El problema judío de Amnistía Internacional

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La que alguna vez fuera una loable organización, se encuentra actualmente obsesionada con demonizar al estado judío.

El miércoles 5 de noviembre del 2014, Amnistía Internacional publicó su más reciente ataque en contra de Israel: un tendencioso reporte que acusa al estado judío de crímenes de guerra en el conflicto con Gaza acontecido a mediados de año. El reporte, el cual no menciona ni siquiera una vez la palabra “terror” en referencia a Hamás y omite los túneles terroristas que ellos construyeron para infiltrarse en Israel a realizar ataques, vino acompañado ese mismo día de un tweet por parte de un alto funcionario de Amnistía Internacional en el que decía que el estado judío era equivalente a ISIS, grupo que ha decapitado a un sinnúmero de musulmanes y periodistas extranjeros a lo largo de Siria e Irak.

Un alto funcionario de Amnistía Internacional dijo que el estado judío era equivalente a ISIS.

Este reporte es una muestra típica del estilo altamente crítico que Amnistía Internacional utiliza para referirse a Israel. Y si bien Israel respondió que Amnistía Internacional “sirve de herramienta propagandística para Hamás y otros grupos terroristas”, debemos preguntarnos cómo es posible que una valiosa organización como esta haya caído tan bajo y se haya obsesionado de tal manera con demonizar al estado judío.

Recuerdo cuando era pequeña que en nuestra clase de la escuela le enviábamos cartas a la URSS protestando por el encarcelamiento de judíos soviéticos que querían emigrar a Israel. Nos apoyábamos en la información y los nombres de los “presos de conciencia” judíos que proveía Amnistía Internacional. El mismo término “presos de conciencia” fue acuñado por Amnistía Internacional y reflejaba la profunda injusticia a la que se veían sometidos los refuseniks, judíos soviéticos cuyas peticiones de trasladarse a Israel habían sido rechazadas. En aquellos oscuros días de represión soviética, fue Amnistía Internacional la que detalló las horrendas condiciones bajo las cuales eran encarcelados los prisioneros y la que se aseguró de divulgar sus nombres en el mundo entero. Muchos refuseniks, como Ida Nudel o Natan Sharansky, quienes lideran actualmente la Agencia Judía de Israel, fueron identificados primero por investigadores de Amnistía Internacional.

Amnistía Internacional comenzó con un grito de protesta: un vigoroso artículo escrito en 1961 por el abogado inglés Peter Benenson que se titulaba “Los prisioneros olvidados”, el cual hablaba de los muchos prisioneros políticos que languidecían en cárceles alrededor del mundo. Benenson había leído recientemente sobre dos estudiantes de Portugal —que en ese entonces era una dictadura fascista— que habían sido sentenciados a siete años de prisión por elevar sus copas y brindar por la libertad, y quería hacer algo al respecto.

“Hemos establecido una oficina en Londres para recolectar información sobre los nombres, números y condiciones de lo que hemos decidido llamar 'presos de conciencia'”, anunció Benenson, “y los definimos como: ‘cualquier persona a la que se le impide físicamente (a través de encarcelamiento u otro medio) expresar… cualquier opinión que mantiene honestamente y que no aboga ni justifica la violencia personal'”. Las donaciones no tardaron en llegar y Amnistía Internacional, como se llamó la nueva agrupación, comenzó a recolectar y publicitar información sobre prisioneros políticos.

Pero los años pasaron y el foco de Amnistía Internacional se volvió no sólo exponer a los presos de conciencia, sino también abogar por determinadas políticas. A medida que sus ambiciones se fueron expandiendo, Israel se fue transformando cada vez más en el foco de las condenas de Amnistía Internacional. El reciente reporte, el cual acusa de forma escandalosamente tendenciosa a Israel de haber cometido crímenes de guerra en su conflicto con Gaza, es la culminación de una década de demonización del estado judío.

Las actividades de Amnistía Internacional comenzaron a cambiar en el año 2002, en la infame Conferencia mundial en contra del racismo que fuera organizada por la ONU en Durban, Sudáfrica. Varios funcionarios de Amnistía Internacional participaron en dicha conferencia y se dedicaron a atacar al estado judío; distribuyeron material que detallaba ejemplos de racismo y abusos de los derechos humanos a lo largo del mundo, pero en el cual sólo mencionaban a un país por su nombre: Israel. Irene Kahn, la Secretaria General de Amnistía Internacional, admitió posteriormente que su organización debería haber nombrado también a otros países, pero el daño ya estaba hecho: la conferencia de Durban, apoyada por organizaciones no gubernamentales como Amnistía Internacional, produjo un reporte altamente tendencioso en contra de Israel que aún sigue teniendo influencia en las discusiones políticas. Al prestarle su prestigio al festín del odio de Durban, Amnistía Internacional ayudó a señalar al estado judío como el único mal existente, el cual no tiene paralelo alguno en la humanidad.

Crímenes de guerra

Las críticas de Amnistía Internacional hacia Israel han aumentado luego de Durban; una poderosa estrategia ha sido acusar a Israel de crímenes de guerra.

El 2006 fue un punto de inflexión. Ese año, luego de que Israel peleara una guerra de cuatro semanas contra el grupo terrorista Hezbolá en el Líbano, Amnistía Internacional acusó formalmente a Israel de haber cometido crímenes de guerra por haber atacado infraestructura civil en el Líbano durante el conflicto. A pesar que durante la duración del conflicto Hezbolá disparó 3.900 misiles en contra de pueblos y ciudades israelíes, matando a 44 civiles e hiriendo a 1.400, Amnistía Internacional se rehusó a condenar a Hezbolá. Incluso cuando Hezbolá utilizó cínicamente escudos humanos en el Líbano (lo cual es una violación a la ley internacional) al esconder a sus guerrilleros en medio de centros de población civil, las críticas de Amnistía Internacional se mantuvieron para un solo lado, dirigidas en contra del estado judío.

Prominentes eruditos legales de la época criticaron el descuidado uso de los términos por parte de Amnistía Internacional. Acusándola de estar en una “carrera hacia el abismo” en sus críticas a Israel, el profesor de leyes de la universidad de Harvard, Alan Dershowitz, llamó a la definición de crímenes de guerra de Amnistía Internacional “idiosincrásica” y afirmó que no reflejaba la ley internacional. El principal criterio de Amnistía Internacional para llamar a algo un crimen de guerra pareciera ser cualquier cosa que haga Israel. David Bernstein, un profesor de leyes de la universidad George Manson, observó que las críticas de Amnistía Internacional sobre el uso de la fuerza por parte de Israel “no tienen nada que ver con derechos humanos o crímenes de guerra, y tienen mucho que ver con una actitud pacifista que busca transformar a cualquier guerra, sin importar sus justificaciones o las restricciones que se tomen en ella… en un crimen de guerra”.

Después de que Israel respondiera a los ataques con morteros en contra de civiles israelíes en el año 2009, Amnistía Internacional emitió un reporte que acusaba a Israel de crímenes de guerra: el reporte de 127 páginas minimizaba las violaciones que hizo Hamás de la ley internacional e ignoró los testimonios que afirmaban que Hamás había utilizado escudos humanos.

Ese año, Amnistía Internacional envió sus documentos internos a la Corte Criminal Internacional, para que estos fueran utilizados en caso de que dicha institución decidiera levantar cargos en contra del estado judío. Amnistía Internacional comenzó también a hacer un llamado para que hubiese un embargo de armas en contra de Israel, llamando a Israel un “gran violador de los derechos humanos”.

Intensificación ‘anti israelí’

A pesar de defender su imparcialidad, la obsesión anti israelí de Amnistía Internacional se ha intensificado con el paso del tiempo. El director de la sede de Amnistía Internacional de Finlandia llamó a Israel un “estado parásito” en su blog en agosto del 2010. Amnistía Internacional Australia ha tenido que disculparse en reiteradas ocasiones por publicaciones antisemitas (algunas de ellas alabando a Hitler, llamando a los judíos un cáncer y haciendo un llamado a la muerte de los judíos) que han aparecido en su página de Facebook. En el 2013, Amnistía Internacional galardonó con el premio Embajador de la Conciencia a Roger Waters, el músico de Pink Floyd que ha llamado incansablemente a boicotear al estado judío y quien presenta un cerdo inflable gigante con una estrella de David en sus espectáculos.

Cuando en el año 2010 le preguntaron al director de campaña de Amnistía Internacional, Krystian Benedict, si apoyaría un evento que buscara atraer atención al caso del soldado israelí que había sido secuestrado, Gilad Shalit, él respondió que lo haría “sólo si mil prisioneros palestinos” eran incluidos también. Más adelante, el Sr. Benedict le dijo a un periodista que “ahora Israel está incluido en la lista de regímenes estúpidos dictatoriales que abusan de los derechos humanos básicos de la gente, junto con Birmania, Corea del Norte, Irán y Sudán. Su gobierno tiene la misma actitud sin sentido hacia los seres humanos”. El Sr. Benedict fue suspendido temporalmente de Amnistía Internacional por publicar en Twitter una broma sobre los miembros judíos del parlamente británico, pero rápidamente fue devuelto a sus funciones. El miércoles 5 de noviembre del 2014, luego de las objeciones por parte de Israel ante el reciente reporte tendencioso de Amnistía Internacional, el Sr. Benedict publicó en Twitter que Israel es equivalente al violento grupo terrorista ISIS.

Esta obsesión con Israel y con los judíos —y simpatía con quienes quieren dañarlos— se ve reflejada en las elecciones de personal de Amnistía Internacional. Uno de sus investigadores sobre el Medio Oriente, Saleh Hijazi, fue previamente el contacto de una organización política llamada “Otra voz”, cuyo lema era “¡Resiste! ¡Boicotea! ¡Somos una Intifada!”. La investigadora británica de Amnistía Internacional, Deborah Hyams, se ofreció de voluntaria para servir de “escudo humano” cerca de Belén, para de esta forma prevenir las respuestas militares por parte de Israel ante los disparos y misiles que fueran dirigidos a los civiles de las cercanías de Jerusalem. La investigadora estadounidense de Amnistía Internacional que reside en Israel, Edith Garwood, solía ser miembro del movimiento anti israelí Movimiento internacional de la solidaridad. Rasha Abdul-Rahim, un cuarto miembro de la unidad de investigación de Amnistía Internacional, se describe a sí misma en Twitter como una “furibunda activista palestina”.

En el 2010, Gita Saghal, la entonces jefa de la Unidad de Género de Amnistía Internacional, fue despedida luego de criticar las cercanas conexiones que Amnistía Internacional tenía con Cageprisioners, un grupo extremista musulmán basado en Inglaterra cuyo líder defiende la Jihad violenta y a los Talibanes; Saghal acusó a Amnistía Internacional de estar en una “bancarrota ideológica” y dijo que en el interior de la organización reinaba una “atmósfera de terror” en la que los empleados no podían cuestionar las visiones ideológicas de los líderes.

El último reporte de Amnistía Internacional —y sus ofensivas bromas y tweets sobre el estado judío— revelan una insana obsesión y odio por Israel. Es hora que el mundo despierte y se dé cuenta de que la que alguna vez fue una aclamada organización ya no tiene moral e ignora sus propios dictámenes.

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