[Historia Judía #64] El Mandato Británico

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Los británicos prometieron crear un estado judío, pero priorizaron sus intereses ligados a los árabes mientras millones morían en el Holocausto.

La Primera Guerra Mundial cambió el mapa del mundo. Este gigantesco conflicto, que duró cuatro años (1914-1918), enfrentó a los Aliados (principalmente Francia, Inglaterra, Rusia y luego Estados Unidos) con las Potencias Centrales (Alemania, Austria-Hungría y el Imperio Turco Otomano). El resultado de la batalla fue muy dramático:

La Rusia zarista desapareció. En medio de la guerra —y en parte debido a ella—, la Revolución Rusa tuvo éxito en crear el estado comunista que sería conocido como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.

Terminó el dominio de Europa Oriental que tenían Alemania y el Imperio Austro-Húngaro. Polonia —que no había existido durante más de 100 años luego de haber sido dividida entre Rusia, Prusia (Alemania) y Austria-Hungría—, fue creada nuevamente.

Todo el Medio Oriente, que había sido parte del Imperio Otomano, fue dividido en dos grandes franjas. Una mitad estaba controlada por Francia (el Mandato Francés) y la otra por Inglaterra (el Mandato Británico).

La Declaración Balfour

Es importante recordar que el Imperio Otomano controló Medio Oriente entre el siglo XVI y principios del siglo XX, aproximadamente 400 años. Durante este tiempo, los países de Siria, Líbano, Irak, Arabia Saudita y otros no existían. Los residentes de esas áreas eran predominantemente árabes del Imperio Otomano que vivían organizados en comunidades tribales.

El Mandato Británico —que era llamado “el Mandato Británico para Palestina”, o conocido también como “Mandato de Palestina”— incluía el territorio al oeste del Río Jordán hasta el Mar Mediterráneo, así como el territorio al este del Río Jordán, un área conocida como Transjordania.

Cuando los británicos tomaron el control de la tierra de Israel, de repente el sueño para una tierra patria judía pasó de ser un deseo ferviente a una realidad posible.

Para aquel entonces, había entre 85.000 y 100.000 judíos viviendo en la Tierra de Israel, de una población total de 600.000 (ver History of the Jews, de Paul Johnson, p. 430). La mayoría de los árabes que vivían en la tierra habían migrado allí recién en los treinta años previos, atraídos por los trabajos que habían sido creados por los judíos en la construcción y la agricultura. (Nota que, en 1892, cuando los judíos comenzaron a inmigrar a Palestina en grandes cantidades, menos de 250.000 árabes vivían allí. Ver From Time Immemorial, de Joan Peters, p. 244).

Un gran empuje para creación de un estado judío vino de Earl Arthur Balfour (1848-1930), entonces secretario de asuntos exteriores, que en 1917 prometió el apoyo británico para la causa. Como mencionamos en el capítulo anterior, Balfour se hizo amigo de la causa judía en parte gracias a Jaim Weizmann, cuya invención de la acetona artificial, el ingrediente principal de la pólvora cordita sin humo, les permitió a los británicos producir pólvora en masa para la guerra.

Hay registros de una fascinante conversación ocurrida en 1906 entre Balfour y Weizmann, en la que Balfour argumenta que los judíos deberían considerar la oferta que los británicos les habían hecho unos tres años antes sobre aceptar Uganda en lugar de Israel (en ese entonces los otomanos aún controlaban Medio Oriente). En respuesta, Weizmann le dijo a Balfour: “¿Aceptarías París en lugar de Londres?”. Balfour contestó: “Pero ya tenemos Londres”. (Se refería a que los judíos deberían aceptar lo que fuera que pudieran obtener; ya los mendigos no pueden ser pretenciosos y elegir). En ese momento, Weizmann respondió: “Sr. Balfour, los judíos tenían Jerusalem cuando Londres era un pantano”. Eso hizo que Balfour tomara una pausa.

“¿Hay muchos judíos que piensan como tú?”, preguntó.

“Creo que estoy diciendo la opinión de millones de judíos que usted nunca verá y que no pueden hablar por sí mismos, pero con quienes podría pavimentar el país del que vengo”, respondió Weizmann.

“Si eso es cierto, entonces un día serán una fuerza”, concluyó Balfour.

El apoyo de Balfour a un hogar nacional judío llegó a ser conocido en la historia como la ‘Declaración Balfour’, que fue emitida en la forma de carta a Lord Rothschild el 2 de noviembre de 1917. Ésta decía:

El gobierno de Su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío.

Un mes después, en diciembre de 1917, los turcos le entregaron Jerusalem a los británicos.

Pero hablar es fácil, y cuando se volvió una opción real crear tal estado, los británicos tomaron muchas otras consideraciones e intereses en cuenta, como veremos a continuación.

Promesas incumplidas

A pesar del apoyo de ciertas figuras políticas británicas, el Ministerio de Asuntos Exteriores Británico y otros eran generalmente mucho más pro árabe y el gobierno británico se dedicó a formar países árabes en las tierras del Imperio Otomano.

Mediante sus esfuerzos fue creado Irak en 1921. Era una monarquía que tenía a Faisal ibn Hussein, el hijo de Hussein el Gobernador de Meca, como rey. Pronto el petróleo iraquí comenzó a fluir hacia occidente. Irak tenía la segunda reserva de petróleo conocida más grande del mundo (después de Arabia Saudita), y no sorprende que los británicos hayan estado interesados en crear un vínculo con este país así como con otros países árabes ricos en petróleo.

Otro país que fue creado por los británicos en 1922 fue Jordania. En 1923, los británicos pusieron a Abdula ibn Hussein, otro hijo del Gobernador de Meca, como emir del nuevo país llamado Transjordania, que luego pasó a llamarse Jordania. Jordania estaba confinado a la rivera este del Río Jordán y no incluía ninguna parte de la ribera occidental. (Jordania abarca el 75% del área total que tenía el Mandato Británico. En 1922, los británicos separaron este territorio del territorio del mandato que había en la ribera occidental del Río Jordán (a la que llamaron Palestina), y lo excluyeron del asentamiento judío).

¿Por qué los hijos del Gobernador de Meca fueron designados como líderes de esos países?

Los británicos querían establecer alianzas con los reinos árabes. Habían reforzado el apoyo a Ibn Saud de la Península Arábiga, quien había luchado contra los turcos junto a ellos. Ibn Saud recibió Arabia Saudita. Pero cuando eso ocurrió, los británicos tuvieron que indemnizar al Gobernador Hussein de Meca, quien estaba a cargo de los sitios sagrados islámicos y quien también había apoyado a los británicos en contra de los otomanos en la Primera Guerra Mundial. (La familia Hussein era hachemita, la tribu de Mohamed, el fundador del islam, y había sido tradicionalmente la cuidadora de la Ciudad Sagrada de Meca). Tenían que darle a él y a sus hijos algo de tierra, por lo que les dieron Irak y Transjordania, la tierra de la ribera oriental de Río Jordán.

El Rey Abdula ibn Hussein (que obtuvo Jordania) no se oponía a la creación de un Estado Judío e incluso llegó a reunirse en secreto con miembros de la Agencia Judía. Pagó con su vida por su moderación: fue asesinado a tiros en el Monte del Templo en Jerusalem el 20 de julio de 1951. Su hermano, el Rey Faisal (que obtuvo Irak), también estaba dispuesto a vivir en paz con un estado judío e incluso llegó a darle la bienvenida al pueblo judío a la tierra de Israel (1).

Sin embargo, a pesar de todo esto, y a pesar de la Declaración Balfour, los británicos no avanzaban en la creación de un país llamado Israel.

¿Por qué no? Porque había una clara predisposición en contra de los judíos, como puede apreciar con claridad cualquiera que haya estudiado la serie de Libros Blancos emitidos por el gobierno británico en las décadas del 20 y del 30.

Las razones para esta predisposición negativa eran:

Los británicos tenían que lidiar con la mayoría árabe que vivía en lo que quedaba de Palestina. Idearon todo tipo de planes de partición, pero siempre fueron rechazados por los árabes (no todos los árabes se oponían; el Rey Faisal de Irak firmó un acuerdo de paz y cooperación con Jaim Weizman).

Muchos miembros del gobierno y la milicia británicos eran claramente antisemitas y tenían una actitud romántica/sobreprotectora con los árabes.

Los árabes tenían petróleo y los británicos lo necesitaban. A final de cuentas, los británicos debían tomar en consideración sus propios intereses. Cuidar sus intereses estratégicos y calmar a decenas de millones de árabes les parecía mucho más importante que salvar unos pocos cientos de miles de judíos, a pesar de que esto estaba en contra de las condiciones que el mandato había garantizado en 1920 (2). 

Mientras tanto los pobres judíos, sin saber que los británicos se retractarían de su promesa, continuaban migrando a la tierra de Israel.

La tercera migración o aliá (1919-1923) llevó unos 35.000 judíos a la tierra. La cuarta aliá (1924-1928) llevó 80.000 judíos y la quinta (1929-1939, durante la subida de Hitler al poder), llevó 250.000 judíos.

Disturbios árabes

Los árabes dejaron en claro que no se quedarían sentados mientras se formaba un estado judío. El 7 de agosto de 1929, debido a la instigación de los predicadores en las mezquitas, se desató una serie de disturbios en los que muchos judíos fueron masacrados.

El periódico New York Times, en su historia de Israel (Israel: From Ancient Times to the Modern Nation, pp. 38-39) escribe sobre esa época:

Los disturbios de agosto de 1929 fueron encendidos en Jerusalem por un rumor esparcido por los líderes árabes sobre que los judíos destruirían la mezquita Al-Awsa, el tercer lugar más sagrado del islam. La lucha se esparció por Palestina con rapidez. Las peores masacres fueron en Hebrón, un lugar sagrado tanto para los judíos como para los árabes, en donde 67 judíos ortodoxos (hombres, mujeres y niños) fueron asesinados por árabes y 50 más fueron heridos. Pierre van Paassen, un periodista, describió el horror que atestiguó a luz de farol en un seminario judío en Hebrón: “Los estudiantes asesinados en el patio, los hombres muertos en la sinagoga, gargantas cortadas y cuerpos mutilados”. Para cuando se restableció el orden, 133 judíos habían sido asesinados y 399 heridos.

La década del 30 fue testigo de más disturbios y masacres, especialmente en Yafo y nuevamente en Hebrón. En respuesta, los británicos convocaron la Comisión de Peel, que eliminó casi por completo la Declaración Balfour que originalmente había prometido una tierra patria judía en Palestina a ambos lados del Río Jordán.

En julio de 1937, la Comisión Peel emitió un informe que decía que todos los judíos debían ser confinados a un estado pequeño que incluiría un trocito de tierra sobre la costa mediterránea y otro pedacito en el norte, adyacente a la costa occidental del Lago Kinéret (el Mar de Galilea).

Esto fue demasiado ante los ojos de los árabes. Ellos recibieron la recomendación de la Comisión de Peel con una revuelta que duró hasta 1939. La Revuelta Árabe fue liderada por Haj Amin Husseini (c. 1893-1974), quien había sido designado por los británicos como Mufti de Jerusalem.

Es interesante notar que además de los cientos de judíos que fueron asesinados por los árabes, unos 3000 árabes murieron en esta revuelta a manos de otros árabes y de los británicos. A pesar de todo el criticismo británico a Israel en la actualidad, en ese entones los británicos no fueron tímidos en aplacar los disturbios. Introdujeron la política de la destrucción de casas y usaron artillería para bombardear ciudades rebeldes.

La revuelta fue finalmente vencida y el Mufti huyó primero a Beirut y luego a Europa, en donde se volvió un aliado de Adolph Hitler y organizó una unidad de las SS en Bosnia para matar judíos en los Balcanes. Después de la guerra fue capturado, pero escapó. Posteriormente estuvo involucrado en la fomentación de violencia, incluyendo el asesinato del Rey Abdula de Jordania en 1951. Murió en Beirut en 1974 (Faisal Husseini, que fue el representante de la OLP en Jerusalem y murió de un infarto cardiaco en 2001, era pariente de él).

Sentencia de muerte

Los británicos no respetaron la promesa que había sido hecha en la Declaración Balfour ni la hecha en el informe de la Comisión Peel.

Pero hay un aspecto del informe de la Comisión de Peel que sí implementaron: aquel que limitaba la migración judía a la tierra a 12.000 personas por año durante los cinco años siguientes (1939-1943). Al hacerlo esto los británicos básicamente estaban condenando a los judíos a permanecer bajo control nazi, pues ya que no podrían encontrar refugio en su tierra patria.

Los británicos hicieron esto sabiendo perfectamente lo que los alemanes les estaban haciendo a los judíos; fue después de las Leyes de Núremberg y de Kristallnacht (ver capítulo 60). Y a pesar de todo, los británicos cerraron una ruta de escape que hubiera salvado millones de vidas judías.

Los judíos estaban desesperados e intentaron emigrar “ilegalmente”. En respuesta, los británicos pusieron un bloqueo para mantenerlos fuera.

Muchos judíos lograron evadir el bloqueo, se estima que unos 115.000. Sin embargo, 115.000 es muy poco en comparación a los 6 millones de judíos que murieron en el Holocausto y que no pudieron encontrar refugio en la tierra de Israel.

Mientras tanto, el núcleo del movimiento sionista en la tierra de Israel se unió para formar la Agencia Judía, una organización que sería liderada por David Ben-Gurión. Dado que era reconocida oficialmente por los británicos como el organismo representante de las aspiraciones judías, la Agencia intentó no antagonizar abiertamente con ellos. Pero la Agencia Judía tenía una organización militar clandestina llamada Haganá (la ‘Defensa’), que buscaba proteger a los asentamientos judíos de los árabes (dado que los británicos no hacían prácticamente nada al respecto).

Había otros sionistas, que no eran parte de la Agencia Judía, que sentían que la Agencia Judía era demasiado conciliatoria con los británicos. En su opinión, los británicos habían roto promesa tras promesa con los judíos y habían parcializado abiertamente con los árabes. Por lo tanto, los judíos debían ser mucho más proactivos. Uno de aquellos que tuvo una actitud mucho más agresiva fue Vladimir Jabotinsky (1880-1940). Originario de Odessa, Jabotinsky se separó de la corriente principal del movimiento sionista y, en 1923, formó la Unión Mundial de Sionistas Revisionistas. Esta organización desde 1936 instó a la evacuación de los judíos desde Europa Oriental hacia Palestina. Si sus súplicas hubiesen sido oídas por los británicos, muchos judíos se hubieran salvado del Holocausto. En esta época Jabotinsky también pasó a ser el líder de un movimiento clandestino judío llamado Irgún Tzevaí Leumí (‘Organización Militar Nacional en la Tierra de Israel’), conocido simplemente como el Irgún.

En 1941, Menájem Begin (1913-1992), que más adelante se convertiría en Primer Ministro de Israel, llegó de Rusia y asumió el liderazgo del Irgún, el cual adoptó un enfoque radical respecto a confrontar a los británicos y atacar a los árabes, que eran los responsables de la muerte de judíos.

Otro grupo, aún más radical, fue Lojamei Jerut Israel (‘Luchadores por la Libertad de Israel’), más conocido como Leji y conocido por los británicos como la Pandilla Stern en referencia a su fundador, Abraham Stern (1907-1942). Itzjak Shamir, futuro Primer Ministro de Israel, fue uno de los líderes principales de Leji.

Habiéndose agotado la paciencia judía con los británicos después de la devastación del Holocausto, estos grupos más radicales iniciaron una resistencia violenta en contra de los británicos. Por ejemplo, en 1946 el Irgún hizo explotar un ala del Hotel King David de Jerusalem, que en ese momento era el cuartel general de las autoridades británicas en Palestina. Hicieron una advertencia previa, que aparentemente fue recibida e ignorada. Menájem Beguin cita un oficial inglés que supuestamente se rehusó a evacuar el edificio, diciendo: “No recibimos órdenes de judíos”. Como resultado, el número de víctimas fue alto: 91 muertos y 45 heridos. Entre los muertos hubo 15 judíos. También ahorcaron a dos oficiales del ejército inglés en retribución al ahorcamiento de miembros del Irgún, y organizaron un temerario escape de la prisión de Aco (Acre), lugar en el que los británicos tenían cautivos a muchos judíos de la resistencia.

Un oficial británico de alto rango resumió los efectos de los grupos de la resistencia judía:

El ejército británico sufrió grandes pérdidas en accidentes de tránsito organizadas por las operaciones judías clandestinas. Pero los golpes al orgullo y al prestigio del imperio no podían ser digeridos. La invasión a la prisión de Aco y el ahorcamiento de dos sargentos fueron golpes a nuestro orgullo. La invasión a la prisión tomó el significado simbólico de la caída de la Bastilla (To the Promised Land de Uri Dan, p. 120).

Pero aún así los británicos no se dieron por vencidos.


Notas:

(1) En enero de 1919, Faisal I y el Dr. Jaim Weismann, presidente de la Organización Sionista Mundial, firmaron el Acuerdo Faisal-Weizmann para la cooperación árabe-judía, en el que Faisal aceptó condicionalmente la Declaración Balfour sobre la que dijo lo siguiente: “Nosotros los árabes… vemos con profunda simpatía al movimiento sionista. Nuestra delegación aquí en Paris está muy al tanto de las propuestas presentadas ayer por la Organización Sionista a la Conferencia de Paz y las consideramos moderadas y apropiadas. Haremos lo mejor que podamos, en lo que a nosotros respecta, para hacer que se materialicen; les desearemos a los judíos una bienvenida a casa de corazón… Mi pueblo y yo ansiamos ver un futuro en el que nosotros los ayudemos a ustedes y ustedes a nosotros, para que los países en que estamos mutuamente interesados puedan de nuevo tener su lugar en la comunidad de los pueblos civilizados del mundo”.

(2) Para un resumen excelente sobre el período, ver: Connor Cruise-O'Brien, The Siege ― The Story of Israel and Zionism (Paladin Grafton Books, 1988).

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