Purim nos enseña cómo responder al antisemitismo

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Únanse y estén orgullosos de su judaísmo.

Con los incidentes de antisemitismo aumentando a un ritmo preocupante, escucho con mucha atención el mensaje de Purim.

El pueblo judío estaba asustado y se enfrentaba a una amenaza de aniquilación. El odio de Hamán se erguía sobre la nación como una oscura y lúgubre nube. El Rey Ajashverosh le dijo a Hamán: “Haz lo que te parezca adecuado”. Se enviaron cartas con permiso para “destruir, asesinar y exterminar a todos los judíos, de jóvenes a ancianos, niños y mujeres…”

En circunstancias tan horrendas, ¿cómo podemos mantener viva la esperanza?

Mi madre, la Rebetzin Ester Jungreis, de bendita memoria, me contó sobre su deportación de su hogar en Szeged, Hungría. Ella era una niña pequeña cuando los nazis la despertaron. Les dieron unos cuantos minutos a mis abuelos para prepararse, y entonces fueron arrojados a la noche. Los pastores alemanes ladraban. Hubo tiros y gritos. Allí estaba mi madre, aterrorizada en medio de la calle, aferrándose desesperadamente con sus pequeñas manos a su muñeca favorita, lo único que pudo llevar consigo.

Los vecinos salieron y contemplaron en silencio, boquiabiertos.

“Eres una judía sucia. En el lugar al que vas no necesitarás juguetes”.

Mi madre notó la presencia de Marta, su amiga, la hija del cuidador no judío de la sinagoga. Las dos niñas siempre jugaban juntas. Marta estaba parada allí con su padre. Se acercó a mi madre y, por un momento, mi madre creyó que —al menos— esta pequeña amiga se estaba acercando para despedirse.

Cuando Marta se acercó, le arrebató la muñeca.

Mi madre comenzó a llorar. “¡Esa muñeca es mía! ¡Devuélveme mi muñeca!”.

“Mi padre dijo que podía tomar lo que quisiera. Tú no puedes quedarte con nada”.

Padre e hija la miraron, riendo. Luego el padre de Marta se burló: “Eres una judía sucia y debes aprender la verdad de la vida. En el lugar al que vas no necesitarás juguetes”.

Luego escupió en el piso.

“Pero no debes preocuparte”, agregó. “Marta cuidará todas tus cosas”.

Mi madre fue deportada a Bergen-Belsen.

¿Cuántas veces estuvo el mundo listo para eliminar a los judíos? ¿Cuántas veces juraron arrojarnos al mar, aterrorizarnos, deslegitimar nuestra mismísima existencia y destruir a nuestros hijos?

El transporte de mi madre fue detenido en Linz. Fueron bajados de los vagones para ganado. Les afeitaron sus cabezas. En medio de sollozos, mi madre fue llevada a las duchas junto a una multitud. Luego advirtieron que se trataba de una cámara de gas. Mi madre sintió que la vida había llegado a su fin. Ya no se sentía un ser humano. No podía tolerar ver así a su hermosa madre, a quien le habían cortado toda su gracia y dignidad.

En ese momento de sofocante oscuridad, algo increíble ocurrió.

Mientras mi madre se vestía, puso su mano en su bolsillo. En su interior había un pedazo de papel arrugado. Lo sacó y desdobló cuidadosamente sus frágiles extremos. Era una página de un libro de plegarias. Mi abuelo había puesto secretamente el papel sagrado como un mensaje para su pequeña niña. Las palabras del Shemá llenaron de esperanza el corazón de mi madre. El mensaje era claro: sin importar lo que ocurra, sin importar dónde te lleve la vida, debes saber que nunca estás sola. Mi querida hija, eres parte del pueblo judío. Dios te está cuidando, nunca pierdas tu fe.

Las palabras del Shemá llenaron de esperanza el corazón de mi madre. Sin importar lo que ocurra, nunca estás sola.

Hay ocasiones en que buscamos la mano de Dios y sentimos desesperanza. Anhelamos ver con claridad. No podemos entender lo que ocurre. Sentimos como si la presencia de Dios estuviera oculta. Pero debemos saber que, detrás de toda la confusión, hay un plan Divino. Dios nos está guiando. Sobreviviremos.

Ese es el mensaje de Purim.

Es la mismísima Reina Ester quien nos hace un llamado hasta el día de hoy.

Ester es aludida en la Torá con la expresión hebrea “aster astir”: Yo, Dios, ocultaré Mi rostro. Hay ocasiones de oscuridad en que sentimos que el rosto de Dios está oculto. En el Libro de Ester, el nombre de Dios no aparece. Puede que no siempre veamos o estemos conscientes de la mano de Dios en nuestras vidas, pero debemos saber que Su presencia nos está guiando, debemos perforar el velo de la naturaleza y buscar la luz más allá de las nubes.

En esa terrible noche, cuando mi madre fue levantada y deportada, Marta y su padre posiblemente creyeron que se habían librado de los judíos. Los nazis nunca se hubieran imaginado que un día el pueblo judío caminaría por las calles de Jerusalem y que derramaría sus lágrimas en las piedras del Muro Occidental.

Esa página del Shemá no sólo sostuvo a mi madre, sino a toda una generación de judíos. No podemos darnos el lujo de renunciar a nosotros mismos.

Aún estamos aquí, continuando con el relato de nuestra particular historia.

Nunca debemos dejar de tener esperanza. En lugar de eso, aferrémonos a las palabras de la Reina Ester en tiempos de problemas. La Reina Ester nos dijo lo que debemos hacer. Pidió que nos unifiquemos, que dejemos de lastimarnos unos a otros y que nos unamos en plegaria. Este es el momento para fortalecer nuestro orgullo judío.

Mientras contemplamos el ascenso del antisemitismo, que se esparce por todo el mundo, el odio del movimiento de boicots y las amenazas a nuestra tierra, debemos apartar un momento para pensar. Hemos enfrentado enemigos crueles en el pasado. Hemos sufrido pogromos, inquisiciones, cruzadas, el Holocausto y mortíferos ataques terroristas. Pero continuamos aquí, relatando nuestra particular historia.

No renunciemos nunca a la esperanza. En lugar de eso, aferrémonos a las palabras de la Reina Ester: “Ve, reúne a los judíos”. Sean uno. Acércate a alguien con bondad. Haz una diferencia en la vida de otra persona, incluso si es sólo por medio de una palabra amable o una sonrisa radiante. Di una plegaria y levántate por el pueblo judío.

Juntos podemos transformar la pena en alegría y la oscuridad en luz.

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