[Historia Judía #61] La Solución Final

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Hitler implementó su objetivo de eliminar a todos los judíos del planeta.

Para el comienzo de 1942, los alemanes ya tenían cerca de 9 millones de judíos bajo su control (de un total de 11 millones que vivían en Europa y la Unión Soviética). Y obviamente su plan era matarlos a todos.

Las brigadas asesinas Einsatzgruppen ya habían asesinado a tiros a 1,5 millones de judíos (como vimos en el capítulo 60), pero esta no era una manera eficiente de matar a tantos millones de personas más, ya que era demasiado desordenada, lenta y se desperdiciaban demasiadas balas.

Entonces, los alemanes se embarcaron en una política llamada la Solución Final, que fue decidida en una conferencia llevada a cabo en Wannsee, cerca de Berlín, el 20 de enero de 1942:

“En lugar de la inmigración, hay ahora una solución más posible a la que el Fuhrer ya ha dado su consentimiento. Es decir, la deportación hacia el este. Si bien esta debería ser considerada meramente como una medida interina, nos brindará la experiencia práctica que será especialmente valiosa en conexión con la solución final futura. En el curso de la implementación práctica de la solución final, Europa será rastrillada de oeste a este”.

Campos de exterminio

La Solución Final —la matanza sistemática con gas de millones de judíos— fue puesta en práctica principalmente por los principales oficiales de la Gestapo: Adolph Eichmann y Reinhardt Heidrich.

De los 24 campos de concentración (además de los incontables campos de trabajos forzados), se crearon seis campos de muerte. Eran:

  • Auschwitz – 1.500.000 asesinados.
  • Chelmno – 320.000 asesinados.
  • Treblinka – 870.000 asesinados.
  • Sobibor – 250.000 asesinados.
  • Maidenek – 360.000 asesinados.
  • Belzec – 600.000 asesinados (1).

Auschwitz es el más famoso porque la máquina de matar de aquel lugar fue la más eficiente. Allí, entre el final de 1941 y 1944, se podían matar hasta 12.000 judíos por día en las cámaras de gas, que luego eran cremados. En adición a los judíos, cientos de miles de personas a quienes el régimen nazi consideró amenaza, racialmente inferiores o socialmente anormales, también fueron asesinados.

Como si el asesinato a sangre fría de millones de judíos no hubiera sido suficiente, fue hecho con una crueldad extrema y perversa. Las víctimas fueron abarrotadas en vagones de trenes de ganado con lugar sólo para estar parados y sin agua ni comida ni calefacción en el invierno ni baños. Muchos no llegaron a los campos con vida. Quienes llegaron a su destino vieron cómo se les afeitaba la cabeza; el cabello era usado para rellenar colchones. Desnudados de toda ropa, la mayoría eran llevados en masa a las cámaras de gas. El Dr. Johann Kremer, un cirujano alemán de la SS, describió la asfixia con gas de un grupo de judíos franceses, incluyendo a 150 niños y niñas menores de 15 años:

“Esos asesinatos en masa ocurrieron en pequeñas cabañas situadas afuera del campo de Birkenau, en los bosques (…) Todos los médicos de la SS en servicio en el campo se turnaban para participar de las asfixias, que eran llamadas Sonderaction ‘acción especial’ (…) Cuando el transporte con las personas que estaban destinadas a ser asfixiadas llegaba a la rampa de las vías, los oficiales de la SS seleccionaban de entre los recién llegados a personas aptas para trabajar, mientras que el resto (las personas mayores, todos los niños, mujeres con niños en sus brazos y otras personas no consideradas aptas para trabajar) eran cargadas en camiones y llevadas a la cámara de gas.

Había personas que eran llevadas primero a las cabañas, en donde las víctimas se desvestían y luego iban desnudas a las cámaras de gas. Muy a menudo no ocurría nada, ya que los hombres de la SS tranquilizaban a las personas diciéndoles que iban a ser bañadas y despiojadas.

Después de llevar a todas las víctimas a la cámara de gas, la puerta era cerrada y un hombre de la SS con una máscara de gas arrojaba el contenido de una lata de Zyklon-B (gas cianuro) a través de una abertura en la pared del costado. Los gritos de las víctimas podían ser oídos a través de la abertura y era claro que estaban luchando por sus vidas (2)”.

Se realizaron bizarros y sádicos “experimentos médicos” en muchas víctimas sin el uso de anestesia. Algunas personas eran cosidas juntas para hacer gemelos siameses artificiales. Otras fueron sumergidas en agua helada para testear los límites de la resistencia humana.

Los judíos fueron degradados incluso luego de muertos. Los arreglos bucales de oro eran arrancados de las bocas de los cadáveres, y en algunas ocasiones se hizo jabón de sus cuerpos derretidos y pantallas para lámparas con su piel.

Algunos de aquellos que eran considerados lo suficientemente fuertes fueron usados para trabajos forzados para el esfuerzo de guerra nazi. Recibiendo raciones míseras, eran empujados hasta sus límites físicos y luego eran asesinados o enviados a campos de exterminio.

Esfuerzos de resistencia

Todo intento de escape o resistencia se encontraba con una brutal represalia. Por ejemplo, el 14 de marzo de 1942, algunos judíos escaparon de una lista de trabajadores en Ilja, Ucrania, y se unieron a los partisanos. En venganza, todos los judíos ancianos y enfermos fueron asesinados a tiros en la calle, y 900 judíos más fueron llevados a un edificio y quemados vivos.

Sam Halpern, un sobreviviente del campo de trabajos forzados Kamionka, explicó: “Nunca se me hubiera ocurrido escapar. No hubiera hecho que otros sean asesinados a causa de mi decisión”.

Sin embargo, en al menos cinco campos y veinte guetos, hubo levantamientos.

El intento más famoso fue la rebelión en el Gueto de Varsovia. El 19 de abril de 1943, los nazis comenzaron a liquidar el gueto, es decir a mandar a los judíos a Auschwitz, y se encontraron con una resistencia armada.

Mordejai Anielewicz, que tenía 23 años y fue uno de los líderes del Levantamiento del Gueto de Varsovia, escribió en su última carta (con fecha del 23 de abril de 1943):

“Lo que ocurrió está más allá de nuestros sueños más salvajes. Dos veces los alemanes huyeron de nuestro gueto. Una de nuestras compañías resistió durante cuarenta minutos, la otra más de seis horas… No tengo palabras para describirte las condiciones en que están viviendo los judíos. Sólo unos pocos elegidos resistirán, el resto morirá tarde o temprano. La suerte está echada. En los bunkers en que se esconden nuestros camaradas no se puede encender una vela por la falta de oxígeno… Lo más importante es: el sueño de mi vida se hizo realidad, viví para ver resistencia judía en el gueto y todo es grandeza y gloria”.

Pero al final los judíos no fueron rival para la artillería, las ametralladoras y las tropas alemanas (compara 1.358 rifles alemanes con 17 que tenían los judíos). El resultado final fue que todo el gueto fue destruido y quienes se escondían en los bunkers fueron quemados vivos.

Sin precedentes

El intento nazi de eliminar sistemática e intencionalmente a un pueblo entero del planeta no tuvo precedentes en la historia humana.

Hitler apuntó a los judíos por una razón específica, la cual no era sólo racial. La eliminación de los judíos tenía un status único en el plan maestro de Hitler. A pesar de que efectivamente mató a millones de otros (gitanos, comunistas, homosexuales, etc.), hizo excepciones con todos esos grupos. El único grupo para el que no hubo excepción fueron los judíos: todos tenían que morir.

Escribe Lucy Dawidowicz en The War Against the Jews:

“La solución final trascendió los confines de la historia moderna. Nunca antes en la historia moderna un pueblo había considerado al aniquilamiento de otro el cumplimiento de su ideología, en donde los medios para lograrlo eran equivalentes al fin en sí mismo. La historia obviamente ha registrado terribles masacres y destrucciones que un pueblo le hizo a otro. Sin embargo, por más crueles e injustificables que hayan sido, siempre fueron en función de un objetivo, un medio para el fin y no el fin en sí mismo” (3).

En otras palabras, la eliminación de los judíos no era un medio para un fin, sino un fin en sí mismo. Cuál era el objetivo lo explicó Hitler mismo en sus escritos y discursos.

Hitler creía que antes de la aparición del monoteísmo y de la perspectiva ética judía, el mundo funcionaba de acuerdo a las leyes de la naturaleza y la evolución: la supervivencia del más fuerte. El fuerte sobrevivía y el débil moría. Cuando el león caza, el joven, el enfermo y el débil son siempre las primeras víctimas de la manada. La naturaleza es brutal, pero es equilibrada. No hay piedad. Lo mismo ocurría en la antigüedad con los grandes imperios: los babilonios, los griegos y los romanos conquistaban, subyugaban y destruían a otros pueblos. No tenían límites y no mostraban piedad. Hitler lo consideraba algo natural y correcto. Pero en un mundo que opera bajo un sistema ético Divino, en donde aplica un estándar otorgado por Dios y no por el poder de nadie, el débil no necesita temerle al fuerte. En la visión de Hitler, los fuertes eran emasculados, algo que no le parecía ni normal ni natural, y ante los ojos de Hitler, la culpa era de los judíos.

Su plan era conquistar el mundo, establecer una raza maestra pagana y devolver al mundo a lo que consideraba su estado natural ideal: un mundo no contaminado ni por las ideas judías ni por las ramas salientes del judaísmo, como el cristianismo. Las palabras de la canción de las Juventudes Hitlerianas lo dejan muy en claro:

Somos las alegres Juventudes Hitlerianas

No necesitamos ninguna virtud cristiana

Nuestro líder es nuestro salvador

El Papa y el rabino deben desaparecer

Queremos ser paganos de nuevo…

Pero para implementar su plan primero tenía que eliminar a los judíos. Como dijo:

“Los Diez Mandamientos han perdido su validez… la consciencia es una invención judía. Es un defecto como la circuncisión… la lucha por el dominio del mundo es peleada exclusivamente entre nosotros: entre los alemanes y los judíos” (Hermann Rauschning, Hitler Speaks, pp. 220, 242).

Toda pieza en su “máquina de guerra” fue establecida con este objetivo. Al final, cuando los Aliados estaban destruyendo al Ejército Alemán, esto no le molestaba tanto como que aún hubiera judíos con vida.

Uno de los ejemplos más claros del decidido (y aparentemente suicida) deseo de Hitler de librar al mundo de los judíos puede verse en el exterminio de los judíos de Hungría. Hasta marzo de 1944, el gobierno húngaro se había rehusado a permitir la deportación de los judíos del país. En marzo de 1944 los alemanes ocuparon Hungría y a mediados de mayo (dos semanas antes de la Batalla de Normandía) hicieron deportaciones en masa hacia Auschwitz. El liderazgo nazi trabajó con una intensidad particular. El ejército soviético estaba acercándose a Hungría con rapidez y los alemanes sabían que iban a perder la guerra. Pero Hitler no podía permitir de ninguna manera que una comunidad tan grande sobreviviera. Desvió trenes que eran muy necesarios para transportar más soldados hacia el frente ruso con el fin de enviar más judíos a Auschwitz. Para él, el enemigo principal eran los judíos.

Entre el 15 de mayo y el 8 de julio, unos 400.000 judíos húngaros fueron enviados a la muerte en Auschwitz, que estaba operando a máxima capacidad recibiendo un promedio de 12.000 judíos por día.

La obsesión de Hitler con los judíos era su foco principal, incluso en los últimos momentos de su vida. Lo último que dijo antes de suicidarse en su bunker el 30 de abril de 1945, fue apremiar para que la lucha continúe en contra del enemigo de toda la humanidad, los judíos. Su último envío decía:

“Sobre todo, les ordeno a los líderes de la nación y a quienes están bajo ellos a apoyar las leyes raciales en su totalidad y a oponerse sin piedad al envenenador universal de todos los pueblos: la judería internacional”.

Contexto histórico

Es importante notar aquí que el antisemitismo que llevó a los nazis a hacer que lo inimaginable parezca poco, no existía de manera aislada. Ni siquiera era la filosofía personal de Hitler.

Podemos recordar (ver capítulo 53) que fue Wilhelm Marr, uno de los principales pensadores alemanes del siglo XIX, quien acuñó el término antisemitismo. Al hacerlo, quería distinguir entre el odio a los judíos como miembros de una religión (anti judaísmo) y el odio a los judíos como miembros de una raza/nación (antisemitismo). En 1879 escribió un libro llamado The Victory of Judaism over Germandom, que tuvo un éxito inmenso, en el que advirtió:

“No hay nada que los detenga [a los judíos]. ¿No hay señas claras de que esté llegando el crepúsculo de los judíos? No. El control de los judíos sobre la sociedad y la política, así como su dominio del pensamiento religioso y eclesiástico, continúa en la cúspide de su desarrollo. Sí, gracias a la nación judía, Alemania será una potencia mundial, una Palestina nueva en occidente. Y esto no ocurrirá mediante una revolución violenta, sino con la aceptación de la gente. No deberíamos reprocharle a la nación judía. Luchó contra el mundo occidental durante 1.800 años y finalmente lo conquistó. Fuimos vencidos. Los judíos tardaron en hacer su ataque a Alemania, pero una vez que comenzaron, no hay nada que los detenga.

Estoy dirigiendo mis últimas fuerzas para morir en paz como alguien que no se rindió y que no pedirá perdón. La verdad histórica de que Israel convirtió en la superpotencia líder social y económica del siglo XIX yace ante nosotros. Tenemos entre nosotros una tribu ajena flexible, tenaz e inteligente que sabe cómo hacer que la realidad abstracta juegue un rol en muchos aspectos. No los individuos judíos, sino el espíritu judío y la consciencia judía han superado al mundo. Todo esto es consecuencia de una historia cultural tan única en su forma, tan grandiosa, que la polémica cotidiana no puede lograr nada en su contra. Con toda la fuerza de sus ejércitos, el orgulloso Imperio Romano no logró lo que el semitismo ha logrado en Occidente y, en particular, en Alemania”.

Recuerda que cuando Marr escribió esas palabras, el Estado de Israel no existía y tampoco había un indicio en la situación geopolítica de que comenzaría a existir en el corto plazo. Marr, al hablar de la amenaza nacional judía, estaba hablando sobre la gran lucha ideológica de la perspectiva judía versus el paganismo, una lucha que existió durante toda la historia judía. La vimos entre los griegos y los judíos (capítulo 27) y entre los romanos y los judíos (capítulo 33).

Hitler la vio como una continuación entre los alemanes y los judíos.

Una luz para las naciones

El entendimiento de Hitler y Marr del rol de los judíos en el mundo no era desacertado. De hecho, su entendimiento era el entendimiento del judaísmo tradicional. Cuando los judíos aceptaron la Torá en el Monte Sinaí se convirtieron en el pueblo elegido, cuyo rol y responsabilidad era traer un código Divino de moral al mundo. Iban a ser una luz para las naciones, de acuerdo a las palabras del profeta Isaías.

Y esto fue lo que Hitler quería terminar, porque mientras hubiera incluso unos pocos judíos sobre la tierra, continuarían con aquella misión que les había dado Dios:

“Si tan sólo un país, por la razón que fuera, tolera una familia judía en él, esa familia se convertirá en el semillero de una sedición fresca. Si un pequeño niño judío sobrevive sin educación judía, sin sinagoga y sin escuela judía, [el judaísmo] está en su alma. Incluso si nunca hubiera habido una sinagoga, una escuela judía ni un Viejo Testamento, el espíritu judío continuaría existiendo y ejerciendo su influencia. Ha estado allí desde el comienzo y no hay judío, ni un solo judío, que no lo personifique” (Hitler's Apocalypse de Robert Wistrich, p. 122).

Cuando lo vemos desde esa perspectiva, logramos una visión completamente diferente de la razón del Holocausto. El judaísmo tradicional dice que es parte de la lucha final entre el bien y el mal que ha existido desde el comienzo del tiempo. Dennis Prager y Yosef Telushkin lo resumieron hermosamente cuando escribieron:

“Desde sus primeros días, la raison d’etre del judaísmo ha sido cambiar al mundo para mejor… Este intento de cambiar al mundo, de desafiar a los dioses, religiosos o seculares, de las sociedades que los rodean y de tener exigencias morales sobre los demás… ha sido constantemente una fuente de tensión entre judíos y no judíos…

Ahora entendemos por qué tantos no judíos han considerado la mera existencia de los judíos (por más pocos que fueran) como una amenaza terrible. La mera existencia de los judíos, con sus valores y lealtades diferentes, constituyó una amenaza para el orden prevalente” (4).

Liberación

Al final, Hitler no tuvo éxito en su plan para eliminar por completo a los judíos. Sin embargo, sí logró asesinar a más de un tercio de la población judía mundial y enseñarle al mundo el significado de la maldad.

Cuando los ejércitos aliados (los rusos desde el este y los estadounidenses e ingleses desde el oeste) liberaron los campos al final de la guerra, encontraron escenas de un horror indescriptible.

Los videos tomados por las fuerzas aliadas al entrar a los campos eran tan horribles que no fueron mostrados públicamente durante años.

La liberación no terminó con la muerte de los judíos.

A pesar de los esfuerzos aliados para salvarlos, muchas víctimas murieron después de la liberación a causa de debilidad y enfermedades. En el campo Belsen, 13.000 murieron después del arribo de los liberadores británicos.

Algunos sobrevivientes encontraron la muerte al dejar los campos, a manos de partisanos no judíos o de campesinos. Algunos trataron de llegar a sus casas, pero encontraron que no quedaba nada de ellas que había nuevos ocupantes que se oponían vehementemente a devolver las propiedades a sus dueños originales.

El peor ejemplo fue el pogromo en la ciudad de Kielce, Polonia, el 4 de julio de 1946. Cuando los 200 sobrevivientes judíos volvieron a su aldea, los polacos locales que estaban enojados al ver que habían sobrevivido, instigaron un libelo de sangre, acusando a los judíos de secuestrar y asesinar ritualmente a un niño polaco. Con la violencia que se despertó, 40 judíos —todos sobrevivientes del holocausto— fueron asesinados por los aldeanos polacos.

El total de muertos en Europa después del Holocausto fue inimaginable.

Usando intencionalmente cantidades mínimas y valores quizás menores a los reales, Sir Martin Gilbert (en su obra The Holocaust) calculó que al menos 5.950.000 judíos fueron asesinados entre 1939 y 1945.

Esta cantidad representa el 69% de la población judía total de Europa. Cientos de comunidades, algunas de las cuales tenían más de mil años de antigüedad, fueron aniquiladas por completo.

La judería de Europa Oriental había sido virtualmente exterminada.

Pero mientras que el Holocausto trajo un fin a la comunidad judía de Europa Oriental, generó —de manera indirecta— el renacimiento de la Tierra de Israel como estado judío por primera vez en 2.000 años. En el próximo capítulo examinaremos cómo esta se convirtió en el gran refugio para los judíos en el período moderno.

Para aprender más sobre el Holocausto, ingresa a los Estudios del Holocausto de AishLatino.com (5).


Notas:

1) Cantidad estimada de víctimas asesinados en esos campos de concentración, fuente: www.yadvashem.org 

2) Martin Gilbert, The Holocaust (Henry Holt and Co., 1985), p. 438.

3) Lucy S. Dawidowicz, The War Against the Jews 1933-1945. (Bantam Books, 1975.), p. xxiii.

4) Dennis Prager y Yosef Telushkin, Why the Jews – The Reason for Anti-Semitism (Simon and Schuster inc, 1983), 23.

5) AishLatino.com/iymj/holocausto

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