El brillo de Iyar

8 min de lectura

La capacidad de convertir lo amargo en dulce, la enfermedad en curación.

Iyar es el mes que sigue a nisán y al Éxodo de Egipto. ¡Una puesta en escena difícil de superar!

Se alude a iyar como el mes del 'brillo' o de la 'germinación', ziv en hebreo. Hay varias razones para esto, y a medida que analicemos los eventos que ocurrieron en este mes, más entenderemos este poder único.

Leer la carta

Sin importar cuál sea tu inclinación política, recibir una carta del presidente con todos los membretes oficiales es sin duda algo especial. No creo que, al recibirla, bostezarías y la pondrías junto a la pila de correo no deseado olvidándote de ella. Seguramente la abrirías y leerías con cuidado, y si el lenguaje te resultara ambiguo o florido, harías tu mayor esfuerzo para entender cada palabra, incluso si tuvieras que consultar al amigo de tu cuñado, que habla en lenguaje diplomático con fluidez. Eres perfectamente consciente del poder que yace detrás de cada palabra del presidente.

El efecto del Éxodo y todo lo que le precedió fue que el pueblo judío pudo echar un vistazo al amor que Dios siente por nosotros, al igual que Su poder y Su majestuosidad. Estábamos listos para leer Su carta, por así decir, que en este contexto implica recibir Su palabra, la Torá. Cuando llegamos a Mará en Rosh jódesh iyar (que incidentalmente, el año del Éxodo fue en Shabat), estuvimos listos para escuchar la palabra del Rey.

Para prepararnos, tenían que ocurrir dos cosas. La primera era vivencial, la segunda intelectual.

Cuando los judíos llegaron a Mará, descubrieron que la única agua disponible era amarga. Moisés recibió la orden de tirar un madero al agua, que milagrosamente la endulzó. Ya completamente conscientes de que Dios controla la naturaleza, gracias a los milagros que aún estaban frescos en nuestra memoria, ¿qué es lo que observar otro milagro le agregó a nuestro repertorio?

La forma en que vivimos la vida a menudo es amarga, pero no tiene por qué continuar siéndolo. Con la ayuda de Dios, puede ser dulce.

Este milagro demostró el concepto de que la forma en que vivimos la vida (que en general es simbolizada por el agua, la fuente de toda nutrición física) a menudo es amarga, pero no tiene por qué continuar siéndolo. Con la ayuda de Dios, puede ser dulce.

Hay una gran diferencia entre la desesperanza y la amargura. La voz de la desesperanza nos dice: "No vales nada, tu vida está destruida. Anda a dormir, come un chocolate y disfruta de la falta de consciencia".

La voz de la amargura es completamente diferente. Nos dice: "No tienes que aceptar esto; escupe el mal sabor que tu vida ha tomado, confronta el desafío que tienes por delante. Muévete".

Cuando nos permitimos sentir la amargura que a veces nos presenta la vida, en ocasiones nos quedamos congelados. Queremos cambiar, pero no sabemos cómo hacerlo. Lo que los judíos vieron ese día en Mará (que significa "amargo") fue que el primer paso que hay que dar es tomar el primordial árbol del conocimiento del bien y del mal y tirarlo al agua. Lo que esto significa en un lenguaje no místico es que debemos darnos cuenta de que hay que tomar una decisión, y depende de nosotros hacer la elección sin estar contaminados por nuestra subjetividad o intereses emocionales.

¿Cómo sabemos si nuestras elecciones son correctas? Después de todo, los humanos podemos racionalizar que hacer el mal está bien, y lo hemos hecho muchas veces. También podemos ver las opciones que son puras y reales y considerarlas como malas o peores, si es que no encajan en nuestros planes.

Para darnos más que una carta sellada, Dios nos hizo saber que la información está a mano, y nos presentó una muestra de lo que sería la Torá incluso antes de ser entregada, con el objetivo de que saboreáramos un poco de su dulzura. En Mará, Dios nos dio tres mitzvot, mandamientos, cada uno de los cuales encapsula una categoría entera de la ley judía. De acuerdo al Maharal de Praga, el famoso talmudista y místico medieval, cada categoría se relaciona con uno de los tres aspectos de quienes somos: el físico, el intelectual y el espiritual.

Los tres componentes

"Jukim" son mitzvot que se relacionan con nuestra identidad física. Su mensaje es que todo lo físico tiene una fuente espiritual, y que en la realidad física podemos encontrar significado y eternidad en lugar de banalidad y decadencia. La clave es dejar que Dios nos lleve más allá de nuestra percepción de la realidad, ya que nosotros estamos obligados a ver todo a través del prisma del tiempo y del espacio, lo que significa que nunca podemos ir más allá del envoltorio físico que alberga la realidad espiritual.

En Mará recibimos nuestro primer jok (singular de jukim), el misterioso ritual de la Vaca Roja. Es indiscutiblemente el mandamiento más críptico de toda la Torá. Fue dado como un ejemplo de muchos otros mandamientos (como las leyes de cashrut) cuya interpretación no es fácil. Por supuesto, esto no significa que no tengan un objetivo más allá de evocar la obediencia a Dios (que obviamente sería suficiente). Lo que significa es que estamos dispuestos a abandonar nuestra necesidad de meter todo, por la fuerza, en una pequeña caja llamada "Mi Mente", o de rechazarlo por completo.

Al ir más allá de nuestra limitada base de información, podemos elevar quienes somos físicamente.

"Edot" son los mandamientos que conmemoran eventos. Nuestras emociones y nuestra consciencia espiritual están basadas en la memoria, y las edot nos ofrecen la posibilidad de adquirir recuerdos que tienen significancia espiritual. Shabat nos fue dado en Mará. Desde ese punto en adelante, tenemos la oportunidad de entender que somos las creaciones de Dios y de que somos inherentemente valiosos. En este aspecto, no estamos solos; toda otra persona que conocemos es una expresión de la voluntad Divina. Cuando vivimos este mensaje a cada semana, todo cambia: descubrimos en nuestro interior la fortaleza emocional para lidiar con la vida en un mundo en el que todo tiene un propósito.

La última categoría es “mishpatim”, leyes de justicia. En Mará Dios nos dio las leyes de honrar a nuestros padres (de acuerdo a otra opinión los mishpatim son las leyes para organizar un sistema de justicia recto). Estas leyes nos resultan fáciles de entender intelectualmente, después de todo, nadie quiere ser juzgado en una corte no diplomada, ni ser abandonado por los hijos que crió con amor y devoción. Lo que agrega la Torá son las peculiaridades, los detalles reales que hacen que las leyes sean más que simples tópicos aleatorios motivados por la buena intención. Un juez no puede favorecer al pobre más de lo que favorece al rico con el objetivo de igualar las cosas de acuerdo a su propio y arbitrario entendimiento del caso. Un niño debe hablarle al padre con respeto, incluso si cree que su padre está diciendo cosas sin sentido.

Estas tres categorías nos redefinen como pueblo y nos dan la buena disposición interna para aceptar la carta del Rey.

Estas tres categorías nos redefinen como nación. Las necesitamos como preludio para recibir la Torá, nos dieron la buena disposición interna para aceptar la carta del Rey. ¡Esto es brillo! ¡Así es como se abre un capullo! Una vez que el sol comienza a elevarse y una flor comienza a florecer, ya no hay vuelta atrás; ha ocurrido una transformación. Por esta razón Dios le dijo a los judíos que dejaron Egipto que si obedecían las leyes que Él definió nunca sufrirían las enfermedades que Dios utilizó como arma en contra de los egipcios. Esto significa que nunca volveremos a ser egipcios en ningún sentido de la palabra.

Sanando

El destino de los judíos y de los egipcios no está entrelazado; los egipcios no tenían la capacidad de descubrir ningún desafío o significado en su desgracia. Para ellos, todo "simplemente pasó porque pasó" y el significado está más allá de la comprensión humana. Para los judíos, el mundo es una creación constante en la que hay desafío, potencial y compasión oculta incluso en medio de serias enfermedades. En la era de los profetas era posible para cualquiera de nosotros acudir ante uno de ellos y preguntarle la razón por la que estábamos sufriendo. Con esa información, podíamos enfocar nuestras energías en rectificar la fuente de nuestra enfermedad en lugar de utilizar todos nuestros recursos para tratar las manifestaciones externas.

Iyar fue el mes en el que Dios prometió que nuestra enfermedad no sería casual. De hecho, la palabra iyar en hebreo es un acrónimo para la frase Aní Hashem Rofeja, que significa "Yo soy Dios, tu curador". Es un mes especialmente auspicioso para todas las formas de curación.

El maná, que cayó del cielo y sustentó a los judíos en el desierto durante 40 años, comenzó a caer el 15 de iyar. Este alimento tenía dos propiedades destacables: espiritualmente, forjaba consciencia sobre el grado en el que Dios está involucrado en nuestro sustento material. Este era un paso necesario para prepararnos para recibir la Torá; teníamos que ser conscientes del grado en el que Dios está involucrado en nuestras vidas, y del grado en el que nuestras acciones afectan nuestro destino. Esto hizo que nuestro amor latente y nuestra confianza en Dios se materializaran gracias a nuestro apoyo diario en Él para obtener nuestro sustento. Por otra parte, físicamente, era el alimento perfecto, no causaba enfermedad. Esto, también, nos llevó a florecer como pueblo.

Lag BaOmer

El 18 de Iyar es el día 33 del Omer. ¿Qué es el Omer? La Torá nos ordena a contar 50 días entre Pesaj y Shavuot (aunque, por supuesto, sabemos la cantidad de días que pasaron) como una forma de mostrar nuestra ansiedad para finalmente recibir "la carta". En Pesaj se hacía una ofrenda de cebada, que era importante porque en el tiempo antiguo la cebada era un alimento para animales. Esto simboliza que, mientras que físicamente habíamos sido liberados cuando dejamos Egipto, aún no habíamos evolucionado espiritualmente.

En Shavuot la ofrenda era de trigo, del que se hace el pan. Habíamos evolucionado y estábamos ahora listos para recibir la Torá.

Muchos años después, una plaga atacó a los estudiantes de Rabí Akiva durante este período. 24.000 estudiantes murieron, creando un vacío que podría haber llevado a la perdición de toda la tradición oral. Pero Rabí Akiva tuvo la fortaleza para comenzar todo de nuevo con un núcleo de cinco estudiantes. La plaga terminó en el día 33 del Omer, que es celebrado porque, de hecho, significó que el mensaje, “la carta”, nunca será olvidada.

Uno de los cinco estudiantes a los que Rabí Akiva enseñó fue Rabí Shimón bar Iojai. A pesar de la extrema persecución de los romanos (que hizo que Rabí Shimón se escondiera en una cueva en Galilea durante 13 años) Rabí Shimón bar Iojai se convirtió en una de las luminarias más brillantes del judaísmo. Escribió el Zohar, que literalmente significa el Libro del Esplendor, que es la columna vertebral de los escritos místicos judíos. La luz que hizo caer sobre los aspectos ocultos de la Torá es comparada al rol de Moshé al transmitir las partes reveladas de la misma.

El aniversario de su muerte es Lag BaOmer. Este también es un día de brillo y florecimiento. Rabí Shimón le prometió a sus estudiantes que rezaría por quienes visiten su tumba en Merón en el aniversario de su muerte, y se unieran a él en lo que él llamó su festividad.

La persona que somos en el día de nuestra muerte es la máxima declaración posible sobre nosotros mismos.

La mayoría de nosotros asociaría celebración con un cumpleaños, en lugar del día en que alguien murió. Nacer no es un gran logro; la persona que somos en el día de nuestra muerte es la máxima declaración posible sobre nosotros mismos. Los justos ascienden más y más cada año, a medida que sus acciones tienen un impacto mayor y mayor sobre el mundo que dejaron detrás. Por esta razón hay un inmenso festival folklórico cada año en Merón. El año pasado la asistencia fue superior a 250.000 personas. Si le preguntas a la gente de qué se trata la celebración, escucharás muchas respuestas. Algunos están allí para rezar, otros para celebrar, pero todos están seguros de una cosa: el pueblo judío aún está floreciendo.

Mazal

El mazal/signo de iyar es tauro, un toro comiendo césped. Es un símbolo de un animal de gran fortaleza (de hecho, el toro es el más fuerte de los animales domésticos) comiendo, creciendo y progresando.

¡Que tengas un excelente mes de iyar!

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