su respuesta fue: “No, no soy, pero mi abuela era”. Desde entonces Paula ha regresado a la vida judía junto con su hermana, madre y sobrinas.

Marcjanna se enteró que era judía cuando un día le preguntó casualmente a su mamá por qué su apellido no sonaba polaco. “¿Somos rusos?”.

“No, somos judíos, ¿nunca te dije…?”. Hoy ella está profundamente involucrada en la vida judía de Polonia y alrededor del mundo.

El abuelo de Damian legó una atesorada joya a su nieto con estrictas instrucciones de no abrirla hasta su fallecimiento. Después del funeral cristiano, Damian y su madre abrieron el paquete y encontraron un Maguén David. Hoy él lo usa con orgullo.

Serge se enteró de sus ancestros judíos después de aplicar para una visa de estudio en Polonia: “Oh, el nombre de mi bisabuelo era Moshé…”.

A Agnieszka le dijo su bisabuela que era judía un día antes de morir. Ella no sabía qué hacer con esa información hasta que llegó al JCC (centro comunitario judío) en Cracovia y la ayudaron a entrar al mundo judío.

Y que hay de Agata, Gabriella, Magda, Jaya, Lesziek, Pinjas, Iwo, Iwona, Mijael, Patryk, Julia, Dawid, Alicia…

La lista sigue y sigue, nombres de judíos olvidados que ahora viven orgullosamente una vida judía.

Hoy en Cracovia hay 600 miembros de la comunidad judía; pero creemos que en realidad hay miles más. En Varsovia hay varios miles, y si sumamos otras ciudades de Polonia, podríamos llegar a decenas de miles.

Esta ‘Bicicletada por la vida’ representó para la Polonia judía la idea de que mientras atesoramos los nombres de aquellos que perdimos, simultáneamente tenemos la oportunidad —y por lo tanto la gran responsabilidad— de asegurar que los nombres de aquellos polacos que tienen raíces judías no se pierdan del pueblo judío para siempre.  

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