[Historia Judía #60] El Holocausto

9 min de lectura

Mientras la Alemania nazi reunía sistemáticamente a judíos y los ejecutaba, el mundo cerró sus ojos y sus puertas.

Antes de comenzar a hablar sobre el más doloroso de los temas del pueblo judío, les pido por favor que mantengamos en mente que este es un tema sumamente amplio. A la fecha hay unos 1200 libros impresos que examinan por qué ocurrió, cómo ocurrió, y todos los detalles en el medio.

Algunos de los clásicos que tratan sobre el Holocausto son:

  • El Holocausto, de Martin Gilbert.
  • La guerra contra los judíos, de Lucy S. Dawidowicz.
  • La noche, de Elie Wiesel, ganador del Premio Nobel.
  • El diario de Ana Frank, de Ana Frank.
  • Los verdugos voluntarios de Hitler, de Daniel Jonah Goldhagen.
  • La destrucción de los judíos europeos, de Raul Hilberg.

Alternativamente, uno puede visitar:

  • Museo Yad Vashem en Jerusalem, Israel
  • El museo del Holocausto en Washington, D.C.
  • El museo de la tolerancia en Los Ángeles.

En internet, puedes visitar los Estudios del Holocausto de AishLatino.com

Un curso breve de historia judía no puede describir con justicia este evento devastador en el que una nación (la Alemania nazi) atacó a un pueblo (los judíos) y, sistemáticamente y con una crueldad increíble, mató a seis millones de ellos. La palabra genocidio se inventó para describirlo. La palabra genocidio no existía antes de esto (1).

No fue sólo que la Alemania nazi se propuso eliminar a los judíos de la faz de la tierra, sino que además virtualmente ningún país levantó siquiera un dedo para detenerlos.

Obviamente hubo incidentes aislados de gran heroísmo de parte de algunos gentiles, pero la historia da un mudo testimonio de que estos incidentes representaron un esfuerzo casi insignificante. La mayoría no hizo nada mientras los judíos morían.

El Holocausto pone una pregunta delante de toda la humanidad: ¿Cómo pudo gente civilizada dejar que esto ocurriera?

Encontramos una idea sobre dónde podría estar la respuesta en las palabras del mismísimo Adolf Hitler:

“¡Sí, somos bárbaros! ¡Queremos ser bárbaros! Es un título honorable… La providencia ha ordenado que yo sea el mayor liberador de la humanidad. Estoy liberando a los hombres de… las sucias y degradantes auto mortificaciones de una visión falsa (una invención judía) llamada conciencia y moral” (ver los libros de Hermann Rauschning: Hitler Spaks y Voice of Destruction).

Adolf Hitler

Para comenzar, permíteme destruir algunos grandes mitos sobre Hitler.

Adolf Hitler, quien nació en Braunau, Austria, en 1889, sólo tuvo interacciones positivas durante su infancia y juventud con judíos, contrario a la creencia popular que busca explicar que sus acciones fueron una venganza por el pasado. Durante su juventud, en la que era un artista que luchaba por surgir, muchos de quienes lo sustentaban eran judíos. Aún más, algunas importantes figuras de su vida eran judías, como su doctor de familia o su comandante en la Primera Guerra Mundial, quien lo nominó para la Cruz de Hierro.

Y, sin embargo, a pesar de esas positivas experiencias, Hitler tenía un odio a los judíos que estaba sumamente arraigado. En términos de la historia judía, las únicas personas que tuvieron un odio patológico similar fueron de la nación de Amalek.

(Amalek, como recordamos del capítulo 16, fue el gran enemigo del pueblo judío en la historia. La mayor ambición de Amalek era librar al mundo de los judíos y de su influencia moral, devolviendo al planeta a la idolatría, al paganismo y a la barbarie).

El odio de Hitler hacia los judíos, al igual que el de Amalek, no era ilógico. Incluso podemos llamarle racional, dado que tenía una razón que entendía muy bien, como veremos.

Hitler tampoco estaba loco. Tenía sus neurosis, pero no estaba loco. De hecho, fue un brillante manipulador político. Podemos decir muchas cosas horribles sobre él. Pero Hitler fue uno de los mejores oradores públicos de la historia humana. Si entendieras alemán, entenderías al escuchar las cintas de sus discursos por qué esos alemanes rubios de ojos azules ovacionaban tan apasionadamente a un hombre cuya misma apariencia contradecía todo lo que predicaba. Con su pelo negro y ojos marrones, estaba muy lejos de parecer ario, la raza maestra con la que quería poblar la tierra. Pero a pesar de eso le dieron su lealtad y entregaron sus vidas por él.

El ascenso de Hitler al poder comenzó después de las elecciones alemanas de 1932, cuando su partido recibió más del 35% de los votos. Un año después, el presidente Paul von Hindenburg lo designó Canciller de Alemania. Inmediatamente después de asumir el poder estableció Dachau, no como campo de concentración para judíos (eso vendría después), sino como un lugar en donde poner a sus oponentes políticos. Poco a poco fue tomando el muy sofisticado sistema democrático de la República Alemana y la fue convirtiendo en un estado totalitario. Los derechos democráticos fueron suspendidos, la oposición política fue suprimida y muchos libros fueron quemados (2).

Con su dictadura en lugar, Hitler se embarcó en una política de conquistar por la fuerza gran parte de Europa.

Inicialmente Europa, y con certeza Estados Unidos, no hicieron nada. Junto a sus aliados fascistas austriacos, Hitler —en violación del Tratado de Versalles (3)— presionó a Austria para que se unificara con Alemania en marzo de 1938. Luego tomó parte de Checoslovaquia, una región llamada el Sudentenland, sin permiso de los checos pero con la bendición de los poderes europeos (Francia e Inglaterra en particular). Neville Chamberlain, Primer Ministro de Inglaterra en ese entonces, mostró lo poco que a su país le preocupaban los problemas de Europa en su discurso:

“Qué horrible, fantástico e increíble es que debamos estar cavando trincheras y poniéndonos máscaras de gas aquí por una lucha en un país lejano entre pueblos de los que no sabemos nada”.

Inglaterra y Francia negociaron un pacto con Hitler en Múnich el 30 de setiembre de 1938, prometiendo mirar a otro lado mientras Hitler desmembraba a Checoslovaquia. Después, satisfecho porque Europa estaría a salvo de Hitler, Chamberlain declaró:

“…el acuerdo que ha sido logrado ahora sobre el problema checoslovaco es, a mi parecer, sólo el preludio de un acuerdo mayor en el que Europa podrá encontrar paz. Esta mañana tuve otra conversación con el Canciller alemán, Herr Hitler, y aquí está el papel que lleva su nombre al igual que el mío… creo que es paz en nuestro tiempo… paz con honor”.

Un año después de esta declaración infame estalló la Segunda Guerra Mundial, una guerra en la que morirían 50 millones de personas, mostrando lo incrédulo que es un líder que cree que aplacando el mal se puede lograr la paz.

Ofensiva contra los judíos

Unos tres años antes de hacer grandes avances territoriales en Europa, Hitler ya estaba poniendo en marcha su programa para eliminar a los judíos.

Comenzó en 1935 con las Leyes de Núremberg. Esas leyes básicamente cancelaban todos los derechos que los judíos habían obtenido en la Alemania post iluminismo.

Durante muchos años antes del Iluminismo, los judíos habían sido odiados por ser diferentes y rehusarse a asimilarse. Después del Iluminismo (como vimos en los capítulos 53 y 54), en el mismo país en que los judíos se asimilaron con mayor facilidad, ahora eran odiados porque se estaban entremezclando demasiado. La peor pesadilla de Hitler era que los judíos se casaran con gentiles alemanes y envenenaran el acervo genético de la raza superior (4).

Entonces, para preservar la pureza de la sangre alemana, se aprobaron leyes como estas:

  • Los matrimonios entre judíos y sujetos de sangre alemana o similar están prohibidos.
  • Las relaciones extramaritales entre judíos y sujetos de sangre alemán o similar están prohibidas.
  • Sólo puede ser ciudadano del Reij un miembro del estado que sea alemán de sangre alemana y quien muestre con su conducta y esté deseoso y sea apto para servir en la fe del pueblo alemán y del Reij. El ciudadano del Reij es la única persona que disfruta de derechos políticos.
  • Un judío no puede ser ciudadano del Reij. No puede votar. No puede ocupar un cargo público.
  • Los judíos tienen prohibido exhibir la bandera nacional del Reij o los colores nacionales.

Los judíos perdieron sistemáticamente su ciudadanía, sus derechos políticos y sus derechos económicos.

Luego comenzó la violencia.

Puertas cerradas

La primera explosión de una fuerte violencia nazi en contra de los judíos fue kristallnajt, la noche de los cristales rotos, la cual ocurrió el 9 de noviembre de 1938. Esa noche, 191 sinagogas fueron destruidas y 91 judíos fueron asesinados, muchos de ellos habiendo sido golpeados hasta la muerte.

Luego fueron arrestados unos 30.000 judíos y multados con mil millones de marcos (equivalentes a 400 millones de dólares) por el daño que fue causado por los alemanes.

Esto fue una gran alarma para los judíos. En este momento muchos trataron de salir de Alemania. Por desgracia, muy pocos lugares del mundo los aceptaban. Por ejemplo, cuando se le preguntó al Ministro de Relaciones Exteriores de Canadá cuántos judíos recibiría Canadá, su respuesta fue “Ninguno es demasiados”.

Estados Unidos recibió sólo 200.000 judíos debido al antisemitismo del que hablamos en el capítulo 59.

Incluso cuando era claro que los alemanes estaban persiguiendo a los judíos, el Departamento de Estado de Estados Unidos tenía un criterio tan estricto para permitirles a los judíos ingresar al país que el 75% de los lugares que teóricamente les asignó a los judíos la ley estadounidense nunca fueron utilizados realmente. Sorprendentemente, muchos judíos que hubieran podido ir a Estados Unidos no cumplieron con los requisitos (Canadá fue, por lejos, el peor de todos los países occidentales, permitiendo el ingreso al país de sólo 5.000 refugiados judíos).

En total, unos 800.000 judíos encontraron refugio en diferentes partes del mundo. Pero la mayoría no pudo salir. Para más información sobre este tema lee While Six Million Died: A Chronicle of American Apathy (Mientras seis millones morían: Una crónica de la apatía americana), de Arthur D. Morse; es una acusación punzante.

La Segunda Guerra Mundial

La Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de setiembre de 1939, cuando Alemania invadió Polonia.

Eso llevó a Inglaterra y Francia a la guerra en oposición a Alemania. El 22 de junio de 1940, Francia se rindió a Alemania, dejando a Inglaterra luchando sola. Eventualmente Estados Unidos se uniría, pero esto no ocurriría sino hasta 1941 cuando Japón —que era aliado de Alemania— bombardeó la base naval norteamericana de Pearl Harbor.

Para ese entonces, virtualmente toda Europa estaba bajo el control de Hitler. Esto ocurrió con gran rapidez, porque los alemanes eran muy buenos en la guerra (y porque países como Francia, que estaban bien equipados y tenían un buen liderazgo militar, no tuvieron la voluntad de luchar). Habían perfeccionado el arte del uso de acorazados concentrados y de rápida locomoción junto a infantería, con artillería intensa y apoyo aéreo. La llamaron blitzkrieg, que significa guerra relámpago. Eran imparables.

Obviamente fueron detenidos —primero y principalmente por los rusos, y luego por los ingleses y estadounidenses—, pero demoró años y costó muchas vidas.

En el comienzo del conflicto, Hitler había firmado un pacto de no agresión son Stalin, pero en junio de 1941 lo violó e invadió la Unión Soviética. Allí también los alemanes fueron sumamente exitosos en un inicio, principalmente porque Stalin, a pesar de toda la evidencia, se rehusaba a creer que Hitler violaría su pacto de no agresión y atacaría a Rusia. Stalin también había purgado a todo su ejército de la mayoría de sus oficiales competentes: los había matado a todos.

Básicamente los alemanes avanzaron tan rápido en la Unión Soviética como podían caminar. Y allí obviamente era donde residía una gran cantidad de judíos, por lo que inmediatamente Hitler comenzó su campaña para eliminarlos.

Las Einsatzgrupen, las unidades especiales alemanas, comenzaron a ejecutar personas de manera sistemática, y alrededor de 1,5 millón de judíos fueron asesinados sólo por ellos. Los reunían, generalmente al lado de un gran barranco o pozo que eran forzados a cavar ellos mismos, para luego ser acribillados a balazos y caer en ellos. Quienes no morían de inmediato por las heridas de bala eran enterrados vivos.

Esto es lo que ocurrió en el acantilado del bosque Babi, cerca de Kiev, en Ucrania. Allí, de acuerdo a los registros oficiales alemanes, 33.782 hombres, mujeres y niños fueron ejecutados sobre una barranca en setiembre de 1941. El cuidador del viejo cementerio judío, cerca del acantilado Babi, recordó cómo los policías ucranianos:

“…formaron un corredor y llevaron a la gente atemorizada hacia la inmensa encapada, en donde palos, insultos y perros, quienes desgarraban los cuerpos de las personas, forzaron a las personas a desvestirse, a formar columnas de cien y luego a ir en las columnas de a pares hacia el borde de la barranca”.

En el borde de la barranca el cuidador recordó:

“…luego se encontraban en el angosto piso sobre el precipicio, de entre 20 y 25 metros de altura, y del lado opuesto estaban las ametralladoras de los alemanes. Mataron, hirieron, y personas que ya estaban medio muertas cayeron y se hicieron pedazos allí. Luego los cien siguientes eran traídos y todo se volvía a repetir. Los policías tomaban a los niños de las piernas y los tiraban vivos al acantilado”.

Pero lo peor aún estaba por venir...


Notas:

(1) Rafael Lemkin (24 de junio de 1900 – 28 de agosto de 1959) fue un abogado de ascendencia judío-polaca. Es conocido por su obra en contra del genocidio, una palabra que acuñó en 1943 de las palabras raíz genos (familia, tribu o raza en griego) y cida (asesinato en latín). La primera vez que usó la palabra fue en Axis Rule in Occupied Europe: Laws of Occupation – Analysis of Government – Proposals for Redress (1944).

(2) Es interesante notar un comentario del grandioso escritor judeo-alemán Heinrich Heine. Después de ver un libro quemándose en Alemania en 1920, declaró: ‘En donde queman libros también, al final, queman seres humanos’. Amos Elon, The Pity of It All-A Potrait of the German-Jewish Epoch 1743-1933. (Picador, 2002), p 119.

(3) El Tratado de Versalles (1919) fue un tratado de paz que terminó oficialmente la Primera Guerra Mundial entre los Aliados y las Potencias Asociadas y Alemania.

(4) Es interesante notar que, a través de toda la historia, los gentiles estuvieron felices de que los judíos dejaran el judaísmo, se convirtieran al cristianismo y se casaran con alguien de otra fe. Durante la gran mayoría de la historia judía en Europa los judíos se aferraron tenazmente a su identidad y generalmente se rehusaron a convertirse al cristianismo incluso bajo amenaza. Recién cuando llegamos a los siglos XIX y XX encontramos números significativos de judíos que abandonan su fe e intentan asimilarse conscientemente. Precisamente en este punto de la historia la razón para el antisemitismo da un cambio drástico de curso: en la Europa medieval, los judíos eran odiados por ser diferentes; ahora el judío era odiado por tratar de ser igual que los gentiles. Mientras que ninguna de esas razones es la causa verdadera del antisemitismo, la asimilación nunca es la solución. Quizás el aspecto más irónico del antisemitismo sea que las mayores explosiones de antisemitismo han ocurrido por lo general en lugares donde los judíos estaban muy cómodos entre los gentiles. Alemania es sin dudas el mejor ejemplo de este fenómeno. Para más sobre este tema ver: Dennis Prager y Joseph Telushkin, Why the Jews-The Reason for Anti-Semitism, New York: Touchstone Books, 2003.

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