[Historia Judía #9] Moshé

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En una ironía sin precedentes, Moshé, el redentor del pueblo judío, es criado en la casa del enemigo de los judíos.

La historia del Éxodo es el evento central de la historia judía, y representa también un microcosmos de lo que ocurrirá en el futuro a lo largo de la historia de la diáspora. Allí podemos ver los altibajos repetirse una y otra vez, y por lo general, cuanto más alto logran elevarse los judíos, más bajo caen; y luego, en contra de todas las probabilidades, se elevan nuevamente.

La historia del Éxodo relata cómo pasan los judíos de una situación buena (como cuando son recibidos en Egipto por el faraón mismo) a una muy mala (cuando son esclavizados), para luego ascender a las más elevadas alturas, a la cúspide de la espiritualidad (cuando Dios mismo los libera de la esclavitud y les entrega la Torá en el Monte Sinai).

En el momento en el que comienza la historia del Éxodo, la familia de 70 miembros que llegó a Egipto en los tiempos de Yosef se había convertido en una nación de unos 3 millones de personas.

El rápido y sobrenatural crecimiento de la población judía puso nerviosos a los egipcios – “son demasiados, podrían levantarse en nuestra contra” – y el faraón por lo tanto publicó un decreto genocida: Matar a todos los niños judíos (éste es un patrón antisemita clásico – el judío en la diáspora siempre es leal al país que lo hospeda, y sin embargo nunca puede escapar a la infundada sospecha de traición).

En esa época nació Moshé (1). Sus padres, Amram y Iojeved, decidieron esconderlo, pero después de unos meses se dieron cuenta de que muy pronto serían descubiertos. Entonces su madre, para salvarlo, lo puso en una canasta a prueba de agua y la escondió entre los juncos del Nilo. Como todos sabemos, Moshé fue encontrado nada menos que por la hija del faraón.

¿Ironía de ironías? Todo es parte del plan. Como notamos antes, Dios envía el remedio antes que la enfermedad. Éste es otro caso clásico.

Sin embargo, esto te hace parar y pensar en lo que efectivamente está ocurriendo: el salvador del pueblo judío sería criado en la casa del mayor enemigo de los judíos. El único equivalente moderno sería que alguien que está destinado a derrocar a la Alemania Nazi fuese criado como el nieto adoptivo de Adolf Hitler. Esto es lo que pasó aquí. Te podrás dar cuenta lo alocada que es esta historia si la imaginas en un contexto actual.

Historia Egipcia

Por cierto, ¿quién es el faraón de esta historia?

Los eventos del éxodo ocurrieron alrededor del 1314-1313 AEC, si traducimos la cronología judía al calendario cristiano que el mundo utiliza actualmente. Pero eso puede ser engañoso. ¿Por qué? Porque las cronologías egipcias que utilizamos actualmente en la historia fueron calculadas tan sólo en los últimos siglos por estudiosos que trataron de estimar los años en que reinaron los reyes de Egipto y Asiria/Babilonia, dos de los imperios más antiguos del mundo. Estas estimaciones tienen muchas conjeturas involucradas, y si abres cualquier libro que trate sobre el antiguo Egipto verás que hay muchas opiniones diferentes sobre cuándo reinaron los diferentes faraones.

Por lo general, los faraones asociados con el Éxodo son Seti y Ramsés (un período llamado El Nuevo Reinado 1550-1050). Ramsés II fue, sin lugar a dudas, el constructor más grande de ese tiempo. Y es interesante notar que la Torá dice que los esclavos judíos construyeron las ciudades de Pitom y Ramsés (ver Éxodo 1:11). Por supuesto, construir esas ciudades les llevó 116 años, lo cual cubre el reinado de más de un faraón (2) (una equivocación común es que los judíos construyeron las pirámides pero, como ya mencionamos, éstas fueron construidas miles de años antes).

Ahora, lo que es fascinante es que después de Ramsés hubo en Egipto un período de caos, lo cual es sabido en base a los registros existentes. Esto sería perfectamente entendible si Egipto hubiese sido en realidad destruido por diez plagas sobrenaturales en esa época; frente a tales eventos, habrían quedado bastante mal por varios años. Así que quizás allí haya un poco de evidencia.

El faraón que reinó después de Ramsés fue su hijo Merenptah, quien legisló a finales del siglo 13 AEC. Ahora, lo que es más interesante es que en Tebas (actualmente Luxor en Egipto), Merenptah grabó en una gran losa de granito negro (conocida como la “estela”) una inscripción de triunfo. Conocida como la Estela de Merenptah, contiene el registro de su campaña militar incluyendo el área de Canaán, Sinai e Israel. Y esta es la primera mención en la historia humana sobre “Israel” fuera de la Torá. Estamos hablando de algo que tiene alrededor de 3.200 años. Y esto correspondería, en la cronología judía, a un poco después de la historia del Éxodo.

¿Que es lo que dice la estela? “Israel es una viuda. Su semilla ya no está más”. O sea, hemos destruido al pueblo judío, se fueron, lo cual significa que:

1) Los antiguos egipcios mentían cuando registraban acontecimientos. Los judíos existen hoy, 3.200 años después; no sólo que no destruyeron a los judíos, sino que ellos son los que ya no existen. Esto no debería sorprendernos, ya que los pueblos antiguos son conocidos por mentir en sus registros oficiales.

La historia objetiva no existía hace tres mil años. Los pocos eventos que fueron registrados fueron a menudo muy exagerados, y eran registrados sólo para glorificar los logros del gobernador del país. Las inscripciones egipcias de las batallas muestran al faraón como un ser más grande que la vida misma que masacraba a sus enemigos. Siempre se le ve victorioso y nunca aparecen egipcios muertos. Las pérdidas, fallas e imperfecciones nunca fueron registradas por ningún pueblo antiguo (3).

Al igual que en la historia de Yehuda y Tamar, vemos otro ejemplo de la objetividad única de la Torá. Las caídas y las fallas deben ser mencionadas; de otro modo, ¿cómo se aprenderían las lecciones necesarias?

2) En este momento temprano de la historia, correspondiente al tiempo en que los judíos recién habían entrado a la Tierra Prometida, tenemos referencias concretas de un pueblo llamado Israel en los registros de otro país. Eso es una pieza arqueológica muy importante.

El Príncipe de Egipto

Moshé creció como el nieto del faraón, quien era entonces (independiente de quien haya sido) el ser humano más poderoso de la tierra al ser el legislador de la nación más poderosa.

Moshé fácilmente podría haberse asimilado por completo y haberse transformado en un niño consentido egipcio. Pero la hija del faraón había contratado a la propia madre de Moshé para que fuese su niñera, y por eso nunca perdió la conexión ni el compromiso con su pueblo (4).

Por consiguiente, no es ninguna sorpresa que cuando vio a un capataz egipcio golpear a un judío, no haya podido tolerarlo y haya matado al capataz. Luego de esto, algunos judíos lo delataron, lo cual representa otro caso clásico que se repite a lo largo de la historia judía – judíos delatando a otros judíos. Y Moshé se vio obligado a escapar por su vida.

Eventualmente terminó en la tierra de Midián, que estaba ubicada frente a la península del Sinai. Allí conoció a Itró, un sacerdote exiliado que tenía muchas hijas; una de las hijas de Itró era Tzipora, que se convirtió en la esposa de Moshé. Ellos tuvieron dos hijos, Guershón y Eliezer (sobre los que no escuchamos mucho), y Moshé se convirtió en pastor.

En este sentido Moshé siguió el ejemplo de otros grandes líderes del pueblo judío, como Abraham, Itzjak, Yaakov y sus doce hijos, quienes también fueron pastores. Entonces tenemos que preguntarnos: ¿Por qué tantos líderes judíos fueron pastores?

Si alguna vez viste a los pastores trabajando, habrás advertido que la mayoría del tiempo ellos están sentados sin hacer nada más que soñar despiertos. Un pastor tiene mucho tiempo para pensar, lo cual es un prerrequisito indispensable para ser profeta. Para elevarse al nivel más alto, donde se trasciende la realidad física y se entra a una dimensión más alta de comunicación con Dios, hace falta mucho trabajo y mucho tiempo para pensar (5).

Otra razón por la que los líderes judíos fueron pastores tiene que ver con el hecho de que el trabajo de pastor es un ejercicio para tratar con grandes grupos de criaturas vivas. Conducir a los judíos es la tarea más difícil del planeta. Una de las más grandes lecciones que necesitamos aprender de la historia judía es lo difícil y desafiante que es unir y tratar de guiar a la nación más individualista de la tierra. Ser un pastor es un buen entrenamiento para esta desmoralizadora tarea.

La Zarza Ardiente

Mientras Moshé pastoreaba las ovejas, tuvo una visión de una zarza ardiente – su primera experiencia profética.

La historia del encuentro de Moshé con Dios en la zarza ardiente es increíblemente profunda, y está repleta de enseñanzas; pero para nuestro propósito de analizar la historia judía, analizaremos la zarza como un sinónimo del pueblo judío.

La zarza ardiente estaba en llamas, pero no se consumía por el fuego. Así mismo el pueblo judío es una nación que siempre está en peligro de ser destruida, pero que siempre es milagrosamente salvada por la intervención Divina. En otro nivel, podríamos decir que la zarza ardiente es también símbolo del pueblo judío en el sentido que éste arde con el fuego de la Torá, con una ideología que va a cambiar el mundo.

Cuando Moshé se encontró con Dios en la zarza ardiente, Dios se presentó a Sí mismo repetidamente (Éxodo 3:6, 3:13, 3:15, 3:16, 4:5) como el Dios de sus antepasados – Abraham, Itzjak y Yaakov, con quienes había hecho un pacto eterno.

Este es un pasaje extremadamente importante, porque más adelante en la historia judía otros muchos pueblos – como los cristianos por ejemplo – vendrían reclamando que Dios cambió de parecer, que abandonó a los judíos e hizo un nuevo pacto con ellos (nuevo “testamento” para usar el término griego).

Dios hizo un pacto “eterno” con Abraham, Itzjak y Yaakov, y lo renovó en varias ocasiones.

Pero Dios hizo un pacto “eterno” con Abraham, Itzjak y Yaakov, y lo renovó en varias ocasiones. Vemos que Dios tiene un plan maestro para la humanidad y que los judíos juegan un rol crucial en el mismo.

A estas alturas Dios ya había decidido sacar a los judíos de Egipto. Es importante tener en cuenta que fue el mismo Dios quien los puso allí; como dice el Talmud, tienes que bendecir tanto por el mal como por el bien (6). Tradicionalmente, cuando un judío escucha malas noticias (por ejemplo, si fallece alguien) la primera reacción es decir “Baruj Dayán HaEmet” – Bendito es el Juez Verdadero (Dios). En el judaísmo no existe el concepto de un demonio que hace maldad y compite con Dios. Dios es omnisciente y omnipotente, y nada está fuera de su conocimiento o control. Y pese a que los seres humanos finitos podemos percibir los hechos como buenos o malos, desde la perspectiva infinita de Dios cada cosa que ocurre es parte de un plan maestro y, al fin de cuentas, es para bien.

Entonces, en efecto, ahora podemos entender que Egipto sirvió realmente como un útero en donde los judíos fueron formados como nación en una situación muy difícil para que, cuando estuviesen listos, Dios los pudiera sacar para establecer una relación especial con ellos.

Dios le dijo esto a Moshé y le ordenó: “Vuelve y dile al faraón que deje salir a Mi pueblo”.

Deja Salir a Mi Pueblo”

Moshé volvió a Egipto, enfrentó al faraón con su hermano Aarón y dijo: “El Dios de mis antepasados me dijo que te diga: ‘Deja salir a Mi pueblo’”. El faraón le respondió incrédulamente: “¿De qué estás hablando? ¿Quién es ese Dios? No lo conozco”.

El antiguo Egipto tenía alrededor de 2.000 dioses. Tomaban su espiritualidad y su conocimiento del mundo espiritual muy en serio. Como el faraón no tenía una computadora para realizar una “búsqueda de Dios en Google”, puedes imaginar a los sacerdotes egipcios revisando su lista de los diferentes dioses sin poder encontrar al Dios que Moshé estaba invocando.

La idea de un Dios único, infinito y todopoderoso era incomprensible para los antiguos pueblos politeístas – simplemente no encajaba con su visión fragmentada del mundo.

Dado que el faraón se rehusaba a escuchar, ¿que fue lo que hizo Moshé? Le dijo a Aarón que tomase su bastón y lo arrojase al piso, luego de lo cual el bastón se convirtió en una serpiente. Si alguien hiciera algo similar hoy en día nos impresionaría enormemente, pero el faraón no estaba impresionado. Sus magos podían hacer lo mismo (a pesar de que el bastón de Aarón se comió a continuación a los otros bastones).

Es muy importante destacar que el mundo antiguo entendía la espiritualidad de una forma que hoy ni siquiera podemos imaginar. Hoy tenemos un nivel espiritual mucho menor; hablamos sobre magia, pero para nosotros es una ilusión, no una manipulación real de las fuerzas de la naturaleza (como ellos la podían usar).

La existencia de una realidad física y de una realidad espiritual es una idea fundamental del judaísmo. Puedes trascender de lo físico hacia lo espiritual, puedes utilizar lo espiritual para manipular lo físico; y puedes hacerlo por medio de las fuerzas de la oscuridad/impureza o de la luz. Los egipcios, que espiritualmente eran muy sofisticados, eran capaces de acceder a esas fuerzas de oscuridad/impureza y sabían cómo convertir un bastón en una serpiente, así que no estaban impresionados por lo que Moshé había hecho.

Pero Moshé estaba recién empezando.


(1) Moshé es un nombre egipcio que significa “sacado del agua”. Incluso hubo varios faraones con nombres similares: Tutmose.

(2) Para saber más sobre el faraón en el Éxodo ver: Finegan, Jack, Light from the Past-The Archeological Background of the Hebrew-Christian Religion (vol.1), (New Jersey: Princeton University Press, 1946): 117-121.

(3) Un buen ejemplo de esta subjetividad se puede ver en el Relieve de Laquis (inscripciones) en el Museo Británico de Londres. Sacados del palacio del emperador asirio Senaqerib, esos relieves plasman el sitio y la captura de la ciudad de Laquis en Israel, hace 2.700 años. La caída de la ciudad está descrita junto a la matanza o captura y exilio de los sobrevivientes, aunque en ninguna parte de la inscripción se puede encontrar la muerte de algún soldado asirio. Esto es típico de las inscripciones antiguas.

(4) Ver comentario de Rashi a Génesis 2:7, Shemot Rabá 1:30.

(5) Para una descripción de la profecía, ver: Moshé Jaim Luzzato, Dérej Hashem (Los caminos de Dios), III:3:4 y III:4:6.

(6) “Todo lo que Dios hace es para bien” (Talmud, Brajot 60b).

 

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