El Género de Dios

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Al entender la manifestación de Dios mediante las metáforas masculina y femenina, podremos comenzar a unificar nuestra conexión con la realidad trascendente.

Generalmente al referirnos a Dios nos referimos a ‘Él’. ¿Por qué ocurre esto? ¿Puede Dios ser, alguna vez, llamado 'Ella'?

A pesar de que el género es, por supuesto, irrelevante para Dios – que no tiene cuerpo – hay una razón para el uso de estas alegorías. Penetremos la superficie para llegar al sofisticado entendimiento que yace detrás de esto.

Bananas e Infinito

Antes de dedicarnos a nuestra pregunta, debemos hacernos otro cuestionamiento: ¿Por qué se usan metáforas para describir a un Dios incognoscible? ¡Pareciera ser algo tan pagano!

Los humanos somos inexorablemente adictos a la realidad física. Nuestra capacidad de pensar en abstracciones sin el uso del mundo físico como base tiende a ser ilusoria. Recurrimos a las palabras para transmitir ideas que están mucho más allá de nuestra experiencia, y nos engañamos creyendo que, por cuanto que nos sentimos cómodos con las palabras, nuestro entendimiento de la idea que transmiten es completo.

Intenta un ejercicio. Cierra tus ojos e imagina tres bananas, sin dividirlas en grupos (dos arriba y una abajo, etc.) ni contarlas. Ningún problema, ¿no?

Ahora haz lo mismo con siete bananas. Recuerda: prohibido agrupar y contar. La mayoría de nosotros encuentra esto extremadamente difícil. Si intentas imaginar ahora 12 bananas sin contar ni agrupar, te encontrarás frente a una misión imposible.

Si no puedes visualizar 12 bananas, entonces no tienes un gran entendimiento de lo que significa "infinito" ni "Todopoderoso".

Para parafrasear a Maimónides (en la primera parte de su famosa "Guía de los Perplejos"), si no puedes ver 12 bananas, entonces no tienes un gran entendimiento de lo que significa "infinito" ni "Todopoderoso".

La observación de Maimónides da una lección de humildad, pero también es bastante honesta respecto a entender la naturaleza humana: necesitamos imágenes concretas. Por esta razón, la misma Torá que nos dice que Dios no tiene forma, también permite una rica y variada imaginería "terrenal" – por ejemplo, la fuerte Mano de Dios, los vigilantes ojos de Dios, etc.

Vayamos ahora al tema de él/ella.

El Zóhar utiliza la imaginería de género todo el tiempo. Señala que la unidad de Dios asume dos formas al igual que los humanos, quienes expresan Su imagen. Las dos formas físicas que caracterizan al mundo –masculina y femenina – actúan como una metáfora viviente de las dos formas en que Dios hace que Su presencia sea conocida.

El Talmud y los místicos utilizan "Santo, Bendito Sea" como la frase masculina, y "Shejiná" (presencia) como la frase femenina. Examinemos ahora el significado más profundo de estas frases.

Metáfora Masculina: Luz Trascendente

Dios está tanto en el mundo como sobre él. Está simultáneamente dentro de nosotros y muy por encima nuestro. Utilizamos la frase "El Santo, Bendito Sea" cuando hablamos de la luz trascendente, el aspecto de Dios que está más allá de nosotros. Describe la naturaleza de la intervención Divina, los milagros y las comunicaciones.

¿Por qué utilizamos una metáfora masculina? El Kuzarí explica que los órganos genitales masculinos son externos, lo que hace que la referencia masculina sea apropiada para cuando la presencia de Dios está en un estado revelado, "externo".

¿A que nos referimos con revelación? Dios se comunica dándonos la Torá, la cual abre nuestras mentes a Su voluntad y sabiduría. Y cuando Él hace que Su providencia sea visible, más cosas son reveladas.

Normalmente, la luz permanecería oculta de nosotros porque está por sobre nuestro. En el punto de intervención, lo que para nosotros hubiese sido incognoscible es ahora bajado para que lo entendamos.

Esta "visibilidad" puede ser literal, como cuando Dios rompe todas las reglas que gobiernan la naturaleza y nos muestra que hay algo más. Un ejemplo de esto sería lo ocurrido en el Mar de los Juncos, donde Dios es descrito como un "guerrero". Sus milagros fueron obvios incluso para el ojo más cínico.

La luz de Dios también puede afectar la visión de nuestro ojo más interno. Por ejemplo, cuando fue dada la Torá en medio de una revelación nacional en el Monte Sinai, Dios apareció metafóricamente como un "Anciano Sabio".

Obviamente, en el sentido más básico, esta es la luz con la que Dios creó el mundo, como dijo Dios en el primer día: "Que se haga la luz" (Génesis 1:3).

De hecho, todas las intervenciones altamente visibles de Dios son expresadas con una metáfora masculina. Dicha metáfora es "El Santo, Bendito Sea".

Metáfora Femenina: Luz Penetrante

La presencia de Dios no está sólo afuera y por encima de Sus creaciones, sino que también está dentro de ellas. Los genitales femeninos son internos y no están expuestos al ojo exterior, razón por la cual la palabra femenina "Shejiná" describe la presencia de Dios dentro de cada uno de nosotros.

La naturaleza inherente de la Shejiná es estar oculta, en el interior y, en ocasiones, ser silente. En otras ocasiones, es articulada por medio de inspiración espiritual y consciencia. Su presencia es difícil de describir con palabras; de hecho, la naturaleza externa del habla es opuesta, hasta cierto grado, a la naturaleza interna de la Shejiná.

En ocasiones, la Shejiná es simbolizada por lugares en el mundo. En la narrativa de la creación, el Zóhar nos dice que la frase "en el Jardín" se refiere a la Shejiná. La presencia oculta de Dios permeó el Jardín del Edén. Por el contrario, la era en la que la Santidad estuvo más distante fue la época del Diluvio. El mundo había caído a un nivel en el que la línea que separaba entre animales y humanos se había empequeñecido hasta ser casi invisible. El Zóhar describe este estado como uno en que "la Shejiná fue puesta a un lado".

La naturaleza inherente de la Shejiná es estar oculta, en el interior y, en ocasiones, ser silente.

En nuestro mundo hay lugares en donde la chispa de divinidad que le da vida a cada creación puede ser sentida más profundamente. La presencia de Dios en el alma humana, a la que nos referimos en género femenino, es mucho más profunda que en cualquier otra creación. Asimismo, nos referimos a la Tierra de Israel – una profunda manifestación de presencia interior de Dios – en género femenino.

A pesar de que cada ser humano posee un alma divina, podemos caer tan bajo que dejamos de tener consciencia de la Shejiná. El insensibilizador efecto de esta inconsciencia es llamado "exilio de la Shejiná". La Shejiná está allí, pero ya no sentimos Su presencia. Sin embargo, Dios se compromete a estar en nuestro interior; el Zóhar describe a la Presencia Divina como la Madre que cuida a Sus niños, quien no los abandona jamás. La chispa de divinidad permanece dentro del judío eternamente como consecuencia del pacto de Dios con Su pueblo Israel.

Unidad y Renovación

¡Cuán fragmentados estamos! ¡Qué distante sentimos la Shejiná cuando estamos divididos por la erosión de nuestra propia sensibilidad! ¡Cuánto anhelamos descubrirla dentro de nosotros, y en el mundo, para tener unos pocos momentos de trascendencia!

¿Cómo logramos ganar cercanía a la penetrante luz de Dios? ¿Dónde podemos encontrar la Shejiná? Una clave es actuar, y la otra es sentir.

En el mundo de la acción, los cabalistas agregan una fascinante frase de meditación previa a la plegaria o a la realización de una mitzvá. Esta frase dice, literalmente, que "el acto que estamos a punto de hacer unificará al Santo, Bendito Sea, con la Shejiná". Esto significa que los actos externos que Dios nos obligó hacer (rezar, estudiar, hacer mitzvot) despertarán Su presencia en nuestro interior. Ninguna otra cosa que hagamos puede ser tan significativa para traer la luz trascendente de Dios a nuestra consciencia y a nuestro mundo.

El acto que estamos a punto de hacer unificará al Santo, Bendito Sea, con la Shejiná.

Sentir es la otra clave. Cuando nos permitimos sentir una verdadera alegría espiritual y un autentico anhelo, la puerta que abrimos es la puerta del aspecto más profundo de nosotros mismos, la Shejiná que está en nuestro interior. Esta chispa puede ser encendida por medio de "querer querer".

Luchamos para ser dignos de realizar actos constantes de unificación de los atributos de Dios. Nuestra luz interna y la luz externa revelada, serán en ese momento una. Esta es la "nueva luz sobre Sión" que tan ansiosamente esperamos.

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