Harvard y SodaStream

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El presidente de Harvard detiene un boicot anti-Israel en contra de SodaStream.

La iniciativa del área de Servicios Alimenticios de la Universidad de Harvard (HUDS) de unirse al boicot en contra de Israel ha sido rechazada. Un grupo de estudiantes y profesores radicales anti-Israel de Harvard habían persuadido al área de Servicios Alimenticios para que boicotearan a SodaStream, una empresa israelí que fabrica máquinas de refrescos sanos y económicos, pero el presidente de Harvard, Drew Faust, rechazó este boicot y decidió investigar la acción unilateral de la HUDS.

Yo personalmente visité la fábrica de SodaStream y hablé con muchos de sus empleados palestinos, ellos aman trabajar para una empresa que les paga salarios altos y provee excelentes condiciones de trabajo. Vi judíos y musulmanes, israelíes y palestinos, trabajando en conjunto en la manufactura de este excelente producto. La fábrica de SodaStream que visité se encuentra en Maalé Adumim, un suburbio de Jerusalem. Es importante destacar que incluso los líderes de la Autoridad Palestina reconocen que Maalé Adumim seguirá siendo parte de Israel en cualquier resolución negociada del conflicto. El presidente palestino Mahmoud Abbas y el ex primer ministro Salam Fayyad me dijeron esto directamente; en todas las negociaciones sobre las fronteras y los intercambios de tierra, los palestinos han reconocido que Maalé Adumim se mantendrá dentro de las fronteras de Israel.

En consecuencia, aunque la fábrica se encuentre en un área más allá de las líneas de armisticio de 1949, este no es realmente un territorio en disputa. La fábrica tampoco presenta un obstáculo para una solución de dos estados. Por otra parte, Israel demostró interés en resolver el conflicto con los palestinos en 2000-2001 y en 2008, pero la Autoridad Palestina no aceptó ninguna oferta. De haberse aceptado estas generosas ofertas, el conflicto habría terminado y Maalé Adumim sería reconocido como parte de Israel. Es por esto que el liderazgo palestino comparte la responsabilidad por la continuación del conflicto y por el estatus indefinido de la zona en que opera SodaStream. Castigar exclusivamente a Israel —y a empresas israelíes— por no resolver el conflicto, sólo desincentiva a los líderes palestinos para que acepten soluciones de compromiso.

Irónicamente, los estudiantes y profesores que buscan boicotear a SodaStream invocan los derechos humanos como razón de fondo, pero son ellos los que han causado el despido de más de 500 trabajadores palestinos que deseaban seguir trabajando en SodaStream para ganarse la vida. Como resultado de los boicots desacertados —incluyendo el adoptado unilateralmente por el área de Servicios Alimenticios de la Universidad de Harvard—, los dueños de SodaStream se han visto obligados a trasladar su fábrica a un área en territorio israelí, donde muy pocos árabes pueden ser empleados. Esta no es una victoria para los derechos humanos. Es una victoria para los males humanos.

No tengo ninguna duda de que algunos estudiantes y otros miembros de la comunidad de Harvard pueden sentirse ofendidos por la presencia de máquinas de SodaStream. Sin embargo, ellos deberían mostrar su descontento absteniéndose de utilizar las máquinas en vez de impedir que otras personas que no se sienten ofendidas por su presencia obtengan los beneficios del producto. Muchos estudiantes se sintieron ofendidos por el boicot. ¿Por qué debería prevalecer la opinión del primer grupo por sobre la de este último? Estoy seguro de que algunos estudiantes se sienten ofendidos por la presencia de cualquier producto hecho en Israel, al igual que algunos se sienten ofendidos por los productos fabricados en los países árabes o musulmanes que oprimen a homosexuales, cristianos y mujeres. ¿Por qué el área de Servicios Alimenticios de la Universidad de Harvard —o mejor dicho, un puñado de estudiantes y profesores— pueden decidir cuáles sentimientos cuentan y cuáles no?

Además del error sustancial que cometió el área de Servicios Alimenticios de la Universidad de Harvard, también existe un importante tema que debe ser discutido respecto a los procedimientos. ¿Qué derecho tiene una entidad de la Universidad de Harvard de unirse al movimiento de boicot en contra de Israel sin debatirlo antes abiertamente con toda la comunidad universitaria, incluyendo a los estudiantes, profesores, ex alumnos y la administración? Incluso el presidente y el decano no sabían sobre esta decisión hasta que leyeron sobre ella en el Crimson. Como escribió Provost Garber “las decisiones de la Universidad de Harvard no deben y no serán impulsadas por visiones individuales sobre asuntos altamente conflictivos de controversia política”.

¿Acaso los que tomaron la decisión de boicotear estaban siquiera conscientes de los argumentos de la otra parte, como los que mencionamos anteriormente? La decisión de la HUDS debe ser rescindida inmediatamente y se debe dar inicio a un proceso para discutir este tema abiertamente de forma que todos los puntos de vista y todos los miembros de la comunidad universitaria sean representados. El resultado final debe ser la libertad de elección: los que desaprueben a SodaStream deberían tener la libertad de beber Pepsi. Pero aquellos que no desaprueben a la empresa deberían tener el derecho de beber sus gaseosas. Los boicots económicos deben reservarse para las violaciones más atroces de los derechos humanos; no deben utilizarse para ejercer presión sobre un solo lado, en una disputa que tiene aciertos y errores en ambos lados.

Este artículo apareció originalmente en el Jerusalem Post.

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