[Historia Judía #63] El sionismo moderno

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Herzl creó el marco político para el estado de Israel moderno.

No podemos estudiar sobre sionismo sin estudiar la vida de Teodoro Benjamín Zeev Herzl (1860-1904).

Ya vimos en el capítulo 59 que, siendo corresponsal durante el juicio de Alfred Dreyfus, Herzl se sorprendió al oír a la Francia civilizada gritar: “Muerte a los judíos”. En ese momento decidió que la solución para el antisemitismo era el establecimiento de un estado nacional judío. Escribió un libro sobre ello, titulado Der Judenstaat (El estado judío), en el que describió su visión para una tierra patria judía.

Si bien el sionismo no fue su invención, Herzl se transformó en la fuerza motora del movimiento. Hubo muchos factores que hicieron que fuera el líder ideal:

  • Era de Europa Occidental (no de Europa Oriental), una parte del mundo que era considerada más iluminada.
  • Era muy educado (Postgrado en Leyes de la Universidad de Viena).
  • Era un periodista famoso que escribía y hablaba bien.
  • Tenía una buena posición económica y contactos en la política (se casó con una mujer de una prominente familia judía austriaca).
  • Tenía una presencia carismática y una llamativa apariencia.

A pesar de haber sido criado como un judío asimilado, lamentablemente ignorante de la religión de sus antepasados, el antisemitismo de Viena y el caso Dreyfus tuvieron un profundo impacto en él. Se obsesionó con el sionismo y recorrió incansablemente Europa, reuniéndose con muchos jefes de estado en su búsqueda de apoyo para un estado judío.

En 1896 publicó el libro Der Judenstaat (El estado judío: Un intento de una solución moderna a la interrogante judía), que alcanzó una gran notoriedad y lo transformó en una personalidad importante del movimiento sionista. El 29 de agosto de 1897 Herzl convocó a la Primera Conferencia Judía en Basilea, Suiza. Hubo 197 delegados presentes, provenientes 16 países, que formaron la política sionista inicial. Esta reunión fue un evento muy importante para el establecimiento del estado moderno de Israel.

Luego, Herzl escribió en su diario:

“Si tuviera que resumir el Congreso de Basilea en una palabra que evitaré pronunciar en público, sería la siguiente: En Basilea fundé el estado judío. Quizás en cinco años, pero con seguridad en 50, todos lo sabrán” (ver The Siege, de Connor Cruise O'Brian).

El 14 de mayo de 1948, 50 años y 9 meses después, fue fundado el Estado de Israel.

Desafortunadamente, Herzl no llegó a verlo ocurrir. Murió a los 44 años a causa de un infarto cardíaco después de una controversia sobre la propuesta de que el pueblo judío creara su tierra patria en Uganda. Herzl, que apoyó la idea durante un tiempo, terminó la controversia convenciendo a sus detractores que había permanecido leal a un asentamiento judío en la Tierra de Israel. De esta forma resguardó la unidad del movimiento sionista, pero su débil corazón quedó en el camino.

La historia de Herzl es trágica. Murió dando su vida por la causa, y murió en bancarrota, habiendo gastado todo su dinero en su causa, y dejando a su vida familiar y matrimonio en problemas.

Quizás la mayor tragedia de su vida haya sido que no dejó descendientes que siguieran con su misión. Su esposa Julia, de la que se había separado, murió a los 35 años. Sus tres hijos (Pauline, Hans y Trude) murieron de manera trágica. Pauline se hizo drogadicta y murió en Francia. Hans, después de convertirse al catolicismo, se suicidó en el día del funeral de Pauline. Trude Margarita, que tenía una enfermedad mental, murió en Theresienstadt a manos de los nazis. El único nieto de Herzl, Stephen Theodor (hijo de Trude), cambió su nombre a Norman y se suicidó saltando desde un puente en Washington en 1946.

Herzl fue enterrado en Europa, pero en 1949, después de la declaración del Estado de Israel, su cuerpo fue desenterrado y llevado a Israel. Está enterrado en Jerusalem, en un cementerio conocido como Monte Herzl, en donde también están enterrados varios líderes de estado y héroes militares.

Personalidades clave

De las personalidades clave de la época, debemos mencionar a tres:

  • Haim Weizmann (1874-1952)
  • David Ben-Gurión (1886-1973)
  • Asher Hersh Ginsberg (1856-1927)

Weizmann era un químico ruso que a edad temprana se asoció al grupo Hovevei Sión (Amantes de Sión). Después de la muerte de Herzl en 1904, se convirtió en el líder de facto del Movimiento Sionista.

Interesantemente, Weizmann inventó la acetona artificial, el componente principal de la pólvora, en 1915 en medio de la Primera Guerra Mundial. Su invención les permitió a los ingleses producir pólvora masivamente para la guerra.

Debido a esto se hizo amigo de Arthur Balfour, el secretario de relaciones internacionales de Inglaterra. Balfour, quien en 1917 prometió el apoyo inglés a una tierra patria para los judíos en Palestina, dijo que la acetona lo convirtió en Sionista (Hablaremos sobre la Declaración de Balfour en el próximo capítulo).

David Ben-Gurión nació bajo el nombre de David Gruen en Plonsk, Polonia. Fue una personalidad muy importante; si bien era pequeño en estatura, era una verdadera fuente de energía. Si bien nació en una familia religiosa que era fervientemente sionista, David —al igual que muchos de los líderes del movimiento— abandonó a temprana edad sus raíces religiosas (1).

Ben-Gurión llegó a Israel en 1906 a los 20 años, trabajando en los naranjos y viñedos de los primeros asentamientos. Fue activo en Poalei Sión (Los Trabajadores de Sión), pero asumió algunas posiciones controversiales en su partido, estando a favor de que los inmigrantes y los colonos tengan derecho a manejar sus propios asuntos sin la interferencia de la Diáspora, que inmigrar a Israel era la obligación de todo miembro del partido y que el hebreo debía ser el único lenguaje de su partido.

En ese entonces, la tierra de Israel continuaba bajo el control del Imperio Otomano y Ben-Gurión, que había estudiado leyes en Constantinopla durante un tiempo, prefería la lealtad a Turquía y la adopción de la ciudadanía otomana para los judíos. Sin embargo, cuando estalló la Primera Guerra Mundial y los turcos comenzaron a perseguir a los sionistas, se metió en problemas con las autoridades y fue exiliado. Entonces fue a Nueva York, donde fundó el Ajdut haAvodá (Partido laborista unido).

La segunda parte de la historia de Ben-Gurión, sobre su retorno a Israel para convertirse en el líder de la Agencia Judía en 1935 y luego en el primer Primer Ministro de Israel en 1948, será cubierta en un próximo capítulo.

La tercera personalidad clave fue Asher Hersh Ginsberg, cuyo seudónimo era Ahad HaAm. Originalmente fue uno de los maskilim que se desilusionó con su plan de hacer que los judíos adopten la cultura de la sociedad de Europa Oriental. Se convirtió en el gran líder intelectual de los principios del movimiento sionista. Su visión del estado judío no era que fuera un refugio para la judería oprimida del mundo, sino un lugar en donde el judío moderno pudiera crear un estado nuevo, secular, progresivo e iluminado que se convertiría en el centro de una nueva cultura moderna judía.

En 1897, escribió en The Jewish State and The Jewish People (El estado judío y el pueblo judío):

“Este asentamiento judío, que será un crecimiento gradual, se convertirá con el tiempo en el centro de la nación, en donde su espíritu encontrará una expresión pura y se desarrollará en todos sus aspectos hasta el grado máximo de perfección que pueda alcanzar. Luego, desde este centro, el espíritu del judaísmo irradiará a la circunferencia mayor, a todas las comunidades de la diáspora, para inspirarlas con nueva vida y para conservar la unidad general de nuestro pueblo. Cuando nuestra cultura nacional en Palestina haya alcanzado ese nivel, tendremos la certeza de que producirá hombres en la Tierra que podrán, en un momento favorable, establecer allí un estado, un estado no meramente de judíos, sino un Estado Judío”.

Ginsberg personificó el elemento dominante en el movimiento sionista: judíos iluminados que querían resolver el problema del antisemitismo ayudando a los judíos a asimilarse. Solamente más adelante, cuando descubrieron que sus esfuerzos eran fútiles (ante la terrible persecución que no disminuyó por mucho que los judíos trataran de entremezclarse), se abocaron a esforzarse para crear una tierra patria judía. Dado que muchos habían nacido en hogares observantes y habían dejado la religión atrás buscando asimilarse, la mayoría sumó su actitud negativa hacia el judaísmo a la nueva ideología sionista.

El factor clave que le dio forma a su manera de ver las cosas fue un nacionalismo basado no sólo en la idea de crear una tierra patria judía, sino también en crear un nuevo tipo de judío para construir y conservar esa tierra. Muchos de estos primeros pensadores sionistas sintieron que siglos de vivir en guetos y persecución les habían robado a los judíos su orgullo y fortaleza. Construir una tierra patria requería un judío orgulloso y autosuficiente: un judío que pudiera trabajar la tierra, defenderse y construir ciudades.

El judío piadoso y pobre resultante del gueto, que presentaba una imagen patética de un hombre encorvado y siempre a merced de sus perseguidores, debía ser eliminado. Construir un estado exigía algo completamente diferente: un hebreo. Los primeros sionistas se denominaban hebreos, no judíos, y cambiaban intencionalmente sus nombres alemanes, rusos o en idish para que sonaran más hebreos y nacionalistas (por ejemplo, David Gruen pasó a ser David Ben-Gurión, Shimon Persky pasó a ser Shimon Perez). Fue un intento consciente para crear una identidad judía completamente nueva y dejar detrás todo aspecto de la identidad judía religiosa de la diáspora. Creían que este nuevo estado judío, poblado por hebreos luchadores y granjeros, revitalizaría al pueblo judío, restauraría el orgullo judío y pondría un fin para siempre al antisemitismo. Si bien es indudable que los inmigrantes judíos que crearon el estado judío moderno lograron proezas increíbles en contra de todas las probabilidades, el sionismo no ha demostrado ser la solución al antisemitismo e, irónicamente, en la actualidad la excusa principal en el mundo para odiar a los judíos es el odio al sionismo y al estado de Israel.

Estos primeros líderes sionistas sabían, por supuesto, que la religión había conservado a la identidad judía en los guetos y shtetls de Europa, pero sintieron que en el naciente estado judío no la necesitarían. La Biblia iba a ser usada como fuente de historia y cultura judía, pero en el estado judío moderno no habría lugar para la religión ni para los rituales.

Reacción ante el sionismo

La fuerte actitud antirreligiosa de gran parte de los primeros líderes sionistas causó que la mayoría de los líderes rabínicos de Europa se opusieran a ellos. La Torá y las mitzvot (mandamientos) son la esencia del judaísmo, y una nación judía sin esos ingredientes fundamentales sería como un cuerpo sin alma. Más aún, la Torá declara explícitamente una y otra vez (Deuteronomio 7:6-11; 8:11-19; 10:12-13; 11:8-25, etc.) que la capacidad para vivir y prosperar en la tierra depende exclusivamente de que el pueblo judío respete la Torá. ¿Cómo podría un liderazgo sionista, mayormente antirreligioso y deseoso de alejar a los judíos del judaísmo, tener éxito en crear una presencia judía en la Tierra de Israel? Rav Tzadik HaKohén Rabinowitz, conocido como el Tzadik de Lublin (1823-1900) tipificó esta opinión:

Tenemos certeza de que si fuéramos creyentes y confiáramos honestamente en la salvación de Dios y fuéramos observantes de los mandamientos de ÉL, continuaríamos viviendo en nuestra Tierra Santa hasta hoy… ¿Por qué sucumbió la tierra? “Porque abandonaron Mis leyes que puse delante de ellos”. Ya quedó claro que los sionistas rechazan los mandamientos y se aferran a toda forma de abominación… puede asumirse que si los sionistas alcanzan el dominio, buscarán eliminar de los corazones de Israel la creencia en Dios y la verdad de la Torá… Se han quitado las prendas de la asimilación para ponerse una capa de celo para aparentar ser celosos por su judaísmo. En realidad, están cavando un pozo debajo de nuestra fe y buscando quitar a Israel de debajo de las alas de la Shejiná, la Presencia Divina (2).

Los sentimientos anti religiosos dentro del sionismo no eran el único problema. Al igual que el movimiento reformista de Alemania en el siglo XIX, el liderazgo sionista asumió un rol activo en tratar de ayudar a los nuevos llegados a la Tierra de Israel a asimilarse a su nueva identidad, buscando de manera activa separar a los judíos del judaísmo y de la observancia del mismo. A menudo lograban este objetivo poniendo a los nuevos inmigrantes, muchas veces judíos sefaradíes, en entornos seculares como los kibutzim (granjas colectivas) anti religiosos. Esto llevó a la rápida secularización de una parte importante de los inmigrantes judíos de países árabes que, no habiendo vivido el iluminismo europeo, habían permanecido en su gran mayoría observantes, irónicamente hasta su llegada a Israel (3).

Este conflicto entre el liderazgo secular sionista y el liderazgo rabínico de Europa yace en el núcleo del debate secular-religioso del Israel moderno. Esta actitud de rechazo al sionismo es la ideología de la gran mayoría de la comunidad jaredí de Israel en la actualidad, y es la razón central por la que la mayoría de la comunidad ultra-ortodoxa prefiere no ser parte de muchas de las instituciones del Estado de Israel, como el servicio militar en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) o enviar a sus niños al sistema de escuelas religiosas del estado (4).

A pesar de que la mayoría de los rabinos de Europa tomó una postura decididamente anti-sionista, no todos los judíos ortodoxos compartieron esta actitud. Hubo muchos sionistas religiosos que estuvieron entre los más feroces luchadores por el regreso a la tierra.

Como vimos en el capítulo 62, fue Rav Shmuel Mohilever, uno de los primeros sionistas religiosos de Polonia, quien influenció de gran manera al Barón de Rothschild para que apoyara los primeros asentamientos.

Otra figura clave fue Rav Abraham Isaac Cook (1865-1935), un erudito en Torá y cabalista que llegó a Palestina en 1904 y que fue una de las principales autoridades de Torá en la tierra previo a la formación del estado. Vio la mano de Dios en los cimientos echados por los sionistas seculares e intentó trabajar con ellos. Escribió el famoso Orot (Luces) sobre la santidad del nacionalismo recientemente nacido. En 1921, se convirtió en el primer gran rabino de Palestina.

Después del Quinto Congreso Sionista de 1901, un grupo religioso sionista, en un intento de combinar el judaísmo nacionalista moderno con la identidad judía tradicional, fundó el Movimiento Mizraji en 1902 (una abreviación de las palabras merkaz rujaní, centro espiritual). El manifestó mizraji declaró:

En las tierras de la diáspora, el alma de nuestro pueblo —nuestra sagrada Torá— ya no puede ser conservada por completo; tampoco sus mandamientos, que comprenden toda la vida espiritual del pueblo, pueden ser respetados en su pureza original… El pueblo ha encontrado un remedio a esta aflicción: dirigir sus corazones al lugar que siempre ha sido el foco de nuestras plegarias… Sión y Jerusalem… Por lo tanto se ha acordado entre todos los que aman el espíritu de su pueblo y son leales a la Torá de Dios, que un nuevo despertar de la esperanza del regreso a Sión brindará una fundación sólida y también le otorgará una cualidad especial a nuestro pueblo. Servirá como un centro para la recolección de nuestras fuerzas espirituales y como una fortaleza segura para nuestra Torá y santidad (5).

En la actualidad, el movimiento Mizraji evolucionó en el movimiento religioso nacionalista de Israel, cuyos adherentes usan kipot tejidas y constituyen la gran mayoría del movimiento religioso derechista de asentamiento.

Los judíos reformistas de Estados Unidos y Alemania se oponían al sionismo enérgicamente.

Los judíos reformistas alemanes dijeron: “La esperanza de una restauración nacional [en Israel] contradice nuestros sentimientos hacia nuestra tierra patria [Alemania]”. Los judíos reformistas estadounidenses dijeron: “Ya no nos consideramos una nación, sino una comunidad religiosa, por lo que no ansiamos ni un regreso a Palestina ni la restauración de ninguna de las leyes concernientes al Estado Judío…” (Ver capítulos 54 y 58 para más información sobre este tema).

La segunda y la tercera aliá

De todos modos, más allá de la reacción del mundo en general, los judíos continuaron regresando a Israel.

En el capítulo pasado hablamos sobre la primera aliá, el ascenso a la tierra, que llevó0 30.000 judíos a Israel entre 1882 y 1891.

La segunda aliá, después del pogromo de Kishinev en pascuas de 1903 (ver capítulo 57) y de la primera y fallida Revolución Rusa de 1905, llevó otros 40.000 judíos a Israel entre 1904 y 1914.

La tercera aliá, después de la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, llevó otros 35.000 (entre 1919 y 1923).

A esas alturas, el sueño de una tierra patria judía ya no era sólo un sueño. Se estaba convirtiendo en realidad con la victoria de las Fuerzas Aliadas sobre el Imperio Otomano (que había elegido el bando perdedor en la Primera Guerra Mundial), lo que llevó a que los ingleses tomaran el control del Medio Oriente.


Notas:

(1) La actitud de Ben-Gurión hacia la religión y su lugar en el Estado Judío podría ser categorizada como hostil o, como mínimo, ambivalente, mientras que muchas de sus políticas respecto al trato de los nuevos inmigrantes y el servicio en el ejército fueron designados para llevar a los judíos observantes a abandonar la observancia. También podía adoptar una actitud antagónica dura y hasta violenta frente a rivales políticos como Menájem Beguin y el Irgún (el ala militar del movimiento sionista revisionista separatista fundado por Zev Jabotinsky en 1923) que tuvo su mayor crisis el 21 de junio de 1948 con la orden de Ben-Gurión de hundir el Altalena, un barco de guerra del Irgún, en las afueras de la costa de Tel Aviv. Dieciséis miembros del Irgún murieron en el incidente, que pudo haber llevado a una guerra civil. 

(2) Paul Mendes-Flohr y Yehuda Reinharz ed., The Jew in the Modern World, (Oxford University Press, 1995), pp.544-545.

(3) El aspecto más irónico e interesante de todo esto es que en la Israel actual el sionismo casi ha desaparecido (menos del 10% de los israelíes seculares se definen como sionistas). La única y gran excepción es el grupo religioso-nacionalista que es la columna vertebral del movimiento de asentamiento. La encuesta más reciente, de 2007, muestra que el 30% de los israelíes se definen como observantes de la religión y un 40% dice ser tradicional (no completamente observante). Los judíos completamente seculares son ahora la minoría y los realmente antirreligiosos un porcentaje muy pequeño de la población. El núcleo del sentimiento antirreligioso israelí en la actualidad está en una elite askenazi pequeña pero muy poderosa que controla ampliamente las cortes, los periódicos, la TV, la radio, las universidades y el ejército.

(4) En la comunidad ultra ortodoxa de Israel la actitud hacia el Estado de Israel varía desde pragmática (hay varios partidos ultra ortodoxos en el sistema político israelí) al rechazo total del sistema (el movimiento jasídico Satmer es el mejor ejemplo).

(5) Paul Mendes-Flohr y Yehuda Reinharz ed., The Jew in the Modern World, (Oxford University Press, 1995), p. 546.

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