Rut

16 min de lectura

Madre de la realeza, paradigma de humildad y generosidad.

El Rey David desciende de Rut y, en consecuencia, ella es la matriarca de la línea mesiánica. ¿Quién fue esta mujer tan especial como para que el libro de la Biblia que lleva su nombre se lea en Shavuot, el día en el cual el pueblo judío recibió la Torá? Rut debe haber tenido para transmitirnos un mensaje muy importante sobre el significado de ser judío, recibir la Torá y ameritar la realeza.

Contexto histórico

La historia de Rut tuvo lugar en el período de los Jueces. Como mencionamos en el ensayo sobre Devorá, este fue un período difícil de la historia judía, plagado de altibajos espirituales.

“Y fue en los días del juicio de los jueces”, esto se refiere a una generación que juzgaba a sus propios jueces… [el juez] decía: “Saca el escarbadientes de entre tus dientes”, y [el pueblo] respondía: “Quita la viga de entre tus ojos” (Talmud, Baba Batra 15b).

Los 400 años que duró el período de los jueces comenzaron luego de la muerte de Iehoshúa, quien conquistó y dividió la Tierra de Israel, y terminaron con el establecimiento de la monarquía del Rey Shaúl. Este período se destacó por el serio deterioro espiritual del pueblo judío. Cada vez que un juez intentaba restaurar el orden por unos años, luego la nación inevitablemente volvía a sus hábitos idólatras y a asimilarse a la cultura y las costumbres de las naciones vecinas, olvidando su identidad especial cuyo objetivo es ser una luz para las naciones.

Cuando aparecen los personajes que rodean a Rut, la Tierra de Israel sufría un período de hambruna:

En ese momento dijo Dios: “Mis hijos son necios. Destruirlos es imposible. Devolverlos a Egipto es imposible. No puedo cambiarlos por otra nación. ¿Qué puedo hacer? Debo hacerlos sufrir y purificarlos con una hambruna” (Midrash, Rut Rabá, Introducción 1).

Falla el liderazgo

Al parecer, apenas conquistaron la Tierra de Israel todos corrieron a asentarse en su porción, trabajar la tierra, plantar viñedos y campos, establecer jardines y granjas y acumular riqueza y comodidades materiales. Los líderes de esa época, quienes dirigían la corte judicial, el Sanedrín, deberían haber aprovechado esa oportunidad para viajar por todo el país enseñándole a la población la ética de la Torá. El Midrash (Ialkut Shimoni 12, Shoftim 68) describe una especie de Beit Midrash portátil que debería haber existido en esos primeros años de asentamiento en la tierra, pero que nunca se concretó. Como resultado, la nación se volvió egocéntrica y materialista. Olvidaron rápidamente la Torá y las mitzvot y cayeron en la corrupción moral.

Entonces, cuando llegó la hambruna, Elimélej de la tribu de Iehudá (un hombre grandioso y rico, que poseía muchos acres de tierra y suficientes granos para alimentar a toda la nación durante años), abandonó el barco:

Elimélej estaba entre los grandes eruditos y patrones de la nación y, cuando llegaron los años de hambruna, dijo: “Ahora todo Israel vendrá a mi puerta, cada uno con su caja (para recolectar dinero)”. Se paró y huyó de ellos (Midrash, Rut Rabá 1:4).

Además de su falta de generosidad, Elimélej decepcionó las expectativas del pueblo, causando desmoralización y la pérdida de esperanzas. Él tomó a su familia y partió rumbo a Moab, en donde sus dos hijos, Majlón y Kilión, se casaron con mujeres moabitas.

Moab, la nación egocéntrica

Elimélej y su familia dejaron a los judíos de Israel en un estado de hambruna y crisis financiera. Su escape de la responsabilidad nació del deseo de salvarse a sí mismos y a sus pertenencias de las dificultades que enfrentaba la nación. Su egocentrismo indicaba el nivel del pueblo judío en esa época, en la que cada uno buscaba mantener su propia riqueza material.

Y un hombre de Beit Léjem… fue a residir temporariamente en los campos de Moab, él y su esposa y sus dos hijos (Rut 1:1).

Comenzó como una residencia “temporaria”. Luego:

Llegaron a los campos de Moab y permanecieron allí. Se casaron con mujeres moabitas, una llamada Orpá y la otra Rut. Y se asentaron allí durante 10 años (Rut 1:4).

La decisión de dejar la Tierra de Israel y evitar ayudar provocó que la familia de Elimélej se deteriorara espiritualmente al punto de llegar a casarse con las moabitas:

No las convirtieron… y aún no había una ley que permitiera a las mujeres moabitas entrar a la congregación de Israel (incluso convirtiéndose) (Midrash Ialkut Shimoni).

La Torá parece prohibir que la nación moabita entre al pacto judío:

Un amonita o un moabita no entrarán en la congregación de Dios, incluso la décima generación no entrará en la congregación de Dios, hasta la eternidad, debido a que no se anticiparon a ustedes con pan y agua en el camino, cuando ustedes salieron de Egipto… (Deuteronomio 23:4-5).

Cuando el pueblo judío salió de Egipto, tuvo que pasar por las tierras de Moab y Amón. Si bien esas naciones no atacaron al grupo de esclavos judíos como lo hicieron los amalequitas, deberían haberlos recibido con comida y bebida, especialmente dado que Amón y Moab eran descendientes de Lot, quien tenía una deuda muy grande con Abraham por cómo lo había cuidado durante sus comienzos en la tierra de Canaán. Pero Amón y Moab no lo hicieron y en cambio les negaron a los refugiados hasta la más básica de las cortesías. Por esto, Moab es considerado el epítome del egocentrismo y la falta de generosidad y amabilidad.

Es significativo que Moab fuera el lugar en el cual Elimélej y su familia se sintieran cómodos. La similitud es sorprendente: Moab no alimentó a los judíos, que eran primos lejanos, y Elimélej escapó para no alimentar a los judíos cuando estos lo necesitaban. Para completar el círculo, ¡los hijos de Elimélej se casaron con mujeres moabitas!

Aparentemente este era el comienzo del final de esa familia. Elimélej muere, sus dos hijos también y Naomi queda sola con sus dos nueras no judías. Sin embargo, en ese momento Dios abre una luz de esperanza y da una segunda oportunidad. De alguna forma, de esta familia eventualmente saldrían el Rey David y el Mashíaj.

Rut retorna al judaísmo

Naomi, el único remanente de una familia ilustre, decide abandonar Moab con sus trágicos recuerdos y volver a la Tierra de Israel:

Porque oyó que Dios redimió a su nación para darle pan (Rut 1:6).

Era necesario mucho coraje para regresar —sola— a un país en el cual tendría que enfrentar a la familia y a los amigos a quienes había traicionado, admitir que se había equivocado y que había sufrido la pérdida de su marido y sus hijos, e intentar reconstruir su vida en una sociedad que sentía gran hostilidad hacia ella.

Y ella dejó el lugar en donde estaba y sus dos nueras se fueron con ella y tomaron el camino de retorno a la Tierra de Iehudá (Rut 1:7).

Al principio, sus dos nueras, Rut y Orpá, eligieron abandonar su país e ir con Naomi. Esto dice mucho del carácter de Naomi y la relación que había entre esta familia judía y las esposas moabitas. Esas mujeres eran hijas de Eglón, el rey de Moab. Habían dejado el palacio real y su estatus de princesas para conectarse con esa familia judía, con sus prácticas y valores. Ahora también estaban dispuestas a abandonar sus hogares, su país y su cultura para ir con Naomi a un lugar en donde serían extrañas y estarían completamente solas, sin maridos y sin un gran futuro por delante. Deben haber amado muchísimo a Naomi, quien durante los diez años de matrimonio les inculcó un sistema de valores espirituales y un estilo de vida judío al punto en que ambas estuvieron dispuestas a comenzar de nuevo con su suegra anciana y viuda.

Naomi intentó convencerlas para que no se fueran con ella. En un principio se rehusaron a ser disuadidas, pero cuando Naomi continúo diciéndoles que su trágica vida sólo las hundiría y limitaría sus posibilidades de ser felices y tener bendición, Orpá aceptó volver. Sin embargo, Rut logró ver más allá de la lógica de las palabras de Naomi, percibiendo los indicios de amor e interés.

No, hijas mías. Me apena mucho por ustedes, pero la mano de Dios ha venido en mi contra (Rut 1:13).

Rut, al igual que las matriarcas en la Torá, intuyó el significado profundo de las palabras de Naomi: Naomi en realidad estaría feliz de volver con alguien y no tener que estar completamente sola. Sus palabras sólo eran para dar el desaliento necesario que debe recibir quien quiere convertirse al judaísmo, para asegurar que sus intenciones sean puras.

Al ver más allá de la lógica y la superficie, Rut mostró la cualidad de biná, un entendimiento más profundo. También mostró un cuidado y una bondad superior, algo completamente opuesto a sus compatriotas y a la familia de su esposo. Estaba dispuesta a dejar toda su riqueza personal y sus comodidades para cuidar a una anciana solitaria que ya ni siquiera era su familia. Su único beneficio sería espiritual.

No me ruegues que te deje y que no te siga más, porque adonde sea que tú vayas, iré y donde sea que duermas, dormiré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. En donde mueras, moriré y allí seré sepultada. Así hará Dios conmigo y más también; (juro) que sólo la muerte nos separará (Rut 1:16-17).

Esta es la famosa declaración de Rut, que el Midrash nos dice que es el anuncio de su deseo de convertirse al judaísmo sin importar lo que pase. Naomi, al percibir su sinceridad, comenzó a explicarle las bases del judaísmo. Al ser una princesa de Moab, Rut estaba acostumbrada a ciertos entretenimientos que el judaísmo no acepta:

No es la costumbre de las hijas de Israel ir a los teatros y a los circos de idolatría, por lo que Rut dijo: “Adonde sea que tú vayas, iré”. Naomi le dijo: “Hija mía, el pueblo judío vive en una casa con una mezuzá”. Rut le dijo: “Adonde sea que duermas, dormiré” (Midrash, Rut Rabá 2:23).

Rut dejó claro ante Naomi que estaba dispuesta a abandonar sus viejos hábitos de placer y entretenimiento vanos, y adoptar una vida espiritual significativa.

La vida en Beit Léjem

Y ocurrió que cuando llegaron a Beit Léjem, toda la ciudad se conmocionó al verlas y dijeron: “¿Es esta Naomi?”. Ella les dijo: “No me llamen Naomi, llámenme Mará (amarga), porque Dios me ha hecho amarga. Me fui llena y Dios me ha devuelto vacía…” (Rut 1:19-20).

El Midrash (Ialkut Shimoni 601) dice que toda la ciudad se había reunido ese día para asistir al funeral de la esposa de Boaz, el líder y juez de la generación. Entonces vieron regresar a Naomi viuda, pobre, vistiendo ropas deshilachadas y con una mujer moabita a su lado. Estaban sorprendidos y horrorizados, y quizás también sentían un poco de placer por el cambio del destino después de la deserción de su familia.

Naomi y Rut se asentaron en Israel, que lentamente había vuelto a la normalidad después de una “depresión” de diez años. Si bien el pueblo había sufrido debido a la falta de consideración e interés por los demás durante los primeros años de asentamiento en la Tierra, se había rehabilitado y había vuelto al camino de generosidad con la ayuda de Boaz, su líder y juez.

Sin embargo, aparentemente aún había odio y resentimiento hacia Naomi. Nadie la ayudó, a pesar de que el mismo Boaz era su primo. Boaz podría ser excusado, porque acababa de perder a su esposa, pero las dos mujeres fueron ignoradas prácticamente por todo el mundo.

Humildad y modestia

Rut, una princesa famosa que se había casado con la familia judía más rica del momento, ahora le ofrece a su suegra:

Iré al campo y recolectaré algunas espigas de trigo (Rut 2:2).

Rut no salió sin obtener permiso de Naomi. Ella esperaba encontrar a alguien que le permitiera recoger las espigas que caen al recolectar el trigo. Los dueños de los campos deben dejar esas espigas como caridad para los pobres, pero Rut sabía que de todos modos debía encontrar a alguien amable y bien predispuesto. Ella se sometió humildemente a su nueva situación de vida, sin esperar nada de esta nación por la que había abandonado su vida pasada y sin estar decepcionada por no recibir ayuda.

Cuando Rut fue al campo, su comportamiento también se destacó:

Todas las mujeres se agachaban y recogían, mientras que Rut se arrodillaba para recolectar… todas las mujeres coqueteaban con los trabajadores del campo, mientras que Rut se comportaba con recato. Todas las mujeres recolectaban de las hileras de trigo, mientras que Rut sólo tomaba de lo que indudablemente no tenía dueño (Midrash Rabá 4:9).

Rut está enfocada en su objetivo, comportándose como “una rosa entre las espinas”, sin verse influenciada por el comportamiento relajado de las otras recolectoras. También cumplió cuidadosamente las leyes de léket (recolección del pobre) para no tomar accidentalmente de lo que pertenecía a los propietarios del campo.

La mano Divina llevó a Rut a un campo que pertenecía a Boaz, primo de Naomi y sobrino de Elimélej, el esposo de Naomi. Si bien Boaz era el sabio más grande de la generación y normalmente no iba a su campo, ese día fue y notó el digno y modesto comportamiento de Rut.

“¿Quién es esa muchacha?”, les preguntó Boaz a los trabajadores. Si bien debe haber oído que su prima había vuelto de Moab con una nuera viuda, al parecer no las había visitado ni ofrecido su ayuda. Incluso es posible que esa actitud desinteresada fuera copiada por los otros judíos; después de todo Boaz era su líder y modelo. Si él no sentía la necesidad de acercarse a sus propios primos, ¿por qué deberían hacerlo ellos?

Un trabajador respondió con una crítica sutil:

Es una joven moabita que volvió de Moab con Naomi y pidió: “Recolectaré y juntaré las espigas de trigo que caen detrás de las hileras”, y las ha estado juntando desde la mañana… (Rut 2:6-7).

El trabajador le preguntó a Boaz: “¿No la conoce? ¿No conocen todos en Beit Léjem la historia de la muchacha gentil que sustenta a su suegra y se ve forzada a recolectar los restos de los granos como una mujer pobre?”.

Boaz debe haber sentido un poco de culpa, por lo que intentó compensarla siendo muy amable con Rut, pero de todas formas no tomó sobre sí ninguna responsabilidad real por sus parientes. Él le rogó que se quedara en sus campos, y les instruyó a sus trabajadores que la trataran con amabilidad y le dieran de beber de su propia agua. También la trató con afecto diciéndole “hija mía, y le dijo que Dios la recompensaría por su maravillosa bondad hacia su suegra.

Sin embargo parece que Boaz no entendió el mensaje. No se dio cuenta de que su misión era tomar a esas mujeres bajo su cuidado, sustentarlas y asegurarse de que fueran aceptadas en la comunidad. La Torá misma le ordena al judío “amar al converso” y dejar espigas para los pobres, por lo que Boaz hizo sólo lo mínimo por sus parientes. Tampoco preguntó cómo estaba Naomi después de diez años en Moab, ni sobre el destino de su tío Elimélej y sus primos Majlón y Kilión.

Rut no esperaba más que eso. Ella, que había comenzado como una princesa moabita, ahora se reverencia en inmensa gratitud y aprecio por esta pequeña consideración y preguntó:

¿Por qué hallé gracia en sus ojos, siendo que soy extranjera? (Rut 2:10).

Era tan humilde y modesta, que ni siquiera se daba cuenta de sus “derechos” en esa situación. Ella veía lo positivo y lo bueno en los demás y en la vida.

¿Conversos moabitas?

Cuando Majlón y Kilión, los hijos de Naomi, se casaron con las princesas moabitas, existía una clara prohibición de aceptar en la comunidad judía un converso moabita. ¿Cómo pudo entonces Rut haberse convertido en parte del pueblo judío (incluso sin haber sido aceptada por completo por la sociedad)?

En los días del liderazgo de Boaz, el Sanedrín (la corte suprema) reveló que la prohibición de la Torá respecto a los conversos moabitas se aplicaba sólo a los hombres y no a las mujeres. La razón de esto era que en los tiempos bíblicos se esperaba sólo que los hombres salieran a recibir a los viajeros (los refugiados judíos) y, por lo tanto, ellos eran juzgados por no haberlo hecho. Sin embargo las mujeres, que permanecían en la casa, no podían ser culpadas por no recibir con comida y bebida a la nación que pasaba por sus tierras.

En las palabras de consuelo que Boaz le dijo a Rut, él aludió al hecho de que ella tendría un futuro con la nación judía.

Dios te pagará tu recompensa… bajo Cuyas alas has venido a refugiarte… (Rut 2:12).

Luego, cuando ella afirmó ser una extraña que ni siquiera merece ser una de las sirvientas de Boaz, él le aseguró:

Dios no lo permita; tú no eres una de las sirvientes (amaot), sino que eres como una de las matriarcas (imaot) (Midrash Rut Rabá 5:5).

Ibum, el matrimonio por levirato

La Torá nos dice:

Cuando hermanos residan juntos y uno de ellos muera sin tener ningún hijo, la esposa del fallecido no podrá casarse con un hombre extraño; su cuñado se llegará a ella y la tomará para sí como esposa en matrimonio de levirato. Y sucederá que el primogénito que ella dé a luz se erigirá en sucesión en nombre de su hermano fallecido, para que su nombre no sea borrado de Israel (Deuteronomio 25:5-6).

La mitzvá de ibum aplica cuando un hombre casado muere sin dejar hijos. El hermano del difunto (o el pariente más cercano, si no hay hermanos) tiene una mitzvá especial de casarse con la viuda. Si tienen hijos, se considera que el primero “llena el vacío” del hermano muerto, heredando sus propiedades y su porción de tierra en Israel. De esta forma “redime” el nombre y la memoria del difunto que, de otra forma, no hubiera tenido un remanente en el mundo.

Obviamente hay formas de liberarse de esta obligación y responsabilidad si la viuda o el pariente más cercano no deseen casarse; pero hacerlo se considera una gran bondad con el difunto. Si el hermano se rehúsa a casarse con su cuñada, debe realizar un acto que cercena el lazo, en el cual es avergonzado por no mantener viva la memoria de su hermano.

En esta historia, Rut es la viuda de un hombre judío que murió sin dejar hijos. Su hermano y su padre también habían muerto, por lo que a pesar de que la familia tenía algunas tierras, no tendrían continuidad y las perderían cuando Naomi muriera, a menos que un pariente cercano se casara con Rut y cumpliera con la obligación de ibum.

Boaz parece ser la opción perfecta para cumplir con esta mitzvá. Era un primo, parte de la familia de Elimélej. Sin embargo él seguía sin darse cuenta que tenía que tomar una decisión respecto a Rut.

El plan de redención de Naomi

Rut había estado frecuentando los campos de Boaz durante dos meses, llevando a casa para Naomi las espigas perdidas de trigo, feliz con su suerte y sin esperar nada más. Pero Naomi, que conocía las leyes de la Torá y estaba preocupada por el futuro de su nuera viuda, esperaba algo más: una señal, alguna novedad sobre el interés de Boaz en Rut y en su familia. Naomi había visto la grandeza y el potencial en Rut y sabía que estaba destinada a convertirse en parte integral de la nación judía. Después de esperar y rezar, Naomi decidió tomar cartas en el asunto con un plan más proactivo:

Naomi le dijo: “Hija mía, me gustaría que tengas un futuro mejor. Esta noche nuestro pariente Boaz estará apilando el trigo en el granero. Lávate y úngete, ponte tu mejor vestido y ve al granero. No te muestres hasta que haya terminado de comer y beber. Y cuando se acueste, fíjate en donde va a dormir, descubre sus pies y acuéstate, y él te dirá lo que deberás hacer”. Rut contestó: “Lo que me digas que haga, haré” (Rut 3:1-5).

Naomi le sugirió un plan audaz y peligroso. Era la única alternativa; la temporada de cosecha había acabado y Rut no continuaría yendo al campo. Si bien era un paso necesario, Naomi lo sugirió con miedo e incertidumbre. ¡Qué riesgo para la reputación que tenía Rut de ser una joven recatada! Si alguien la veía o si Boaz se sentía repelido por su comportamiento, sus posibilidades de casarse quedarían muy limitadas. Sin embargo, Naomi conocía la grandeza de Boaz, sabía que él descendía de la familia real de Iehudá y, secretamente, esperaba que él cumpliera con su responsabilidad y accediera a casarse con Rut. La situación sólo requería un pequeño esfuerzo.

Rut debe haberse sorprendido ante esa idea. Debe haber tenido incontables preguntas y dudas, atormentada por el temor a ser descubierta o rechazada. Pero a pesar de todo, con fe en la perspectiva de Torá de Naomí, simplemente respondió: “Lo que me digas que haga, haré”.

Rut se casa con Boaz

Rut fue al granero, con la promesa de Naomi de que su mérito la acompañaría (Ialkut Shimoni 605). Con sabiduría, llevó con ella otras prendas y se las puso sólo luego de llegar (Midrash Lekaj Tov). Si bien cumplió con cada palabra de su suegra, usó su juicio y planeó la mejor manera de pasar desapercibida.

Boaz se despertó a medianoche y encontró una mujer acostada a sus pies. Su horror inicial cedió lugar a la razón y le preguntó quién era. Ella respondió: “Soy Rut, tu sierva. Extiende tu manto sobre tu sierva, dado que eres un redentor” (Rut 3:9). Boaz se compuso de inmediato: “Que Dios te bendiga, hija mía”.

Sorprendentemente, recién en ese momento Boaz se dio cuenta de que debería haber iniciado esta unión y que su pasividad previa le había causado a Rut tormento y vergüenza. Él alaba su voluntad de enfrentarlo y casarse con él sólo por el bien de la mitzvá de ibum y la redención de la tierra. Él le aseguró: “Ahora, al no ir detrás de hombres jóvenes, tu bondad ha sido mayor que tu primera bondad (de venir con tu suegra a Israel)”. Boaz promete asegurarse de que la cuiden.

Boaz le pidió a Rut que se quedara durante la noche, preocupado por su seguridad, a pesar de estar arriesgando su reputación y de tener que resistir la tentación de tocarla:

Toda esa noche Boaz le rezó a Dios: “Sabes que no la he tocado. Por favor, que sea Tu voluntad que no se sepa que una mujer vino al granero, causando una profanación del nombre de Dios a través de mí” (Ialkut Shimoni 606).

Al amanecer, Boaz acompañó a Rut a la ciudad, le dio un regalo de grano y avena para que le llevara a Naomi, y prometió contactarse con ella apenas averiguara si él era el pariente más cercano con quien ella podía cumplir la mitzvá de ibum.

Después de un breve proceso en la corte, en donde un pariente se liberó de la obligación de casarse con Rut (preocupado por “mancillar” su banco genético al casarse con una conversa moabita), Boaz declara públicamente que desea casarse con Rut y redimir su tierra.

La voz de Rut no se oye en este último capítulo de matrimonio y aceptación. Al casarse con el gran líder Boaz, logra credibilidad porque se hace pública la ley judía de que, a diferencia de los hombres, las mujeres moabitas pueden convertirse al judaísmo.

Los sabios de la nación y los jueces de la corte responden con una bendición especial:

Que Dios le permita a esta mujer, que está entrando a tu hogar, ser como Rajel y Leá, quienes construyeron la casa de Israel… Y que tu hogar sea como el hogar de Péretz, a quien Tamar dio a luz con Iehudá, de la semilla que Dios te dará con esta joven (Rut 4:11-12).

La mayor alabanza para Rut es ser como Rajel y Leá, las matriarcas que construyeron la nación de Israel al dar a luz y criar a las doce tribus. Rut construiría la monarquía de Israel al casarse con la línea real, con un descendiente de Péretz, el hijo de Iehudá.

En su libro Simjat Hareguel, Rav Jaim Iosef David Azulai (el Jidá, que vivió en el siglo XVIII) comenta la similitud entre Rut y Leá y Rajel en otro aspecto:

Rut exigió verbalmente [que Boaz se casara con ella], al igual que Rajel y Leá exigieron con palabras. Leá dijo: “Vendrás a mi esta noche”, y Rajel dijo: “Dame hijos o moriré”.

El hilo que une a Rut con las matriarcas de la nación es su determinación proactiva, la voluntad de hacer lo que fuera necesario para convertirse en parte de la creación del destino judío.

Lo que ocurrió después…

Boaz se casó con Rut y ella se convirtió en su esposa… y Dios la hizo quedar embarazada y ella dio a luz a un hijo (Rut 4:5-16).

La misma noche en que Rut concibió, Boaz murió (Ialkut Shimoni 608).

Boaz, un hombre de 83 años de edad, cumplió con su propósito en este mundo al concebir un hijo con Rut, entonces falleció. Ella, por otro lado, volvió a quedar viuda, esta vez del líder de la generación, estando embarazada.

Su sufrimiento no había culminado, pero tuvo el mérito de tener un hijo, criarlo con Naomi y ver una esperanza de futuro para su familia, así como la continuidad del nombre del hijo de Naomi. Rut, llena de bondad y generosidad, incluso parece haberse casado con Boaz por el bien de los demás. Rut no expresa ninguna opinión ni comentario sino hasta el final del libro que registra su vida:

Las vecinas le dieron un nombre, diciendo: “Le ha nacido un hijo a Naomi” y lo llamaron Oved; él es el padre de Ishai, el padre de David (Rut 4:17).

Rut y Naomi eran ahora miembros integrales de la comunidad, y las demás mujeres tomaron parte en su nueva felicidad. Incluso ahora, era obvio que Rut había dado los mejores años de su vida para cuidar a Naomi, dándole un nieto y permitiendo que continuara la línea familiar.

Pero la recompensa de Rut aún estaba por llegar. El texto indica el linaje directo del Rey David: Oved, el hijo de Rut, es el padre de Ishai, el padre de David. Rut mereció ser parte de la familia real judía, de la cual eventualmente saldrá el Mashíaj, y ser una luz eterna para el pueblo judío y el mundo.

Rut tuvo una vida larga y fructífera e incluso tuvo el mérito de llegar a ver ascender al trono al Rey Salomón, su tataranieto:

“Y él puso un trono junto al suyo para la madre del rey” (Reyes I 2:19).

Rabí Eliézer dijo: “para la madre de la realeza”, ella es Rut (Talmud, Baba Batra 91a).

Rut y la monarquía

Si Moab es considerada una nación muy egocéntrica y con malas cualidades, ¿cómo es posible que el Rey David y la línea real desciendan de esta nación?

El versículo 12:13 del libro de Génesis dice: “las naciones del mundo serán bendecidas a través de ti”. El Talmud interpreta la palabra “bend

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