Rosh Jodesh

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Al igual que la luna, el pueblo judío se levantará nuevamente e iluminará la noche.

El primer mandamiento que les fue entregado a los judíos como pueblo fue la mitzvá de Rosh Jodesh, el “Nuevo Mes”:

"Y Dios le dijo a Moshé… en la tierra de Egipto… Este mes es para ti, la cabeza de los meses. Primero es para ti de entre los meses del año" (Éxodo 12:1-2).

Mientras aún estaban en Egipto, le fue dicho al pueblo judío que el mes de Nisán, el mes en que ellos dejarían Egipto, sería el primero de los meses y que desde entonces tendrían una responsabilidad nacional de contar los meses y de crear un calendario judío que estuviese basado en el año lunar.

¿Acaso no es éste un extraño primer mandamiento? Uno pensaría que el desarrollo de un calendario vendría sólo después de que fuesen establecidos los fundamentos básicos, como los Diez Mandamientos. ¿Por qué la Torá considera el proceso de establecer el nuevo mes como un gran avance en la creación de una nación? ¿Qué tenía de malo el calendario solar que todos los demás habían estado usando? ¿Y cuál es la importancia de basar el calendario judío en la luna?

El elemento humano

La mitzvá de santificar el nuevo mes era un proceso bastante enredado. Tan pronto como alguien veía un pequeño pedazo de una luna nueva, debía correr a la Gran Corte de Jerusalem, quienes necesitaban dos testigos que atestiguaran que se había visto en realidad la luna. Se convocaba a la corte y ellos declaraban el nuevo mes y enviaban mensajeros a lo largo de la tierra para informarles a todos que el nuevo mes había comenzado determinado día. Ellos, a su vez, pasaban las noticias y ponían antorchas en las montañas y en los lugares altos para difundir las noticias más rápido. A veces tomaba dos semanas para que personas recibieran la confirmación sobre qué día había sido declarado como el comienzo del mes por la corte. (A propósito, ésta es la razón de por qué los judíos en la Diáspora cuidan dos días en las fiestas - por si se habían equivocado sobre qué día era Rosh Jodesh en caso que la información no hubiese llegado a tiempo).

Nuestro calendario determina en qué día se celebrará cada festividad judía. Cada fiesta en particular trae consigo una realidad espiritual concreta que está disponible en ese día específico. Pesaj, por ejemplo, contiene la oportunidad de alcanzar la libertad espiritual; Rosh HaShaná es el momento del juicio.

La determinación de este calendario es puesta directamente en manos humanas. Entonces, si la luna apareciese un lunes pero nadie la ve realmente sino hasta el martes, "ver es creer" y la corte decidiría que el primero del mes fue el martes. Como resultado, Dios, por así decirlo, seguiría la decisión de la corte y actuaría de acuerdo a ella, por lo que en el caso de Rosh HaShaná, ¡Él pospondría Su juicio a nivel mundial por un día!

Dios le estaba dando un fortalecedor mensaje al pueblo judío con este primer mandamiento. Hasta ahora, los judíos habían sido esclavos de los egipcios. Su tiempo no era propio. Ahora – dijo Dios – van a convertirse en amos de su propio tiempo. Y no solamente de su propio tiempo, ¡sino que también de Mi tiempo!

Los judíos habían sido esclavos de los egipcios. Ahora – dijo Dios – van a convertirse en amos de su propio tiempo ¡y también de Mi tiempo!

Cuando nos fue dado nuestro propio sistema de medición del tiempo y el mandamiento de crear nuestro propio calendario, nos hicimos cargo de dar forma a la realidad. Nos fue dada una cierta área de control sobre la naturaleza. Mientras que el tiempo avanza constantemente – sin nunca detenerse, marchando en un espiral cíclico y repetitivo – a nosotros nos fue dado el poder de detener o iniciar el tiempo a voluntad, con lo cual se nos permitió "compartir" con Dios esa creatividad especial de determinar la realidad.

La luna

Como parte de este fortalecedor mensaje, era esencial que la luna fuese nuestro factor determinante para fundar nuestro calendario en vez del sol. La característica única de la luna es que aparece ante nosotros para aumentar y disminuir, desparecer y reaparecer, para crecer, decrecer y crecer nuevamente. Es también la más pequeña de las dos luminarias.

Mientras que el sol es el símbolo de la invariable naturaleza, saliendo por el este y poniéndose por el oeste día tras día, cada día del año, la luna cambia y parece estar diciéndonos algo: puedes ser pequeño y puedes disminuir hasta casi desaparecer, pero entonces, cuando las cosas se ven sumamente oscuras, brota la eterna esperanza. Puedes comenzar a mirar hacia arriba nuevamente. Puedes cambiar una situación y a ti mismo para mejor, sin importar cuán malo parezca. Nada es estático o inamovible. Los seres humanos tienen libre albedrío y en ello está su poder de renovación – una siempre presente lucha contra la constante, cíclica, repetitiva y predecible marcha del tiempo y la naturaleza.

El sistema solar determina el año – en hebreo "shaná", que viene de la misma raíz que "repetir, repasar". La luna, por otro lado, es la que indica los meses – "jodesh", que viene de la raíz hebrea "jadash", que significa nuevo, cambio, diferente.

El pueblo judío es comparado a la luna. A pesar de que son pequeños y de que el sufrimiento ha sido parte integral de su historia entre las naciones, el judío sabe que nunca debe darse por vencido. Como individuo y como nación, él se levantará nuevamente e iluminará la noche.

Los judíos viven con esta creencia en el poder de los milagros, en que Dios supervisa el mundo y que éste no depende de predecibles leyes de la naturaleza. La nación judía tiene una relación especial con Dios e incluso cuando ha estado en los escalones espirituales más bajos, a punto de asimilarse y desaparecer, Dios ha mantenido Su amor constante, al igual que un padre ama a su hijo.

Dios le dijo a Moshé un mensaje para que él le diera al Faraón y al pueblo judío antes de que las 10 plagas comenzaran: "Mi hijo primogénito es Israel" (Éxodo 4:22). Los Israelitas estaban en su punto más bajo en este momento; no eran merecedores de ningún milagro por su propio derecho. Y sin embargo, ese momento fue justamente cuando Dios nos elevó, sacándonos de la oscuridad de Egipto, iniciando el proceso de movimiento ascendente hasta 50 días después, cuando fuimos merecedores de recibir la Torá y de convertirnos en una nación.

Qué momento y lugar tan perfectos para entregarle al pueblo judío aquel alentador mensaje en el mandamiento de santificar la luna nueva cada mes y de determinar nuestro calendario de esta forma:

"Y Dios le dijo a Moshé… en la tierra de Egipto, dile al pueblo judío: Este mes es para ustedes el comienzo de los meses…" (Éxodo 12:1-2).

Dios nos había dado el poder de la renovación y del cambio, el regalo de expandirnos, iluminarnos y crecer nuevamente después de haber sido disminuidos.

Las mujeres y Rosh Jodesh

Para las mujeres, Rosh Jodesh, el primer día del nuevo mes, es considerado una mini-fiesta como recompensa por no haber estado dispuestas a participar en el pecado del Becerro de Oro.

Después de la entrega de la Torá en el Monte Sinai, Moshé subió a la montaña por 40 días para recibir los 10 mandamientos. Como resultado de un pequeño error de cálculos, los hombres judíos creyeron que Moshé había muerto y le pidieron a Aharón que les hiciera un "dios" para que estuviera con ellos en el desierto.

"Y Aharón dijo: Tomen los aretes de sus esposas, hijos e hijas, y tráiganmelos" (Éxodo 32:2). Las mujeres escucharon y se rehusaron a entregar sus joyas a sus esposos, pero dijeron: "¿Ustedes quieren hacer un becerro que no tiene poder para salvar? No los vamos a escuchar". Dios les dio recompensa en este mundo, que ellas cumplirían Rosh Jodesh más que los hombres, y en el mundo venidero ellas tendrían el merito de renovarse como Rosh Jodesh (Pirkei d'Rabi Eliezer, 45).

¿Por qué debía ser ésta nuestra recompensa? ¿Cuál es la conexión entre el hecho que nosotras no hayamos querido entregar nuestras preciadas joyas para el funesto proyecto del Becerro de Oro y el concepto de celebrar la reaparición de la luna cada mes?

Las mujeres tuvieron la habilidad de ver más allá de la aterradora situación que el vivió pueblo judío después de que Moshé subió a recibir la Torá y se retrasó en su regreso. En lo que se refiere a los hombres judíos, toda esperanza había sido perdida. No había líder, ningún pastor, nadie que los guiara a través del desierto rumbo a Israel. ¿Cómo podía haberse retrasado Moshé? ¡Seguramente estaba muerto! Y, de hecho, el Midrash nos cuenta que el Satán le mostró al pueblo judío una visión de su adorado líder recostado sin vida en una cama en el cielo, para asustarlos.

Cuando las cosas parecían oscuras y sin esperanza, las mujeres supieron que la luz estaba a la vuelta de la esquina.

Pero a las mujeres no se les pudo convencer de hundirse en tal absoluta desesperación. Cuando las cosas parecían oscuras y sin esperanza, ellas supieron que la luz estaba a la vuelta de la esquina. Paciencia y confianza en Dios era todo lo que se necesitaba para pasar los "malos" tiempos y llegar a los buenos. Como la luna, que se hace cada vez más brillante y grande sólo después de haber desaparecido por completo en la oscuridad, ellas supieron que los buenos tiempos estaban en camino. Para ellas, era imposible que Dios las hubiese abandonado justo después de haber recibido la Torá 40 días antes. Ellas estuvieron dispuestas a creer en el poder de la renovación y a confiar en Dios sin importar cuán difíciles parecían las cosas.

Esperemos que la nación judía, especialmente en Israel, pueda motivarse con este regalo especial del ciclo lunar, en base al cual contamos nuestros meses. Cuando las amenazas para el pueblo judío parecen ser cada vez más grandes y las soluciones parecen estar sumamente lejanas, es demasiado fácil perder la esperanza. Pero Rosh Jodesh nos enseña que todo puede cambiar. Cuando una situación llega a su punto más sombrío, precisamente entonces es cuando la luz vuelve a aparecer.

¡FELIZ ROSH JODESH!

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