Fe en Dios: La visión del judaísmo

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Comienza con el intelecto y entra lentamente en el corazón.

Emuná, que suele traducirse vagamente como “fe en Dios”, es considerada el pilar de la creencia y práctica judía. ¿Qué significa el termino emuná? ¿Cómo afecta mi vida? ¿Cuándo se requiere de nosotros los judíos que tengamos o practiquemos esta emuná?

Desafortunadamente, muchas personas asumen que emuná se refiere a fe ciega. Sin embargo eso no es correcto. En el rezo de Aleinu, que se recita al final o cerca del final de cada servicio religioso, proclamamos: “Y deberás saber hoy y llevarás a tu corazón, que Dios es el único Dios…”. Nos es ordenado “saber” que Dios existe. Los saltos de fe no tienen nada que ver con el conocimiento; son meramente expresiones de lo que uno desea que sea verdad y no de lo que es realmente cierto.

La emuná comienza en la mente como emuná intelectual, y se forma después de un duro trabajo racional y de mucha indagación. Reflexionar sobre la existencia del mundo y sobre el hecho de que no podría haber sido creado sino por un Ser infinito nos ayudará a lograr finalmente esta fe intelectual.

Saber en nuestras mentes que nuestro Creador está allí es el primer paso. Sin embargo, con el tiempo y con mucha práctica, la emuná puede asentarse en el corazón. Después de que reconocemos sin problemas que Dios es parte de nuestras vidas y que nunca nos deja, podemos trabajar en desarrollar lealtad a Dios con ese reconocimiento y comenzar lentamente a sentirlo en nuestro interior. En vez de ser meramente una creencia intelectual, emuná debiera ser definida como el acto de ser fiel o leal. Es el requisito básico de cualquier relación sana, y requiere de un constante refuerzo.

Con tiempo y dedicación podemos encaminarnos rumbo a una vida impregnada de emuná. La emuná se desarrolla a lo largo de toda la vida y debemos reflexionar constantemente sobre ella. La lealtad hacia Dios se vuelve esencial cuando la vida nos lanza una dificultad que puede desestabilizarnos y hacernos dudar que las cosas son realmente para bien.

En esos dolorosos momentos también nos es más difícil ejercitar nuestros músculos de emuná, y la situación se hace más desafiante aún cuando la realidad nos presenta dificultades que entran en conflicto con nuestra habilidad de entender intelectualmente. La pérdida de armonía entre aquello que sabemos que es verdad en nuestra mente —que Dios cuida de nosotros como parte de Su pueblo— y el hecho que no vemos reflejada dicha lógica en el mundo, es lo que nos otorga el libre albedrío.

Mediante el libre albedrío escogemos si mantenernos leales a la palabra de Dios a pesar del dolor o si rehuimos la palabra de Dios debido a su aparente falta de lógica. Emuná en entender que no podemos comprender la totalidad del conocimiento de Dios, pero reconocer y aceptar que, a pesar de eso, todo tiene un propósito.

Una vez que sabemos lógicamente que Dios está siempre con nosotros y una vez que hemos comenzado a poner en práctica esta lealtad con regularidad, podemos dedicarnos a la vida diaria con confianza en Él. Este sentimiento de confianza nos otorga un regalo de seguridad: saber que estamos en manos perfectas ya que estamos siendo individualmente dirigidos y tratados por Dios mismo. Por lo tanto, podemos disfrutar del sentimiento de que estamos siendo guiados a través de la vida por un guía personal y de que hay un significado y propósito para cada evento que ocurre.

La emuná viene mediante la práctica de la mente y de la acción. Si utilizamos las dificultades que nos presenta la vida como una posibilidad para ver a Dios en nuestras vidas, podremos estar cada vez más concientes de Su constante presencia. Podemos usar estos desafíos como catalizadores para acercarnos más a nuestro Creador, puesto que obtenemos significado y crecemos de la experiencia.

Por ejemplo, cuando viajamos en autobús a Jerusalem podemos recostarnos en nuestro asiento, relajarnos y disfrutar de la vista. Podemos estar libres de preocupaciones, pues sabemos que el conductor es profesional y sabe cómo y hacia dónde conducir. Si no confiáramos en las habilidades del conductor, o si pensáramos que nosotros podríamos conducir el autobús mejor que él, entonces probablemente estaríamos sentados en el borde de nuestro asiento durante todo el camino, cuestionando sus habilidades de manejo. De la misma forma, con emuná podemos sentarnos calmadamente en el autobús, disfrutar el paisaje y esperar nuestro destino final.

Estar atorado en una calle llena de autos es un campo de entrenamiento para fortalecer nuestros músculos de emuná. Algunos pensamientos en los que podemos pensar son:

  • Debo estar siendo retrasado por una buena razón.

  • Quizás está resbaloso adelante y necesitaba bajar la velocidad.

  • Necesito tiempo para organizar mis pensamientos antes de seguir manejando.

Es decir, hay un propósito detrás del hecho que haya tenido que disminuir la velocidad y es por mi bien, aunque no lo pueda ver con facilidad.

Cuando alguien se me adelanta mientras hago la fila para pagar las compras, es otra oportunidad para ejercitar mis músculos de emuná. ¿Quizás esta es una oportunidad para refinar mi personalidad por medio de permitirle a la otra persona pasar primero sin sentirme resentido?

Emuná significa ver más allá del limitado ahora y saber que quizás no entendemos completamente el significado de lo que está ocurriendo. Pensamos que sabemos lo que es mejor para nosotros, pero emuná significa tener fe en que solamente Dios lo sabe realmente. No obstante, también tenemos fe en que algún día, nosotros también lo sabremos.

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