La primavera árabe vs. la primavera judía

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Las expectativas de la primavera árabe se cumplen a diario en el estado judío, donde florecen la democracia, la justicia y todo tipo de libertades.

Dado que acabamos de celebrar la festividad de Pésaj, tomémonos la libertad de preguntar una pregunta más: ¿Por qué para las primeras nueve de las diez plagas los israelitas fueron salvados sin tener que realizar ninguna acción ellos mismos, pero para la décima plaga —la muerte de los primogénitos— tuvieron que hacer muchas cosas para protegerse? Tuvieron que tomar un cordero —una de las deidades principales de los egipcios— y degollarlo frente a sus ojos, y luego embadurnar las jambas de sus puertas con la sangre, de forma que el Ángel de la muerte "saltara" sus casas. Además, tuvieron que prometer que sus propios primogénitos se dedicarían al servicio divino. ¿Por qué?

Rav Yehuda Loew —el gran comentarista del siglo XVI más conocido como el Maharal de Praga— responde esta interrogante. Las primeras nueve plagas eran dirigidas solamente en contra de los egipcios. Representan el intento de Dios de cambiar la sociedad egipcia, de "persuadir" a los faraones para que terminaran con su abuso inmoral y tiránico y liberaran a los esclavos. Era un intento de corregir los males, pero a pesar de la presión, el faraón estaba determinado a continuar gobernando con mano dura y opresiva.

La décima plaga en cambio, tenía un propósito dual. Liberaría finalmente a los israelitas del control egipcio, pero también impulsaría a Israel en su camino hacia crear un nuevo tipo de nación, una nación que estaría basada en justicia, moralidad, equidad, amor por el prójimo y libertades de todo tipo. Los primogénitos eran un poderoso símbolo, pues representaban el amanecer de una nueva generación, una que se regiría por el valor de hacer lo correcto. Una generación con una misión, que estaría preparada para hacer frente a los males del mundo y crear un mejor mañana.

Por eso la Hagadá de Pesaj contiene referencias a tantos de nuestros más elevados ideales: la creencia en un Dios, la importancia de la familia, el compartir nuestra cena con los pobres, el sentido de justicia que es representado por el profeta Eliahu y, finalmente, la pronta llegada de una era mesiánica en la que la prosperidad reemplazará a la pobreza, y la sabiduría vencerá a la guerra. La última página de la Hagadá contiene la encantadora canción Jad gadiá. Pareciera algo infantil, pero tiene un profundo significado subyacente de que algún día las eternas guerras cesarán, los inocentes serán vindicados y comenzará una nueva era.

Libertad vs. despotismo

La llamada "primavera árabe" resultó ser un fiasco. A pesar de las ilusiones de los comentaristas occidentales, en realidad no ocurrió ningún cambio significativo en el mundo árabe. De hecho, en muchos países la situación sólo ha empeorado, habiendo más derramamiento de sangre, más terrorismo, más inocentes que son asesinados día a día. En Yemen, Siria, Irak, Túnez, etc., la democracia sigue siendo una palabra sucia. En Egipto, un miembro del parlamento fue expulsado por atreverse a recibir al embajador israelí a cenar. En Jordania, a los periodistas que entrevistan a israelíes para conocer su punto de vista se les prohíbe volver a escribir. En Turquía, que alguna vez fuera la "gran esperanza islámica" para la moderación, los periódicos son cerrados por atreverse a cuestionar la sabiduría del presidente.

En todos estos países son negadas las libertades de religión, de prensa, de expresión, de viaje y de reunión. "Elecciones libres" es un concepto desconocido y el ciudadano promedio lleva una vida de privación y desesperación, aplastado bajo el puño del poder dominante y soñando con el día en que pueda escapar hacia una sociedad más benevolente.

Pero Israel es una excepción entre los países de la región, un faro de luz y esperanza en un mar de oscuridad moral. Las expectativas de la primavera árabe se cumplen a diario en la "primavera judía", en el estado judío en donde florecen la democracia, la justicia, la apertura de mente y todo tipo de libertades. Rompimos el molde y forjamos una nación compuesta por diversas culturas y religiones, un oasis en el árido desierto del cual miles de personas pueden beber sin temores ni amenazas. Hemos establecido un estado que le ofrece a cada uno de sus miembros la oportunidad de cumplir sus ambiciones al tiempo que respeta su forma particular de ver la vida.

Y esa es precisamente la razón por la cual se enfurecen con nosotros nuestros tiránicos vecinos y luchan incansablemente para borrarnos del mapa. No es sólo por diferencias religiosas —a pesar de que nuestros enemigos suelen llamar a sus ataques una "guerra santa"— sino porque nuestra sociedad libre constituye la mayor amenaza posible ante el deseo que tienen ellos de mantenerse en el poder. Como dice la vieja canción, "¿Cómo puedes mantenerlos en la granja después de que han visto París?". Israel claramente demuestra que puedes ser exitoso, próspero y también religioso, y aún así respetar los derechos de todos los ciudadanos. La idea de que sus ciudadanos comiencen una "primavera judía" es lo que les asusta realmente.

Israel es un país sumamente joven. En términos históricos, aún somos unos bebés que recién estamos comenzando a caminar. Hemos logrado cosas sorprendentes en estos 68 años, y esto es sólo el comienzo. La "primavera judía" de Israel apenas está comenzando a florecer. Con nuestro gran sentido del optimismo, nuestra visión de futuro y nuestra ilimitada energía —tanto literal como figurativamente— el cielo, o mejor dicho el “Cielo”, es el límite. Si seguimos protegiendo nuestras libertades junto con nuestros límites, si seguimos respetando a nuestros ciudadanos tanto como respetamos nuestra ancestral herencia, podremos —con la ayuda de Dios — mirar hacia adelante y visualizar un brillante y hermoso futuro. ¡Feliz Iom Haatzmaut!

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